Existe una relación constatada entre el hundimiento demográfico y el hundimiento de la religiosidad, especialmente llamativo en los países cristianos, y más en particular aún en las naciones católicas. Philip Jenkins, profesor de Historia y codirector del Programa de Estudios Históricos de la Religión en la Baylor University, escribió el año pasado una exhaustiva investigación sobre el tema, Fertility and Faith [Fertilidad y fe]. Giulio Meotti le ha entrevistado en Il Foglio sobre la dramática correspondencia entre «cunas vacías e iglesias vacías«:

Raramente un número ha tenido tantas implicaciones y tan distintas, para una sociedad: implicaciones culturales, económicas y humanas. El número es 2,1. Es el número de niños que debería tener cada pareja para que la población de un país se mantenga estable. «Las sociedades con una natalidad muy alta tiene muchos jóvenes y son turbulentas e inestables; en cambio, las sociedades con una baja natalidad están caracterizadas por poblaciones ancianas y tienen otros problemas».

Quien habla así es Philip Jenkins, uno de los más renombrados estudiosos de la religión en Estados Unidos, cuyo libro lleva como subtítulo: «La revolución demográfica y la transformación de las religiones mundiales».

Todo empezó en los 60: protestantes y católicos

«A partir de los años 60, empezando por Europa, muchos países en todo el mundo pasaron a este modelo de baja natalidad. En Italia, una mujer en el 1900 tenía 4,5 hijos. En 1964, el número era 2,7 y en 1995, 1,2. Hoy es 1,3. En términos históricos, estas cifras son sorprendentemente bajas. Es una revolución social que tiene muchas implicaciones para la política, la economía, las relaciones de género, las actitudes morales y muchos otros aspectos de la vida». La tesis de Jenkins es que el descenso de la natalidad y la secularización van siempre de la mano.

«Existe una estrecha relación entre los índices de natalidad de una comunidad y el grado de fervor religioso. Las sociedades con una natalidad elevada, como la mayor parte del África contemporánea, son sociedades fervientes, devotas y religiosamente entusiastas. Viceversa, menor es el índice de natalidad, menor es la dimensión de la familia; y mayor es la tendencia a separarse de la religión. Europa es el ejemplo más claro al respecto, puesto que su descenso de la natalidad está relacionado con una rápida secularización. Pero ahora este modelo de baja natalidad y fe se está difundiendo en todo el mundo, en América Latina, en Asia oriental y en parte del mundo islámico».

Philip Jenkins y portada de Fertility and Faith.

Philip Jenkins es el autor de «Fertility and Faith».

Ambas condiciones caminan en paralelo, y la disminución de la práctica religiosa precede al descenso demográfico. «Los índices de natalidad proporcionan un indicador eficaz del comportamiento religioso, y los cambios rápidos deberían servir como campana de alarma sobre una inminente secularización y el declive de la religión».

El cambio tuvo lugar en los años 60. «Cuando este proceso empezó en los países escandinavos y los Países Bajos, los estudiosos pensaron que estaba relacionado con el protestantismo progresista. Pero a inicio de los años 70 también empezó a afectar a los países católicos. Ese cambio estaba estrechamente relacionado con el fuerte descenso de la práctica religiosa, medido con la regularidad con la que se iba a la iglesia, las vocaciones al sacerdocio y el número de mujeres en las órdenes religiosas. A medida que los vínculos religiosos disminuyen, las personas definen cada vez más sus valores en términos que son individualistas y laicos. Están más dispuestas a oponerse a las iglesias o las instituciones religiosas sobre cuestiones sociales y políticas de género y moralidad.

»También en países que antaño eran firmemente católicos como Italia, España, Bélgica o Irlanda, asistimos al progreso de la anticoncepción, el divorcio y el aborto. En muchas naciones, el declive de la natalidad está estrechamente relacionado con la aceptación del matrimonio entre personas del mismo sexo, algo impensable hace unos decenios. Vemos que, en todo el mundo, a medida que disminuyen los índices de natalidad, crecen los derechos de los homosexuales con una fuerte oposición a la Iglesia».

Italia ofrece un ejemplo de la relación entre natalidad e influencia de la religión.
«Empezó en los años 70, el periodo en el que la Iglesia sufrió diversos reveses. En 1964 tuvo lugar el referéndum sobre el divorcio y en 1978 el del aborto. Una cronología que sigue fielmente el declive de la natalidad: en 1976 la tasa era de 2,1; en 1981 había bajado a 1,6. Un cambio demográfico extremo en muy pocos años, más rápido que cualquier otro registrado en la historia.

»Tanto los Países Bajos como Bélgica eran países muy religiosos, uno protestante y el otro católico. Ahora ambas sociedades tienen una natalidad bajísima y son de las más laicas del mundo. Sus cambios iniciaron en los años 60. Bélgica fue un famoso centro de la vida espiritual y cultural católica, caracterizado por una elevada natalidad y familias numerosas. Todo cambió en los años 60. El índice de natalidad alcanzó el mínimo en 1985 (1,51). Hoy es inferior al de Dinamarca y los Países Bajos.

