(Antonio Serrano Santos) El sentido del Celibato y la Virginidad en la Fe Cristiana (Católica y en la Historia de la Iglesia).
Es algo frecuente, hasta en los cristianos, esta frase: “ Los curas debían casarse”. Claro, habría que decir lo mismo de las monjas. Son muchas las razones, aparentemente convincentes, que aducen. Y no solo los de poca formación cristiana, sino, también, de gente bien formada. Algunos ejemplos de razones: Que no habría casos de pederastas; que si no están casados no pueden saber los problemas de los matrimonios para darles consejos acertados; que no es humano vivir en soledad; que por eso hay muchos casos de problemas psicológicos, de depresión; que el instinto sexual no puede contenerse; que en el comienzo de la Iglesia estaban casados, como San Pedro, que tenía suegra; que los ortodoxos católicos se casan; que los otros cristianos no católicos se casan; hasta las mujeres, en esos cristianos, tienen maridos, son muchas sacerdotes y hasta obispos; que es una obligación impuesta por la Iglesia, no por Jesucristo, y contra la libertad,etc.etc.
No sé si me será posible no extenderme para responder a tantas razones. Lo intentaré a ver si consigo, con toda sencillez y así lo comprendan, sin muchas razones teológicas. Confieso, que, casi todos, lo dicen con buenísima voluntad; que respetan a los curas y a las monjas y hasta les dan lástima. Y también respetan, aunque no comparten, estas decisiones y normas de la Iglesia. De los católicos no practicantes, se explica; pero los que atacan a la Iglesia, aunque a ellos ni les va ni les viene, es curioso cómo se ensañan, muchos, con la Iglesia, en este aspecto y no digamos en los demás. Para ellos solo es un motivo más para desprestigiarla. Hay, sin embargo, ateos y no creyentes, que son respetuosos y hasta admiran a la Iglesia y a los fieles y aún reconocen el valor de los consagrados a Dios y al prójimo, a los misioneros y voluntarios que dan su vida por los demás.
Me dirijo ahora a esos que tienen fe, católicos practicantes, y a los no practicantes pero que respetan a la Iglesia y a veces acuden a las prácticas cristianas, y no ofenden con sus críticas. Son razonables, pero hay razones, según ellos, o comodidad,que los tienen así.Aparte, también, de una deficiente información o formación religiosa, a veces.
Hablando desde la fe, el católico, aunque las acepta libremente, la Iglesia no le obliga, solo le expone y enseña, debe respeto y asentimiento a las enseñanzas de la Iglesia, basadas en la Sagrada Escritura, es decir, la biblia en sus dos partes, sobre todo en los evangelios, y en el resto del Nuevo Testamento. También en la Sagrada Tradición y en el Magisterio de la Iglesia. Por encima de esas razones sobre el celibato y la virginidad que dicen esos fieles, está, por tanto, la obediencia o libre acatamiento a las enseñanzas de la Iglesia. El no aceptarlas, supone salirse de la Iglesia, de sus enseñanzas y autoridad sagrada, dadas por el mismo Jesús cuando les dijo. “ Todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo y todo lo que desatéis será desatado en el cielo”. O sea, un poder, ministerio, sagrado, absoluto, en materia de fe y moral, o costumbres, en lo que el Papa y sus sucesores, desde San Pedro, son infalibles, no por ellos mismos, sino por que Jesús se los dio. Lo que antes era excomunión, no es más que la Iglesia declara que se han salido de ella, no que la Iglesia los expulsa. Es la excomunión malamente interpretada como una condenación.
Hecha esta aclaración necesaria, hay otras respuestas a las preguntas o razones sobre el celibato y la virginidad, de orden histórico, religioso, social, humano, hasta científicas, psicológicas y aún de sentido común. La incomprensión sobre este tema viene de una falta de reflexión y conocimiento más profundo del que se suele hacer. Y no digamos de formación religiosa o teológica e histórica.
