El reverendo Samuel Rodríguez había sido convocado a la Casa Blanca para una reunión urgente y, con tanto en juego, decidió que necesitaba una bendición.
Miró hacia las familias latinas que llenaban su iglesia evangélica en Sacramento aquel domingo y llamó a Stephania Herrera, una joven pastora que había llegado a Estados Unidos de manera ilegal a los diez años. Herrera ha podido permanecer en ese país gracias a DACA, el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia. Ese programa estaba a punto de ser revocado y Rodríguez justamente iba a reunirse con los asesores de la Casa Blanca para buscar la forma de salvar a gente como Herrera, a quienes se les conoce como dreamers, de la deportación.
“Padre”, dijo Herrera en español, cerrando los ojos, con el micrófono en la mano izquierda y la mano del pastor en la derecha: “Tú lo has puesto en este lugar, en esta hora, con un gran propósito, y todos nos volvemos uno solo porque nos une la fe en tu propósito. Te pedimos que lo envíes cubierto de tu favor —que lo envíes con el poder— que lo envíes con la autoridad”.
La reunión en Washington no fue exitosa. Presionado por el presidente Donald Trump, Rodríguez aceptó apoyar un acuerdo que permitiría a los dreamers permanecer en el país a cambio de que el Congreso de Estados Unidos autorizara financiamiento para el muro fronterizo, redujera la inmigración legal y limitara la reunificación familiar. Sin embargo, la propuesta no llegó a nada en la legislatura. Más de un mes después, el futuro de los casi 700.000 dreamers sigue en el limbo.
Rodríguez representa una voz única en el debate migratorio, el latino dentro del pequeño grupo de evangélicos que fungen como asesores informales de Trump. En la toma de protesta del presidente, en enero de 2017, Rodríguez fue uno de los seis miembros del clero invitados a hacer una oración en la ceremonia. El pastor ha ido a la Casa Blanca y ha participado en conferencias telefónicas tantas veces desde entonces que dice que ya perdió la cuenta. Sin embargo, el callejón sin salida en el que se encuentran los jóvenes migrantes sin documentos ha puesto a prueba la autenticidad de su influencia.
Él se ve a sí mismo como un José de la era moderna en la corte del faraón, colocado ahí para salvar a su gente y hacer que el bien común avance.
“Si no estoy allá, ¿quién llenará ese vacío?”, dijo en una entrevista telefónica reciente. “Sé que me criticarán, lo entiendo, pero tengo que hacerme oír. Es parte del llamado”.
Otros cuestionan por qué está asesorando a un presidente que ha dicho que todos los mexicanos son violadores y asesinos, que revocó el programa DACA y que quiere detener todo tipo de inmigración, tanto legal como ilegal.
Gaby Pacheco, evangélica hispana y una de las organizadoras originales del movimiento dreamer, comentó que pasó años recorriendo el país “tendiendo puentes” con los evangelistas republicanos y conservadores, tratando de explicarles la problemática de esos jóvenes migrantes. Comentó que ella y dos colegas incluso visitaron a Trump en la torre que lleva su nombre en la ciudad de Nueva York en 2013 para compartir sus historias con él, y se emocionaron cuando les dijo: “Me convencieron”. Después, Trump los acompañó a la salida y les obsequió corbatas de su marca, un reloj de marca Ivanka Trump y copias de sus libros.
Desde entonces la postura de Pacheco hacia Trump, y también hacia Rodríguez, se ha endurecido. Para ella, el pastor “cruzó la línea” al formar parte del consejo consultivo de Trump y participar en su toma de protesta.
“Hasta cierto punto, siento que Sam le da cobertura a Trump y lo envalentona, porque lo apoya”, comentó Pacheco, de 33 años, quien vive en Miami y ahora tiene una green card.
“El que yo haya estado dispuesta a sostener un diálogo y tratar de cambiar su opinión sobre los inmigrantes no significa que aceptaría formar parte de su consejo consultivo”, dijo ella. “Eso es legitimarlo”.