»En 1964 una mujer española tenía de media tres hijos, un índice que bajó a 1,1 en 1997. En el espacio de una sola generación –entre 1964 y 1995–, Italia bajó de 2,65 a 1,19. Un dato comparable al de la católica Austria. Entre 1955 y 1971, nueve millones de italianos emigraron dentro del país, abandonando las ciudades pequeñas para trasladarse a ciudades grandes como Milán y Turín. El éxito urbano e industrial se refleja en la creciente despoblación de las zonas rurales, históricamente marcadas por una elevada natalidad. Al final de siglo, grandes zonas de Italia y España tenían una densidad de población tan bajas como las de Laponia; se las conoce como zonas ‘vaciadas'».

«Los gobiernos no pueden hacer mucho»

Decíamos de Bélgica. «La participación a la misa dominical es actualmente inferior al 10% y menos de la mitad de los padres bautizan a sus hijos. Las vocaciones han caído hasta, literalmente, cero. Solo el 55% de los belgas se identifica como cristiano, un nivel comparable al de Escandinavia. Incluso para los estándares europeos, Bélgica está a la vanguardia de los enfoques laicos y progresistas. En 1990 Bélgica legalizó el aborto y en 2003 fue el segundo país del mundo, después de los Países Bajos, en aprobar el matrimonio homosexual. En 2002 aprobó la eutanasia y en 2014 la eutanasia infantil. Como suele suceder, podemos hacer un mapeo del cambio demográfico y la secularización de manera muy detallada».

Los países occidentales están invirtiendo mucho dinero para intentar detener el colapso demográfico. «En general, los intentos de aumentar la natalidad pueden tener algún impacto, pero son caros y los resultados escasos«, nos dice Jenkins. «Las dictaduras pueden tener un cierto impacto, como el régimen comunista de Rumania antes de 1989, que suprimió los derechos de las mujeres. Pero los gobiernos no pueden hacer mucho para aumentar la natalidad«.

Estados Unidos: el final de la excepción

Norteamérica ha sido una excepción. «Respecto a Estados Unidos, la sorpresa de los investigadores duró mucho tiempo porque era un sociedad muy avanzada con un índice elevado de natalidad y religiosidad, lo opuesto de lo que sucedía en Europa. Pero en el último decenio, Estados Unidos se ha movido hacia la que se considera una trayectoria normal. El índice de natalidad está descendiendo por debajo del índice de reemplazo y estoy está cercano al de Dinamarca.

»Este cambio está acompañado de signos evidentes de secularización. Si la tendencia continúa, Estados Unidos sufrirá algo similar a la revolución demográfica europea, si bien con retraso. Estamos en las primeras fases de una auténtica revolución religiosa y cultural. Los ‘Nones‘, es decir, las personas que, cuando se les pregunta sobre su pertenencia religiosa, responden ‘ninguna’ [«none» en inglés], son actualmente un cuarto de la población, la misma proporción en el número de evangélicos y más elevada en el de los católicos. En términos relativos, el número de cristianos estadounidenses ha disminuido drásticamente. Hay un fuerte declive religioso en Estados Unidos, que se parece cada vez más a Europa».

Islam: dos modelos

Aún no se sabe qué pasará con el mundo islámico, pero se puede intuir. «Cuando pensamos en la ‘explosión demográfica’ del Tercer Mundo, la asociamos al mundo islámico. Pero es una idea obsoleta. Efectivamente, algunos de estos países tienen índices de natalidad muy altos, otros no. En Indonesia, en el Magreb árabe del noroeste de África y en la misma península arábica están bajando. Hay un islam a dos niveles.

»Todo esto es muy importante para imaginar el futuro del islam en Europa, porque en países como Argelia y Marruecos la natalidad está bajando a gran velocidad. Y, lo que es aún más sorprendente, en 1982 Irán tenía un índice de natalidad de 6,5 hijos por mujer; hoy es inferior a 1,7, menos que en Dinamarca. Si bien los líderes iraníes son muy fundamentalistas, las personas que gobiernan son cada vez más laicas. También han bajado los índices de práctica religiosa en el país. El jefe de la Guardia revolucionaria se ha lamentado porque solo se frecuentan 3.000 de las 60.000 mezquitas de la nación«.

Rusia: un cambio de trascendencia milenaria

Rusia es otro caso de manual. «Surgió en los años 90, con las arduas circunstancias demográficas de la ex Unión Soviética, en la que los índices de natalidad eran alarmantes. Las cosas empeoraron durante la dura crisis social y económica de los años 90. En 1999, el índice de natalidad alcanzó el mínimo histórico de 1,17, que luego subió a 1,7. Actualmente la población rusa es de 145 millones de personas, pero en 2050 será de 130. Como afirmó Putin, ‘la demografía es una cuestión vital. O seguimos existiendo o desapareceremos’.