La soledad del sacerdote y de las religiosas o religiosos, suele ser relativa. Porque viven en comunidad. Los casos aislados de misioneros/as, pocos, se recompensan con esa dedicación a su misión que casi nunca les deja tiempo para sentirse solos. Hay tantas circunstancias de pobreza, peligros, persecuciones, educación, a los pobres, etc. Que apenas pueden pensar en sí mismos. Les colma una gran paz y alegría al descansar, en la noche, que superan sus problemas de soledad o psicológicos. El instinto sexual, naturalmente fuerte, no es inevitable. Aceptaron libremente, el celibato o la virginidad, al decidir su vocación; la Iglesia no les obliga, solo pide su libre aceptación. Incluso en el mundo laico, hay personas célibes que, bien por amor al arte, a la ciencia o pura voluntad, escogieron esa vida y no han sido ni son paranoicos. Les gusta la soledad. Otros no pueden. El sacerdote o monja, si, al final, no son capaces de esa vida, tiene la libertad de pedir la dispensa y la Iglesia nunca la niega. Por eso decir que si se casaran no habría pederastas es inútil. Los habría casados o no, como ocurre, también, entre los laicos. Se trata de un acto inmoral personal, libremente hecho, un gravísimo pecado, que escapa muchas veces al conocimiento de la Iglesia o llega tarde, problema en el que están implicados otros no pederastas pero cómplices u ocultantes. Previniendo o no, estos casos se dan. Hay pederastas en la Iglesia,como otros pecados, no que la Iglesia sea pederasta. Lo que sería absurdo e ilógico que todos lo fueran. Como humana, también, hay estos y santos y buenos, los más. La vida matrimonial no estorba para que un sacerdote pueda aconsejar acertadamente, como un médico no necesita estar enfermo para tratar a un paciente. El mucho trato con la gente y con matrimonios, les da criterio para eso. Los sacerdotes casados son una excepción por motivos muy necesarios y urgentes, como en algunos lugares la falta de ellos muchísimo tiempo, o la costumbre ortodoxa de permitirlo antes de ordenarse, en algunos casos. Casos muy raros y que suelen durar poco. Se impone el criterio de la Iglesia y de la Tradición Sagrada. Mirando siempre por el bien de los fieles y la eficacia del servicio de los religiosos.
Y ahora, una razón muy poderosa, desde la fe, que ilumina este problema. Sabemos por fe, y por experiencia, que esta vida es de paso. Que las relaciones humanas, sobre todo de hombre y mujer, también son pasajeras. Por mucho que nos queramos, el amor humano, a pesar de su sentido espiritual, como en el matrimonio católico, tiene una base material, cuerpo con actos materiales, abrazos, besos, sexo…Todo dentro del plan de Dios de la propagación de la especie: “ Creced y multiplicaos”, dijo. Pero ese mandato es a la especie, en general, pero no al individuo. Por lo que no desobedece a Dios el que no quiera “ multiplicarse” . También dijo Jesús: “ Hay eunucos( célibes, no casados) que nacen así( los que por naturaleza, no pueden tener relaciones sexuales dentro del orden natural, como la homosexualidad; que no es en sí inmoral,; es un estado, no una elección; otra cosa son los actos según la conciencia) Y hay otros a los que los hombres los hacen, como los castrados. Y, por fin, dice el Señor, los que renuncian a la sexualidad por amor al Reino de los Cielos” Y estos son los que consagran su vida exclusivamente al amor de Dios, en su servicio y a los prójimos, sobre todo,necesitados. La Virgen María fue el modelo prototipo al poner a Dios una condición para ser Madre de Jesús: su virginidad que ya había decidido, por eso le dijo”¿Cómo podrá ser eso, si yo no conozco( ni conoceré varón, quiso decir)? Conocer en judío es tener relaciones sexuales. Esa es la razón de la virginidad y celibato de mujeres y hombres a lo largo de la Historia y de la Iglesia.
La razón de sentido común que aludía arriba, como una más, es lo que decía San Pablo: Los casados están divididos entre agradar a Dios y atender a su pareja. Los solteros, y viudas, están libres y pueden dedicarse por completo a ese servicio a Dios y a los prójimos. Los problemas, y no digamos en el matrimonio, los hijos, la educación, el trabajo, los problemas económicos, suponen tal entrega y acaparamiento de tiempo y de energías, que sería muy difícil a una persona consagrada al servicio de Dios y del prójimo, atender a ambas cosas. Está también la delicadeza del secreto de confesión que despertaría muchas sospechas o dudas en los penitentes, al menos en algunos, ante una persona que, después de confesarse, sabe que la intimidad de un matrimonio supone no guardar secreto entre ellos. Y, aunque no se diera, como nunca se ha dado este caso de revelación de ese secreto, la duda es psicológicamente natural.
Por último, y esta es la mayor razón para la fe, decía que estamos de paso, el amor y toda la vida humana. No podemos, ni podremos, vivir siempre, sin morir, una vida natural, humana, cuerpo y alma. Sobre todo, cuerpo. Escoger una vida virginal, o de celibato, “ por el Reino de los Cielos”, como dice Jesús, es trascender la vida material, corporal, en la que se desarrolla la vida humana y, luego, con la muerte, desaparece, es una declaración de fe en otra vida en la que lo material, como el cuerpo, será transformado, espiritualizado, glorificado. Esto no significa menospreciar la vida natural, o el matrimonio, ya que es obra de Dios y muy digna, hasta sacramento. Pero “Ya, dijo Jesús, en la Resurrección, en esa vida, ni los hombres tomarán mujeres, ni las mujeres tomarán maridos, porque serán como los ángeles, ya hijos de Dios. Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Porque para Dios todos viven”.
Espero haber aclarado lo suficiente. Perdón por la necesaria extensión. Y gracias.