Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.

Pero yo os digo: No resistáis al que es malo, antes, a cualquiera que te hiera

en la mejilla derecha, vuélvele también la otra (Mateo 5:38-39)

Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo.

Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen,

haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen.

(Mateo 5:43-44)

Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendéis?

¿No hacen también lo mismo los publicanos?

Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más?

¿No hacen también así los gentiles? (Mateo 5:46-47)

Al leer estas palabras de Jesús se puede pensar que es poco razonable formular la pregunta que aparece en el título de este trabajo. Parece claro que hay una ruptura entre Jesús y el judaísmo, mostrando lo que tantas veces se ha dicho: en el Nuevo Testamento se ve desplegar la religión de amor en contraposición a la dureza e incluso la venganza que se observa en las Escrituras hebreas y en la tradición judía posterior.

Considerado desde este punto de vista, serían inexplicables entonces, estas otras palabras de Jesús en Mateo 5:17-18:

No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas;

no he venido para abrogar, sino para cumplir.

Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra,

ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido.

El fragmento citado en vez de aclarar complica la cuestión, Jesús mismo le dice a los judíos de su época que su enseñanza no es otra que la ley de los profetas, y hace válida la pregunta: ¿ruptura o continuidad?

Este trabajo intenta mostrar el camino recorrido por Jesús para la formulación de su enseñanza, marcando la continuidad de la misma con las Escrituras hebreas y su relación con la tradición oral presente en el Talmud.

Seguir el camino recorrido por Jesús es apreciar la lectura que efectuó de las Escrituras hebreas. Pero para apreciarla en su justa dirección es necesario tener en cuenta la forma en que Jesús presenta su enseñanza: toma como punto de apoyo para su prédica las contradicciones que presenta todo sistema de pensamiento. Es desde estas contradicciones desde donde el judío Jesús habla y enseña.

Es una ironía de la historia, que se considerara que Jesús enseñaba una nueva religión que trascendía la judía. Esto no implica, como se verá más adelante, dejar de apreciar las diferencias, en algún punto fundamental, entre Jesús y el judaísmo.

Veamos qué dice Jesús[1]. A la pregunta, ¿cuál es el primer mandamiento de todos?, Jesús responde:

El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.

Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda

tu mente y con toda tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.

Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

No hay otro mandamiento mayor que estos. (Mateo 12:29-31))

En Mateo, Jesús concluye así:

De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.(Mateo 22:40)

Jesús lo explicita claramente, citando el Deuteronomio 6: 4-5: hay un único Dios y es el Dios de Israel. Solo un judío podía hablar así y si bien en algunas declaraciones parece expresar su acercamiento al poder de Dios, como por ejemplo su declaración ante el Sanedrín: “desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder de Dios” (Mateo26:64), Jesús nunca se consideró Dios. Hubiera sido trasponer la Ley y el pensamiento de los profetas.

Veamos algunos ejemplos que ratifican lo expresado por Jesús:

Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿Qué bien haré para tener la vida

eterna?

El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. (Mateo 19:16)

Pero de aquél día y de la hora nadie sabe, ni aún los ángeles que están en el cielo,

ni el hijo, sino el padre.(Mateo 13:32)

No puedo yo hacer nada por mi mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque

no busco mi voluntad sino la voluntad del que me envió, la del Padre. (Juan 5:30)

El segundo mandamiento que Jesús da como respuesta a la pregunta que se le formulara, nos pone de lleno en la esencia de su enseñanza. Jesús dice “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, citando parte del versículo 19:18 del levítico. Creo que si nos quedáramos sólo con esta parte del versículo y no lo consideráramos en su totalidad y en su relación con otros versículos, perderíamos de vista el camino recorrido por Jesús.

Veamos el versículo del Levítico 19:18:

No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu

prójimo como a ti mismo.

Es evidente que la parte del versículo que dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, no puede desvincularse de la primera parte, es más, adquiere una dimensión diferente al estar vinculada con los sentimientos de venganza y rencor. Aquí no solo se dice que se ame al que nos ama. Se dice que se debe considerar a aquél al que iría dirigida la venganza (queda implícita aquí la idea de enemigo) en su condición de prójimo, al que se debe amar “como a ti mismo”, dejando de lado la venganza y el rencor.

