El papa Francisco recibió este viernes a los participantes en la Plenaria del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, sobre el tema: ‘Pentecostales, carismáticos y evangélicos: impacto en el concepto de unidad’”.
En su discurso, el Papa agradeció a todos el compromiso cotidiano, que lo ayuda a ofrecer su ministerio como obispo de Roma como «un servicio de unidad y comunión, de diversas maneras y formas, a todos los que creen en Cristo”.
Tras recordar algunos de los puntos salientes del camino ecuménico realizado recientemente, indicó que el crecimiento constante de las nuevas expresiones de la vida cristiana es un fenómeno muy significativo que no puede ser pasado por alto: “Las formas concretas de las comunidades inspiradas en estos movimientos están a menudo vinculadas al contexto geográfico, cultural y social en el que se desarrollan, y por eso mi breve reflexión no tendrá presente las situaciones individuales, sino que se referirá al fenómeno global”.
El pontífice señaló el deber de «discernir y reconocer la presencia del Espíritu Santo en dichas comunidades buscando construir con ellas vínculos de auténtica fraternidad», algo que «será posible multiplicando las oportunidades de encuentro y superando la desconfianza mutua, a menudo motivada por la ignorancia o la falta de comprensión».
En ese sentido ofreció una experiencia personal y un mea culpa remontada a los años 70 y 80, cuando era provincial de los jesuitas, sobre la reunión de la renovación carismática: “Dije que más que una reunión de oración, parecía una ‘escuela de samba’, ¿no? Luego pedí disculpas. Y como obispo tuve una buena relación con ellos, con la misa en la catedral…. Pero, se necesita un camino para comprender.”
Luego enumeró las diversas actividades que se pueden compartir, como la oración, la escucha de la Palabra de Dios, el servicio a los necesitados, el anuncio del Evangelio, la defensa de la dignidad de la persona y de la vida humana.
“En una presencia fraterna y recíproca, los católicos podremos aprender a apreciar la experiencia de tantas comunidades que, a menudo en formas diferentes a las que estamos acostumbrados, viven su fe, alaban a Dios y dan testimonio del Evangelio de la caridad. Al mismo tiempo, se les ayudará a superar los prejuicios sobre la Iglesia católica y a reconocer que en el tesoro inestimable de la tradición, recibido de los Apóstoles y conservado a lo largo de la historia, el Espíritu Santo no está en absoluto apagado ni sofocado, sino que continúa obrando eficazmente.”
Francisco admitió que en muchos casos las relaciones entre católicos y pentecostales, carismáticos y evangélicos no son fáciles, y que la aparición de comunidades ligadas a la personalidad de algunos predicadores, «contrasta fuertemente con los principios y la experiencia eclesiológica de las Iglesias históricas».
Y advirtió que esto “puede esconder la insidia de dejarse llevar por las ondas emocionales del momento y de encerrar la experiencia de la fe en ambientes protegidos y tranquilizadores”.
“El hecho de que no pocos fieles católicos se sientan atraídos por estas comunidades es un motivo de fricción, pero puede convertirse, por nuestra parte, en un motivo de examen personal y de renovación pastoral”, valoró.
“Los católicos pueden aceptar aquellas riquezas que, bajo la guía del Espíritu, contribuyen no en poca medida al cumplimiento de la misión de anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra”, agregó.
En ese sentido, el Papa profundizó sobre la novedad del Espíritu Santo, y la necesidad de evitar acomodarse en posiciones estáticas para “abrazar el riesgo de aventurarse en la promoción de la unidad”; algo en lo que los diálogos llevados a cabo por el Consejo Pontificio con los pentecostales, carismáticos y evangélicos, dijo, “contribuyen en manera significativa”.+