El Papa ha mantenido su tradicional encuentro con peregrinos de los miércoles, su primera aparición pública desde que estalló la polémica por el libro del cardenal Robert Sarah.

Como es natural, Francisco ha evitado referirse a esta cuestión, y ha continuado como tenía previsto su ciclo de catequesis sobre el libro de los Hechos de los Apóstoles. Se ha mostrado sonriente y sereno, pero ha sido una de las pocas ocasiones en que no se ha apartado del texto que tenía preparado.

El Papa ha explicado los últimos capítulos del libro, cuando Pablo llega a Roma y, a pesar de estar bajo arresto domiciliario, predica el Evangelio. Según la tradición romana, su casa estaba cerca de la actual sinagoga de la Ciudad Eterna, en torno a la que vivían la comunidad judía.

«La casa romana del Apóstol, abierta a todos los que buscaban y querían recibir el anuncio del reino y conocer a Jesús, es imagen de la Iglesia, que no obstante sea perseguida, malentendida y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a todo hombre y mujer, para anunciarles el amor del Padre que se hizo visible en Jesús», ha dicho Francisco.

Precisamente por eso, «los Hechos de los Apóstoles no se cierran con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra de Dios», pues desde Roma se extendió a todo el mundo.

Luego, ha invitado a los cristianos a no dejarse frenar por «el temor a equivocarse y el miedo a recorrer nuevos caminos, pues nuestras pobrezas no son obstáculo sino instrumentos preciosos, ya que Dios ama manifestarse en la debilidad».

La anécdota de la audiencia la han protagonizado unos peregrinos andaluces que han detenido al Papa a su paso por el pasillo central para regalarle una camiseta de fútbol del Betis.