Ello queda manifiesto en Éxodo 23:4-5:

Si encontraras el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo.

Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda?

Antes bien le ayudarás a levantarlo. [Agregado 2017]

Creo que es aquí donde se detuvo Jesús.

Sin embargo surge la pregunta: ¿a quiénes alude cuando se dice prójimo? El versículo dice

“a los hijos de tu pueblo”, por lo que cuando aquí se habla del prójimo se refiere al hebreo, es decir al que es de la misma religión y nacionalidad. Parecería pues, que en la Biblia hebrea el amor queda circunscripto a los hebreos entre sí.

¿Y en Jesús? La respuesta se encuentra en Lucas 10.25-37 donde se le pregunta a Jesús quién es el prójimo.

Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalem a Jericó, y cayó

en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron

dejándole medio muerto.

Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.

Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.

Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole fue movido a

misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándole aceite y vino, y poniéndole

en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él.

Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo

lo que gastes de más; yo te lo pagaré cuando regrese.

¿Quién pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los

ladrones?

Él le dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Vé, y haz tú lo mismo.

(Lucas 10:30-37.

¿Puede considerarse seriamente que Jesús trasciende aquí las Escrituras hebreas al enseñar que el amor al prójimo no queda limitado a los hebreos entre sí? Sería erróneo creer que Jesús hubiera pensado algo semejante. Pues lo que hace Jesús es vincular el versículo ya citado, 19:18 del Levítico con el 19:34 del mismo libro.

Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros,

y lo amarás como a ti mismo; porque extranjeros fuisteis e Egipto. (Levítico 19:34)

No hay diferencias entre el extranjero y el hebreo, “como a un natural de vosotros” se dice, y para marcarlo en su máxima intensidad se establece el “amarás como a ti mismo” en relación al extranjero, al igual que en el Levítico 19:18 en relación al prójimo. Es claro que en la Torá no sólo el hebreo es considerado como prójimo, también lo es el extranjero.

Me parece pues, que es válido afirmar, que cuando Jesús enseñaba sabía que lo hacía en el marco de las Escrituras y que lo hacía considerando que los judíos de su época se habían alejado de ellas. “No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24), le responde Jesús a una mujer cananea que va en su auxilio.

Pero no solo la Ley escrita determina la enseñanza de Jesús, también está presente la tradición oral.

Aproximadamente 40 años de su nacimiento, vivió y enseñó en Jerusalem un judío nacido en Babilonia: Hillel. N. Glatzer habla del surgimiento del judaísmo clásico en esta época, señalando Hillel con su obra, el rumbo a las futuras generaciones.

Se cuenta que cuando un pagano se presentó ante Hillel, diciéndole que se convertiría al judaísmo si era capaz de enseñarle toda la ley mientras pudiera mantenerse en un solo pie, contestó: “No hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan a ti. Esta es toda la ley, lo demás es comentario, vé y estudia”.

Jesús enseña su formulación positiva.

Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así

también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. (Mateo 7:12)

Hay, sin embargo, un aspecto de la enseñanza de Jesús que no aparece en las escrituras y que diferirá de las enseñanzas del judaísmo rabínico. Me refiero al pasaje de Mateo 5:38-39 ya citado, donde Jesús habla de poner la otra mejilla.

Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente.

Pero yo os digo: No resistáis al que es malo, antes a cualquiera que te hiera

en la mejilla derecha, vuelve también la otra. (Mateo 5:38-39)

La tradición rabínica enseña otra cosa.

Los rabís surgieron en un momento crítico de la historia judía; continuadores de los escribas y fariseos sustituyeron a la clase sacerdotal como guías del pueblo. Una vez destruido el Estado y el Templo y con ellos la organización formal de la religión de la época, el estudio de la Ley se transformó en el elemento central en la vida judía al sustituir al sacrificio. Se debía interpretar la palabra escrita para poder aplicarla a las diferentes situaciones; se leía y estudiaba cada frase, cada palabra dándole un sentido más allá de lo manifiesto. A diferencia del griego que estudiaba para conocer, el judío lo hacía para respetar.[2]

En el marco de este espíritu los rabís se enfrentaron a un gran desafío: regular la vida concreta de las comunidades. El Talmud, compuesto por la Mishná y la Guemará, es el testimonio escrito de este proceso que duró varios siglos.

