Proliferan en el mundo líderes espirituales, representantes del llamado evangelio de la prosperidad, que predican la firme creencia en que el bienestar físico y físico es voluntad de Dios

La creencia en una religión u otra es una cuestión absolutamente personal. El problema principal radica en la influencia que puede tener la misma en el plano social y económico, y su uso para constreñir la libertad de decisión de sus fieles (de los que no son sus fieles también), además de exprimir sus bolsillos bajo promesas de mayores riquezas y salud.

Un conocido pastor evangélico, Jesse Duplantis, inició hace unas semanas una campaña entre sus fieles para financiar la compra, por unos meros 54 millones de dólares, del que será su cuarto jet privado. Eso sí, más moderno, con mayor autonomía y menor consumo, no por puro capricho. Tampoco se trata del primer pastor evangélico de altos vuelos,ya que colegas suyos como Kenneth Copeland y Creflo Dollar cuentan también con sus propios aviones privados. Todo sea en el nombre del señor.

Estos desinteresados líderes espirituales son representantes del llamado evangelio de la prosperidad, que predica, por resumirlo brevemente, la firme creencia en que el bienestar físico y financiero es voluntad de Dios, pero puede lograrse así mismo a base de generosos donativos a la iglesia o secta de turno.

En realidad, como si de una vulgar estafa piramidal se tratara, el esquema de funcionamiento de estos cultos se asemeja a una pirámide. En la cúspide está el pastor, dotado de un especial carisma y autoridad indiscutida por sus fieles, a quienes manipula emocionalmente para que, si se les ocurre volverse díscolos (pensar por sí mismos), se les genere un sentimiento de culpabilidad y lo atribuyan a la influencia de satán; además de servir de «vacunación» a los demás contra esta eventualidad.

Solo un poco por debajo, se sitúa su círculo más cercano de colaboradores, que logra hacerse con parte de los donativos de los fieles, y en último lugar los fieles mismos, culpados continuamente de que, si no alcanzan sus objetivos, es porque no lo desean lo suficiente y no dan tanto como deberían. Sus propios pastores se lo dicen sin sonrojo y separan públicamente a sus elegidos, los que donan más dinero, de los que dan menos.

El conocido cómico de origen británico John Oliver, parodió este tipo de entidades religiosas evangélicas en su programa Last Week Tonight, creando la Iglesia de Nuestra Señora de la Exención Perpetua (los privilegios fiscales en USA de las entidades religiosas hacen más apetecible crear un culto, como hiciera Ron L. Hubbard con la Iglesia de la Cienciología, que constituir una empresa seria con un producto de verdad).

El caso del evangelio de la prosperidad puede resultar algo extremo, pero en general los movimientos evangélicos no son precisamente asociaciones de peligrosos liberales, sino que su credo nos hace retroceder en el tiempo. Es posible que el caso en España no sea todavía demasiado grave. Por fortuna, hemos pasado de ser la reserva espiritual de Occidente, al país europeo con menor apego religioso sin casi darnos cuenta.

Sin embargo, en otras zonas del mundo el panorama se antoja mucho más sombrío. Sin ir más lejos, el continente africano, en las zonas de religión cristiana, padecen un verdadero azote del conservadurismo religioso más rancio que está haciendo retroceder derechos adquiridos de libertad de expresión, religiosa o sexual. América Latina, padece un problema muy similar. Las recientes elecciones presidenciales costarricenses, en que un pastor evangélico ganó en la primera vuelta, aunque perdiera en la segunda, da mucho qué pensar.

Brasil y México viven también desde hace años un crecimiento de grupos evangélicos que, siendo minoritarios todavía, ejercen una enorme influencia en la vida política y son los principales responsables, como en África, de un retroceso de los derechos sociales.

*Politólogo y abogado.

 

¡Qué dios nos pille confesados!