La actual pandemia de coronavirus es un momento particularmente importante para que la humanidad se repiense como mundo, como sociedad y como personas, y “ver qué he hecho yo por los demás, qué voy a hacer por los demás; porque eso que haga lo haré también por mí mismo”, consideró el Mtro. David Fernández Dávalos, S. J., Rector de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Al reflexionar sobre lo que transcurre en México y el mundo con el COVID-19, particularmente el aislamiento y la confinación a que ha obligado, dijo que el coronavirus no afecta por igual a todos y todas, pues llegó después de un modelo económico y político de más de 30 años que ha generado gran desigualdad social y económica, aumentado la pobreza, deteriorado los sistemas de seguridad social, de salud y de educación; ha privatizado servicios básicos, generado empleos precarios, aumentado la informalidad e incrementado la migración del Sur al Norte.
Eso ha puesto en condiciones particularmente vulnerables a grandes conglomerados sociales, como nunca antes en la historia, pues “el coronavirus llega en un momento en que nos es más difícil atender de manera justa, igualitaria, incluyente, a todos los que integramos el pueblo de Dios”.
El Padre Fernández Dávalos señaló que esta pandemia las personas la viven y van a vivir de distintas maneras. La gente con ahorros, con la seguridad de un empleo, se puede recluir en su casa. “Pero pedir a todo mundo que se quede por seguridad, es un lujo de clase; porque quienes trabajan con empleo precario, o son migrantes, o trabajan en la informalidad, no van a poder hacerlo. Y esto tenemos que asumirlo, es consecuencia del modo en que hemos venido funcionando”.
Frente a esta situación, el Rector señaló siete enseñanzas que se pueden extraer de lo que está ocurriendo:
- El verdadero milagro es la vida, la existencia de cada cual.El verdadero milagro es vivir en este mundo a pesar de las millones de posibilidades de no hacerlo, a pesar de las amenazas contra la vida, de las enfermedades, de las guerras; ese es el verdadero regalo de Dios y lo que hay que agradecer. Y cuando se tiene la vida amenazada, es ocasión de volcarse y de volverse hacia Dios, de quien se puede estar más cerca, así como de la finalidad última de nuestra vida. Por eso, esta pandemia es “ocasión de valorar lo que somos y tenemos”.
- Esta pandemia nos ha venido a evidenciar que la humanidad es una y única. Es decir, que nadie se salva solo, que todos estamos, como decía Xavier Zubiri (filósofo español), indigentemente volcados hacia los demás. Que existe un destino común, y entonces cuando yo me preocupo por los demás, en realidad me estoy preocupando por mí. “Cuando yo me cuido, cuido también a los demás; cuando me aíslo, contribuyo a que toda la especie salga adelante”.
Ignacio Ellacuría (jesuita que fue Rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas) decía, citando una ley biológica, que el filum, la especie, precede al individuo. Esto resulta importante en un momento en que el modelo económico, de libre mercado absoluto, ha fortalecido el individualismo, la insolidaridad, la ideología de triunfar por encima de los demás. “Recordemos entonces que, o todos salimos adelante o todos nos condenamos”.
- 3. La pandemia, el coronavirus, manifiesta que los cuerpos estamos exhaustos ya. La celeridad de la producción, de las comunicaciones, de las relaciones entre personas, y los cambios permanentes, han dejado a la gente exhausta, cansada, y sus cuerpos se están rebelando. “La naturaleza está protestando frente a ritmos inhumanos que nos han impuesto las necesidades del capital”.
Mas, en la reclusión y el aislamiento se pueden tener de nuevo ritmos humanos de descanso, de sueño, de estudio; recuperar dimensiones perdidas, como la conversación, la cercanía, la preocupación por los demás; la necesidad de relaciones humanas, a escala humana, “que los frenéticos ritmos de las sociedades contemporáneas nos han impedido”.
- 4. Los muros, físicos, psicológicos, sociales, no detienen los flujos que subyacen y que son más importantes. No detienen ni el amor, ni el cariño, ni la solidaridad; pero tampoco las enfermedades, ni el narcotráfico, ni la violencia. La humana, es una especie interconectada biológicamente, “y también somos sociedades integradas, y no podemos aislarnos artificialmente”. Por eso, en esta globalización del capital también es importante la globalización de la solidaridad, de la preocupación, del apoyo mutuo; y eso está por encima de fronteras y de muros.
- 5. Necesitamos un nuevo modelo económico, de producción, de distribución, de consumo. Hasta el momento, los modelos económicos han estado centrados en la maximización de la ganancia, en el flujo del capital, en los rendimientos económicos. Ahora se tiene que pensar, y es la oportunidad para hacerlo, en un modelo económico que ponga en el centro a las personas, a los derechos de las personas y de los pueblos, y que sea incluyente e igualitario; no que profundice las desigualdades y que soslaye las diferencias.
“Un modelo para un mundo como Dios manda, para una fraternidad que nos haga a todos y todas, el pueblo de Dios, creyentes y no creyentes. Independientemente de la confesión que cada cual tenga, somos el pueblo de Dios, y esto tenemos que reflejarlo de manera económica y de manera política”.
- Hoy, como nunca, se hace necesaria la solidaridad y la colaboración, particularmente con los más vulnerables.Esto vale tanto para las personas como para los países, pues hay que hacer que los gobiernos garanticen los derechos de aquellos grupos que no los tienen garantizados, como acceso al agua, acceso a los servicios de salud, información y educación; cosas fundamentales para poder salir adelante en medio de las dificultades.
- Hay un vacío de lo público en el nivel internacional.Ahí sólo prevalecen los intereses privados de las grandes corporaciones y del capital financiero; y no hay ni legislación, ni instituciones, ni gobernanza que garanticen el interés de los pueblos, el interés de la esfera del bien común, en el nivel internacional. Entonces, “tenemos que volcarnos, los ciudadanos, las ciudadanas, a presionar a nuestros gobiernos, para que garanticen la existencia de un sistema internacional que ponga por delante el interés y el bien universal, y no tanto el de los capitales”.
Dicho todo esto, el Rector de la IBERO mencionó que “si hoy no reflexionamos sobre qué cambios necesita el mundo y nuestras relaciones, nunca podremos hacerlo; esta es la ocasión. Y es la ocasión también para plantearnos qué tipo de modelo, qué tipo de sociedad, qué tipo de relaciones justas podemos tener entre nosotros, entre nosotras, con la naturaleza y con Dios”.
Y es que para el Mtro. David Fernández Dávalos, la pandemia del coronavirus trajo consigo una posibilidad que pocas veces se presenta en la historia, la de reflexionar, de reandar el camino. “Es un momento privilegiado que no podemos dejar pasar. Junto con la desgracia, viene una oportunidad; junto con la crisis, se pueden abrir nuevas posibilidades. Qué va a ocurrir, no lo sé; pero estoy seguro de que una reflexión profunda nos tiene que hacer cambiar. Nos tiene que hacer plantearnos a dónde y a qué voy”.