Estas últimas semanas hemos sido testigos de muchas marchas a lo largo del país lideradas por adolescentes y jóvenes. Piden que se aprueben leyes más estrictas de control sobre quien compra armas. La pregunta es, ¿por qué el Congreso no ha hecho nada para responder a esta petición? Incluso la mayoría de los legisladores se oponen a esta propuesta. El argumento que aducen es la “Segunda Enmienda de la Constitución”. Intentando entender su argumento me di a la tarea de buscarla y traducirla, aquí la tienen, es en realidad muy breve:

“Una milicia bien regulada es necesaria para la seguridad del estado, el derecho de los individuos de portar y llevar armas no debe ser infringido”.

Aun a los especialistas en Derecho Constitucional se les dificulta su interpretación. Por una parte se refiere al derecho del país de tener un ejército para proteger al Estado (derecho social), pero en la segunda parte propone un derecho de los individuos. La realidad es que en la actualidad los individuos no se arman para proteger al país, porque éste cuenta con un ejército profesional, el más poderoso del planeta, ni tampoco para defender las ciudades pues hay un sistema de protección muy avanzado a través de los diferentes sistemas de seguridad policiacos, que van desde las policías locales hasta las agencias de seguridad federales como el FBI.

La raíz de esta enmienda se sitúa en otro momento histórico donde muchas familias tenían armas para su propia seguridad y la de los pueblos y para la caza de animales, la sociedad era menos compleja y los armas menos poderosas. Además se pensaba -y algunos lo siguen afirmando- que las armas no son el problema sino el mal uso que de ellas se hace de ellas. Lo importante es seguir los principios cristianos sobre los que se construyó este país y que no haga daño a nadie, de esta manera todos pueden ejercer el derecho a tener las armas que deseen.

NUESTRA POSICIÓN DE CRISTIANOS

Como lo dije al principio, el tema no es fácil de dilucidar. Hay planteamientos éticos que tienen su valor en ambas partes y hay muchas emociones en juego. Debemos mantener clara nuestra reflexión sobre el tema y como ciudadanos responsables debemos responder a la pregunta: ¿nosotros hombres y mujeres cristianos del siglo XXI cómo podemos participar en este diálogo?

Yo creo que un principio ético fundamental en el que todos estamos de acuerdo es que queremos lo mejor para nuestra sociedad, queremos avanzar y construir una sociedad acorde con los ideales más altos de humanidad. Queremos ser el país que va adelante mostrando que es posible construir una sociedad donde las personas y familias se desarrollen en libertad y con un gobierno elegido democráticamente. Queremos ser un país sin corrupción. Queremos vivir en paz respetando los derechos de todos.

Estos principios éticos debemos proponerlos para fortalecer este diálogo constructivo sobre el acceso a las armas. Yo no creo que sea realista proponer que se prohíba el uso de las armas, ni tampoco es realista dejar las cosas como están. Ambas partes deben llegar a un compromiso, siempre suponiendo que buscan lo mejor para todos. Yo pienso que la negociación en el que ambas partes están dispuestas a ceder algo en sus posiciones para llegar a un acuerdo es el punto al que se debe aspirar.

Me preocupa el hecho de que la facilidad para comprar armas de asalto aquí ha armado los ejércitos de narcotraficantes y criminales en México, Centroamérica y en otras partes del mundo. Hace unos días, la Secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Kirstjen M. Nielsen, afirmaba que el objetivo de la seguridad en la frontera entre México y Estados Unidos es que no pasen drogas al Norte ni pasen dinero y armas al Sur. Implícitamente reconoce que el asunto de las armas es problema internacional, no sólo interno. Este país puede -si sus ciudadanos lo quieren- ser un modelo de democracia avanzada que atiende las propuestas de todos incluso cuando se afectan los derechos legítimos de otros países.

Mi mejor deseo es que en este diálogo la buena voluntad prevalezca, que se eviten las descalificaciones agresivas y las amenazas violentas. La moral de este país no puede rebajarse cuando hay discrepancia de opiniones, por el contrario, es allí donde debe mostrar la grandeza y el carácter que definen a Estados Unidos como una sociedad avanzada.