La rutina diaria implica tener una agenda ocupada, citas, compromisos, ir y venir sin parar, cosas que comprar, trabajos que terminar en fin… el sentirse cansado o agobiado quizá es parte de la misma carrera de la vida diaria siempre y cuando uno este sano y listo para correr todo el día.De hecho, pocas veces uno se detiene o se permite sentir como están los demás. Sobre todo, ellos están enfermos, cansados o deprimidos. Tomarse un tiempo extra para acompañarlos, cambiando la rutina y los compromisos puede complicar muchas veces las cosas.

Muchas veces la pregunta: «¿Cómo te sientes…? No es suficiente, es mejor visitar, platicar o decirle cuanto se le quiere para que realmente este sepa cuanto le importa su condición.»

Desde luego que uno no es insensible, efectivamente siente empatía y compasión por las personas que se sienten mal o la están pasando difícil. Claro que se les entiende y se les quiere apoyar, de hecho se les ofrece comprensión y ánimo, pero todo en proporción al tiempo que se tiene libre o se acomoda en el horario complicado de cada quien.

Las obligaciones y los intereses personales son… una prioridad.

Desde el punto de vista del enfermo las cosas se perciben completamente distintas, cuando uno se siente mal, parece que el mundo se frena, que las cosas no suceden, la energía es tan baja que limita las acciones, el apetito desaparece, las ganas de hacer, ir, venir etc. son prácticamente inexistentes. El mundo inmediato se limita a uno mismo y su cuerpo cortado, frágil y lastimado.

Los ruidos incomodan, las ocupaciones perturban, uno no está listo para funcionar. Una atención, una pequeña muestra de afecto podrían cambiar y dar un estímulo para salir adelante y sentirse querido, acompañado o simplemente vivo.

No se trata de insistir que la persona se anime o que se cure solo porque uno esté presente. Tampoco se trata de traer un circo o de hacer maromas y piruetas para que la persona enferma se sienta querida. Se trata de dar validación, de tomar en cuenta los sentimientos, de poder considerar al otro.

Muchas veces vasta con traer un vaso de agua, una notita o una llamada con interés legítimo en la persona. Simplemente el hecho de decir, aquí estoy, sé que estas sintiéndote mal.

Una persona enferma puede ser que no exprese cuanto aprecia el afecto que recibe, pero definitivamente las atenciones, el cariño y el tiempo que se les regala es su mejor medicina.

Hay que tomar en serio las palabras y prestar atención cuando alguien se siente mal, uno nunca sabe que tan enfermo realmente puede estar. Por el otro lado, algún día, uno también puede caer en la misma situación, y por qué no… seremos tratados con la misma gentileza, crueldad o apatía que nosotros mismos tuvimos.

La receta

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Entendiendo a los enfermos

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Ingredientes

  • 1 taza de aprecio- reconocimiento y cariño genuino por la persona
  • 1 cucharada de serenidad- tranquilidad y compostura ante la situación
  • 1 ramita de atenciones – pequeñas muestras de afecto e interés
  • 2 racimos de ánimo – entusiasmo y esperanza con intenciones de motivar
  • 1 cucharada de empatía – entendimiento y comprensión genuino del sentimiento del enfermo
  • 2 pizcas de optimismo – visiones renovadas y alternativas para obtener una buena disposición

Recomendación del chef

Recuerda que en este momento, tú no estás enfermo y puedes ayudar a alguien que si lo está a sentirse mejor; Respira y se gentil con el que no se siente bien. La mejor medicina para sanar es el cariño, aprecio y tu presencia.

Es importante cuidar a los enfermos porque

  1. Visitar y apoyar a los enfermos enriquece la vida de todos. Desarrolla la compasión y el sentido de responsabilidad por otros. Da una dimensión más profunda y espiritual tanto a la persona que visita con a la persona que se siente querida por las atenciones.
  2. Apoyar a los enfermos es la muestra más clara de empatía, cariño y atención. Cuando un enfermo recibe vistas y apoyo siente aprecio y le brotan nuevos ánimos para sanar. Dicen que hasta una 1/16 parte de la enfermedad se llega a mejorar.
  3. Visitar a un enfermo desarrolla cualidades importantes para la vida. Tener gratitud por lo que se tiene, estar presente, saber escuchar, poder entender, tener compasión y además aprender a servir a los que realmente los necesitan son algunas de las ganancias que se obtiene solo por el hecho de ayudar y apoyar a un enfermo.