El sentimiento de culpa es una emoción inmovilizante y destructiva, que puede aparecer en cualquier momento de la vida. Hay personas que tienen una especie de vocación por la culpa ya que no sólo se sienten mal por lo que han hecho sino incluso por lo que podrían llegar a hacer.  Éste no es un sentimiento agradable y haríamos cualquier cosa por desembarazarnos del mismo.

Obviamente, todos cometemos errores de los cuales no estamos particularmente orgullosos pero mirar al pasado constantemente recriminándose por los mismos supone un gasto de energía innecesario.

En muchas ocasiones el sentimiento de culpa llega a ser tan fuerte que provoca signos físicos, emocionales y mentales  A esto se le suman los pensamientos recurrentes de auto reproche, agresividad hacia uno mismo y un fuerte desasosiego.

La mayoría de las personas que experimentan constantemente el sentimiento de culpa tienen una baja autoestima y no se creen merecedores del amor o de las gratificaciones que le brinda la vida por lo que aprovechan el más mínimo error para auto castigarse.

Toda la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, muestra que Dios no presta atención a lo que una persona hizo antes de creer en El.  Las epístolas, donde nuestra maldad pasada es sacada a la luz, nos muestran lo que debemos hacer desde el momento de ser salvos en adelante, no lo que debemos hacer con nuestro pasado. Usted recordará que alguien le preguntó a Juan el Bautista qué debía hacer, y Juan le contestó: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga lo mismo”. No se refirió al pasado sino al futuro. Ciertos recaudadores de impuestos también le hicieron la misma pregunta, y él les contestó: “No exijáis más de lo que os está ordenado”. Y a los soldados les respondió: “No hagáis extorsión a nadie, ni toméis nada mediante falsa acusación; y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3:10-14). Esto muestra que Juan, al predicar el arrepentimiento, hacía énfasis en lo que debemos hacer desde el momento de nuestra salvación en adelante, no en lo que debemos hacer con las acciones de nuestro pasado.

Pablo en sus epístolas hace énfasis en lo que debemos hacer en el futuro, porque todo nuestro pasado ha sido cubierto por la sangre preciosa. Mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo, y en el Espíritu de nuestro Dios” (1 Co. 6:11). El énfasis aquí no está en lo que debemos hacer con las acciones del pasado, porque tenemos un Salvador que ya resolvió este asunto totalmente. Una persona salva ya fue lavada, santificada y justificada.

Dice Efesios 4:17-24, refiriéndose también a nuestra condición en el pasado: que en cuanto a la pasada manera de vivir, os despojéis del viejo hombre, que se va corrompiendo conforme a las pasiones del engaño, y os renovéis en el espíritu de vuestra mente, y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”.

“Por lo cual, desechando la mentira” (Ef. 4:25a). Esto se refiere a nuestro futuro; no nos indica que debemos eliminar la falsedad que teníamos en el pasado, sino que de ahora en adelante no debemos seguir practicándola. “Hablad verdad cada uno con su prójimo … airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestra indignación, ni deis lugar al diablo” (Ef. 4:25b-27). Estos versículos tampoco se refieren al pasado, sino al futuro. “El que hurta, no hurte más” (Ef. 4:28a).

Después de leer las epístolas, encontramos una verdad maravillosa: Dios sólo tiene en cuenta lo que la persona debe hacer después de creer en el Señor, no lo que hizo en el pasado. Este es un principio básico.

Dios siempre dirige nuestra atención al hecho de que los pecados que cometimos en el pasado fueron borrados por la sangre, y que fuimos completamente perdonados y salvos porque el Señor Jesús murió por nosotros. Nuestra salvación no se basa en la conducta que teníamos; porque uno no es salvo ni por arrepentirse de las malas cosas, ni por confiar en las buenas acciones que hizo en el pasado, sino porque el Señor Jesús llevó a cabo nuestra salvación en la cruz. Debemos afianzarnos en este fundamento.

PALABRA DE CONCLUSION

Ciertamente Dios ha venido a dar libertad a los cautivos, él nos ha liberado de nuestro pasado, de nuestros errores, de nuestra condenación y culpabilidad, de nuestra propia victimización y de la de los demás. Podemos constatar este hecho en el libro de Romanos

8:1, 2  Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.

 

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Nació en Parral, Chihuahua, México. Casada con Luis Ortega Madrid, es madre de tres hijas, Mirka, Aimee y Paola. Administra su propio negocio en la ciudad de San Diego Ca., ciudad donde radica. “Empecé esta maravillosa carrera de amar y servir al señor Jesucristo hace 38 años y ha sido durante este periodo de tiempo que Él ha enriquecido mi vida espiritual, la de mi familia y la de mis amigos, he recibido diversas capacitaciones y entrenamientos en denominaciones pentecostales, asambleas De Dios y en la iglesia local en Anaheim, Ca.”