Rodríguez representa a un segmento creciente del movimiento evangélico, uno al que no se le pone tanta atención como a los evangélicos blancos que brindan su apoyo a Trump. Uno de cada cuatro evangélicos en Estados Unidos ahora es inmigrante o hijo de uno. En la generación más joven de evangélicos hay más hispanos que blancos no hispanos.
En temas sociales que son una prueba de fuego como temas del aborto y la homosexualidad, muchos evangélicos hispanos tienen posturas conservadoras, al igual que la mayoría de los demás evangélicos.
Rodríguez argumenta que los inmigrantes y sus descendientes son el futuro del movimiento evangélico y que también podrían ser el futuro del Partido Republicano, si este evita caer en la trampa de alejar a los inmigrantes y a sus seguidores.
“El presidente Trump fue electo por su promesa de proteger a Estados Unidos y construir un muro”, comentó Rodríguez. “También creo en la seguridad fronteriza. Solo quiero que, al mismo tiempo, tienda un puente. La comunidad migrante es la mayor bendición de Estados Unidos en el siglo XXI. Y quiero que todos, tanto en la Casa Blanca como en los demás poderes del gobierno, lo acepten”.
En los primeros días de la presidencia de Trump, Rodríguez sintió que tenía cierta influencia.
Un mes después de la elección, negoció una llamada conjunta con treinta líderes eclesiásticos hispanos y el equipo de transición de Trump que dio como resultado la promesa pública del presidente estadounidense de proteger a los dreamers y no separar a las familias. Rodríguez estaba convencido de que sus súplicas al presidente en materia migratoria habían surtido efecto, con base en la afirmación de Trump de que “como padre y abuelo” sentía compasión por los dreamers.
Después de la toma de protesta, en una cena de celebración en la Casa Blanca con los seguidores evangélicos del presidente, Rodríguez y su mentor, el reverendo James Robison, saludaron a Trump y le entregaron una propuesta escrita que detallaba cómo apoyar a los dreamers y a sus familias. También especificaba cómo convencer a la base política antiinmigrante de Trump sobre ese tema. Trump se la entregó a uno de los agentes del Servicio Secreto que formaba parte de su escolta y dijo a los pastores que ansiaba leerla.
Sin embargo, en los meses posteriores, Rodríguez observó cómo los agentes migratorios federales aumentaron las deportaciones en todo el país, no solo de criminales, sino también de “gente trabajadora, piadosa y que cumple la ley”, dijo. Se separaba a padres e hijos, lo cual hacía que la gente tuviera miedo de salir, señaló Rodríguez. Comentó que un fin de semana, las bancas de los servicios del domingo estaban tan vacías que “pensamos que había sucedido la Ascensión bíblica”.
En septiembre, Trump revocó el programa DACA. Rodríguez se puso en marcha, movilizando a los pastores hispanos para que visitaran a sus legisladores en el Capitolio. Apareció en una conferencia de prensa con Nancy Pelosi, la lideresa de la bancada demócrata en la Cámara de Representantes, para promover un compromiso bipartidista.
Su postura, dijo en una entrevista, era básicamente la siguiente: “Denle el muro a ese hombre. Denle lo que pide. Denle el muro y salvemos a estos jóvenes”.
Cuando Trump lo invitó a rezar en la toma de protesta, comentó Rodríguez, pidió a los miembros de su congregación que levantaran la mano si no estaban de acuerdo en que fuera. Si una sola persona hubiera levantado la mano, dijo, no habría ido. Nadie lo hizo.
A pesar de ello, Hiram Reyes, una dreamer que forma parte de su congregación, dijo haberse sentido confundida y molesta cuando vio a su pastor en la Casa Blanca.
“Es ver a alguien que nos representa al lado de alguien que quiere destruirnos”, manifestó Reyes, quien estudia el último año de preparatoria y está entusiasmada con ir a la universidad. “Al mismo tiempo, es tranquilizador saber que tenemos una voz ahí. Nos da la esperanza de que en algún momento habrá una solución”.