En el tratado Baba Kamá del Talmud de Babilonia se establece las leyes a seguir en relación a los daños y ofensas. En el capítulo VIII se discute el versículo que dice Ojo por ojo.

Veamos que dice el texto.[3]

MISHNÁ. El que lesiona al prójimo tiene que pagarle por cinco cosas: el

perjuicio, el dolor, la curación, la pérdida del tiempo y la humillación.[4]

GUEMARÁ. ¿Por qué? ¿No dice la Torá: Ojo por ojo? ¿Por qué no, realmente,

un ojo? [¿Si el agresor le saca un ojo por qué no se le saca un ojo a él?]

– No es razonable, porque se ha enseñado: Se podría creer que cuando alguien

Le saca un ojo a otro, se le saca un ojo a él, cuando le corta un brazo, se le

corta un brazo, cuando le rompe una pierna, se le rompe una pierna. [No es así,

porque] se ha estipulado que…el…que hiere…a cualquier persona; el que hiere

a un animal…

Por herir a una persona se paga indemnización, del mismo modo que se paga

indemnización por herir a un animal (B. Kamá 83a – 83b).

Lo que establece el Talmud es claro: se fija el pago de una indemnización y se rechaza la idea del Ojo por ojo.

Lo que ciertamente puede aparecer como poco claro es la forma en que se llega a dicha conclusión. El fragmento citado es ilustrativo en cuanto al modo de pensamiento talmúdico: se deduce una ley a partir de una palabra, en este caso hiere, que permite vincular dos versículos diferentes. La palabra hiere aparece en un versículo en el que se establece el pago de indemnización cuando se daña a un animal y como aparece la misma palabra hiere en otro versículo en relación a las personas, los rabís deducen que en este segundo caso, también se habla de indemnizar.

Más adelante, en el mismo tratado Baba Kamá, encontramos en la Mishná el siguiente relato:

Cierta vez un hombre le descubrió la cabeza a una mujer en el mercado. [La mujer]

se presentó al rabí Akiva, y éste ordenó que [el hombre] le pagara cuatrocientos

zuzim. ‘Dame tiempo, rabí’, [pidió el culpable. El rabí Akiva consintió y] le fijo un

plazo.[El hombre] la vigiló, y cuando la vio junto a la puerta de su patio, rompió

frente a ella una vasija que contenía un isar [moneda de poco valor] de aceite.

La mujer se descubrió la cabeza, recogió el aceite [con las manos] y se pasó las

manos por la cabeza. El hombre puso testigos, se presentó ante el rabí Akiva y

le dijo: ¿A ésta [¿A esta mujer, que por un poco de aceite no vaciló en

descubrirse la cabeza en público?] tengo que pagarle cuatrocientos zuzim?

El rabí Akiva le dijo: Tu argumento es inoperante. Cuando uno se lesiona a

sí mismo, aunque esté prohibido hacerlo, queda libre de culpa; pero si el

otro lo lesiona, es culpable [Tiene que pagar la multa correspondiente].

Cuando uno tala sus plantas, aunque no debe hacerlo, queda libre de culpa;

si [se las tala] otro, tiene que pagarle. (B.Kamá 90b)

La enseñanza que se desprende de este relato podría formularse así: No le hagas a otro algo que está mal, aún cuando se lo haga a sí mismo.

Jesús le habla al agredido y le dice que ponga la otra mejilla, rabí Akiva le habla al agresor y al hacerlo, tiene en cuenta al ser humano en su honda complejidad y contradicciones: el individuo humano puede buscar su propio daño. Siendo esto así, rabí Akiva le dice, que el que un individuo se haga daño a sí mismo no le da derecho a él, al agresor, a hacerle lo mismo.

Por eso la Mishná continúa así:

Cuando alguien dice a otro: ‘Enceguéseme un ojo; córtame una mano;

rómpeme una pierna’, [si el otro lo hace] es culpable. [Aunque le diga:]

‘Quedarás libre de culpa’, es culpable.

Cuando le dice ‘Rásgame el manto, quiébrame el cántaro’ es culpable.

