El fracaso de los gobiernos se debe a la incapacidad administrativa y moral de sus gobernantes y a la corrupción como reflejo de la falta de integridad y a la pérdida total de valores en las sociedades actuales.
Los políticos mienten y no pueden cumplir sus promesas por el progresivo deterioro de la etica humana.
Los gobernantes utilizan estrategias basadas en falsas promesas a cambio de un voto, que posteriormente llevan a la decepción de la población.
La responsabilidad de gobernar la tierra es del hombre, pero la clase de gobernantes que tenemos dependerá de la clase de sociedad que seamos., por esta razón las escrituras declaran “que cada pueblo tiene el gobierno que se merece y que cuando el rey es ignorante, el pueblo acaba en la ruina y cuando el rey es sabio el pueblo prospera”. ECLESIÁSTICO 10:2-5
Partiendo del hecho de que el principio de la sabiduría es el temor de Jehová, ahora entendemos que si un gobernante conoce, ama y teme a dios, será un gobernante apropiado.
Pero debemos entender que la responsabilidad no recae en una sola persona sino que es de todos y todos somos responsables de un buen gobierno y de una buena sociedad.
La responsabilidad de gobernar recae no únicamente en los gobernantes sino en la población en general.
Analicemos ahora la condición actual de la población en general, en su gran mayoría son ciudadanos sin formación ciudadana, sin programas educativos, desinformados por haber recibido una educación mediocre, son ciudadanos no analíticos y que no participan en la discusión y solución de problemas de su nación.
Ahora veamos lo que la palabra de Dios dice en cuanto a nuestra responsabilidad como ciudadanos celestiales.
2 Corintios 5:20 Así que, somos EMBAJADORES en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Un embajador es un agente diplomático acreditado en un país extranjero para representar oficialmente al gobierno del país del cual procede.
Nosotros como Embajadores a quien representamos?
La palabra nos dice que somos ciudadanos celestiales Filipenses 3:20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo
Entonces somos Embajadores de Cristo quienes representan el Reino Celestial aquí en la tierra.
Los ciudadanos de un país gozan de plenos derechos y protecciones bajo la Constitución de su país, de la misma manera un ciudadano celestial goza del beneficio de hacer realidad los pactos de la promesa de Dios.
Ahora bien nosotros como ciudadanos celestiales llevamos la responsabilidad de representar a Cristo y a su reino como los Embajadores designados que somos.
Nuestra misión es que tenemos la responsabilidad de llevar su mensaje de reconciliación al mundo, en español, la palabra reconciliar significa » Devolver alguien a unas relaciones amistosas después de un periodo de alejamiento». Viene del latin «reconciliar» que significa «volver a unir»
Una vez que el hombre se reconcilia con Dios y es derribada la pared intermedia de separación, Dios mismo llega a ser su paz y ahora pertenece a otro reino, donde vivirá de acuerdo con sus leyes.
La clase de ciudadanos que somos tiene que ver con la clase de relación que tenemos con el Señor, ciertamente dependerá del grado de conocimiento objetivo y subjetivo que tengamos de el por medio de nuestra relación personal, de nuestra experiencia y por medio del conocimiento de las escrituras, esto nos hará dignos representantes de su reino.
Todo lo que un embajador dice y hace representa a su país, está completamente al servicio de este y su país lo avala al cien por ciento.
La misión de nosotros como embajadores es dar testimonio de lo que Cristo ha hecho en nuestras vidas de mostrar a otros lo que éramos y lo que ahora somos: “siervos de justicia”
Un embajador del reino de los cielos, tendrá un corazón de siervo, hará lo que es justo y recto delante de Dios y de los hombres, hablara verdad, será bueno y compasivo, tendrá cordura y dominio propio, se convertirá en un factor de influencia en la sociedad en la que vive, afectara a su familia, a sus amigos, a sus colaboradores, y definitivamente a su gobierno.
La solución de gobiernos decadentes no son los gobernantes, la solución se haya en la clase de persona que somos, necesitamos volver a dios, reconciliarnos con él, tener corazón de siervos, hacer sendas derechas para nuestros pies y caminar por esta sendas de justicia.