[`Si le dice:] ‘Quedarás libre de culpa’, queda libre de culpa. [Cuando

alguien dice:] ‘Hazle tal cosa a fulano; quedarás libre de culpa’, es

culpable, ya sea [que le haya dañado] el cuerpo o los enseres. (B:Kamá 92a)

El Talmud establece que sólo queda excluido el pago de indemnización, en el caso que alguien pida a otro que le rompa un objeto de su pertenencia, siempre que aclare que queda libre de culpa.

En el contexto de este intrincado mundo de los vínculos humanos, se lee en la Guemará unas líneas más abajo:

Dijo el rabí Iojanán: Muchas veces ‘sí’ es igual que ‘no’, y ‘no’ es igual que

´sí’. [Depende de la intención con que se pronuncie] También se ha

señalado: [Cuando alguien dice:]’Golpea, hiéreme’, [y si al preguntarle el

otro] ‘¿Con la condición de quedar libre de culpa?’, le contesta: ‘Sí’, ese

‘sí’ muchas veces significa ‘no’. [Cuando alguien dice:]’Rásgame el

manto’, [y si al preguntarle el otro:] ‘¿Con la condición de quedar libre de

culpa?, le contesta ‘No’, muchas veces ese ‘no’ significa ‘sí’. (B.Kamá 93a).

El rabí Ioajnán apunta al hecho de que muchas veces puede haber una intención contraria a lo declarado. Y muestra, en el caso en que ‘sí’ es ‘no’, que un individuo puede buscar no sólo su propio daño, sino también el daño de otro cuando busca que ese otro lo agreda.

Los rabís percibieron que, en tanto el hombre es un ser deseante, las relaciones humanas no pueden ser entendidas a través de las categorías de la lógica formal

La Ley judía marca aquí un No que es un Sí al respeto mutuo, condición previa e indispensable del amor a uno mismo y al prójimo.

Post Scriptum 2017

El texto fue publicado en 1993 en la Revista Contextos del Centro de Estudios Judaicos de Montevideo.

Jesús no se propuso reformar ni agregar nada nuevo a la legislación judía que hacía posible el funcionamiento del Estado y la sociedad; su preocupación fue enseñar sobre el interior del sujeto humano para mejorarlo como tal. Son dos planos diferentes y sin embargo no pueden estar disociados. Jesús fue un verdadero rabí que supo leer una de las principales líneas de enseñanza presente en la tradición judía: el amor al Otro, al prójimo y al extranjero tal como uno mismo lo es, postulando profundizarla al despojarse de todo sentimiento de venganza, al punto de plantear la actitud ante el enemigo a través de una metáfora –creo que poco feliz- de poner la otra mejilla.

Las enseñanzas judías por tanto, además de estar referidas al interior del individuo tal cual las continuó Jesús no podían seguir a este último hasta el final, desde el momento que ellas suponían también una serie de leyes que regulaban la vida comunitaria.

No cabe duda de que una comunidad solo puede ser más humana en medio de una legalidad que tramita la justicia en la que la venganza queda reducida a su mínima expresión, así como también toda profundización en el interior del sujeto en un ideal moral solo puede realizarse en el marco de la Ley.

Bibliografía

Fromm, Erich – Y seréis como dioses. Paidós. México, 1984.

Glatzer, Nathan – Hillel el sabio. Paidós. Buenos Aires, 1972.

La Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas 1960.

El Talmud de babilonia. Tratado Baba Kamá. Acervo Cultural Editores. Buenos Aires, 1965.

 

[1] Dejo de lado otras manifestaciones del amor de Jesús y en las Escrituras hebreas porque creo que en última instancia, las tratadas en este trabajo las incluyen implícitamente.

[2] “Los griegos estudiaban para saber. Los hebreos estudiaban para respetar. El hombre moderno estudia para usar”. A.I.Heschel Senderos que conducen a Dios. En la Democracia y otros ensayos. Ed. Seminario Rabínico Latinoamericano. Bs.As. 1987.

[3] Utilizo la versión al español del Talmud de Acervo Cultural editores. La edición incluye aclaraciones tomadas de exégetas talmúdicos, que aparecen entre corchetes en medio del texto.

[4] A partir de aquí, el texto desarrolla para cada una de las cinco cosas, lo que se toma en cuenta para la indemnización. En el caso del perjuicio, se refiere cuando a alguien se le saca un ojo, se le corta un brazo o se le rompe una pierna.