»La relación entre demografia y religión representa una amenaza especial. En la época soviética, las minorías musulmanas demostraron ser más fértiles que los eslavos y otras poblaciones europeas. Actualmente, los musulmanes tienen un índice de crecimiento superior al 2,3, muy superior al de los pueblos eslavos. En 2018, el número récord de 320.000 musulmanes frecuentó las mezquitas de Moscú durante el Eid. Los musulmanes son el 15% de la población rusa. Según el Gran Muftí ruso, los musulmanes son 25 millones, es decir, el 18% del total, y prevé que este porcentaje podría superar el 30% a mediados de los años 30 [de este siglo]. Esto representa una cuota musulmana de la población mucho más alta respecto a la de las naciones europeas preocupadas por la amenaza de la ‘islamización’.

»La visión de un futuro próximo en el que un tercio de Rusia sea islámico exige replantear con detalle y en profundidad los relatos tradicionales sobre la historia de este país, y su pretensión de representar uno de los centros de la cristiandad».

África, la religiosa

Por consiguiente, el centro del desafío demográfico y religioso será el África subsahariana. «A lo largo del siglo pasado, el crecimiento de la población africana fue uno de los hechos más significativos de la historia. La población total de África ha crecido desde los 110 millones que tenía en 1900 a los mil millones de 2015, con un probable aumento a 2,5 mil millones antes de 2050. En 1900, los africanos representaban el 7% de la población mundial; en 2050 representarán más del 25%.

»Se calcula que, precisamente en 2050, de los veinte países con mayor población, no menos de seis serán naciones africanas: Nigeria, República Democrática del Congo, Etiopía, Tanzania, Uganda y Kenia. En conjunto, en 2050 estos países tendrán más de 1,1 mil millones de ciudadanos. Salvo Rusia, ningún país europeo aparecerá en una lista similar sobre las naciones más pobladas».

Es el conjunto de Europa la que está perdiendo el peso demográfico. «En 1950, el europeo medio tenía 29 años, hoy tiene 43. En África, en el mismo periodo, la edad media de la población ha aumentado de los 19 a los 20 años, es decir, casi no se ha movido. Este dato influye en todos los aspectos de la vida, el trabajo y el gobierno.

»En África, la lealtad religiosa es muy fuerte en todas partes. En una encuesta realizada en 2015 se les preguntó a los entrevistados si se sentían religiosos. En la parte más alta de la lista había tres países africanos –Etiopía, Malawi y Níger, todos con un porcentaje del 99%– y el total de las primeras veinticinco naciones se encontraban en África, Oriente Medio y el Sudeste Asiático. En cada uno de estos veinticinco países se censaron sentimientos religiosos con índices que llegaban al 95%. En el otro extremo de la lista había veintitrés naciones, toda en Europa y alguna asiática. A la pregunta sobre el papel que la religión tenía en su vida, África tuvo los números más altos: 98% en Etiopía, 88% en Nigeria, 86% en Uganda.

»Este entusiasmo religioso se expresa en las dos grandes religiones. El islam está creciendo a gran velocidad en algunas áreas, sobre todo en el África negra, que aún es una sociedad muy joven y con altos índices de fe y natalidad. El islam y el cristianismo están creciendo juntos muy rápidamente. A menudo se oye hablar de violencia entre musulmanes y cristianos en África, que en gran parte tienen lugar a lo largo del décimo paralelo. En Nigeria hay historias terribles de violencia entre musulmanes y cristianos. Pero es importante verlo no solo en términos de una religión particular violenta o peligrosa, porque el factor principal es demográfico.

»En una sociedad con una natalidad muy elevada, como es la mayor parte de África, vemos una ‘expansión juvenil’, que sucede cuando un porcentaje muy elevado de la población tiene una edad comprendida entre los 15 y los 25 años. Es muy similar a la Europa de los años 30, cuando era fácil para los movimientos políticos extremistas reclutar a jóvenes para combatir a los enemigos en las calles».

El reto de la Iglesia

La cristiandad tiene ante sí un desafío enorme. «El crecimiento de la secularización es más que evidente y será muy difícil invertir la ruta», concluye Jenkins a Il Foglio. «También los países que siguen siendo religiosos, como Polonia, sufrirán este cambio en un decenio más o menos. Pero el islam no está creciendo tan rápidamente como se temía, y muchos musulmanes europeos son más bien laicos. Las iglesias europeas seguramente se dirigirán a las minorías. Actualmente, en Italia el 40% del clero es extranjero.

»La fe se diversificará cada vez más. Las iglesias deben reflexionar seriamente sobre cómo afrontar las nuevas realidades demográficas, entre ellas, la de una sociedad que envejece con gran rapidez».

En los años 50, la población de Lagos, Nigeria, era de 300.000 habitantes; hoy es de 20 millones y en 2050 será de 40 millones. Poco menos que Italia en el peor escenario de declive demográfico. En 1950, Níger, con 2,6 millones de personas, era más pequeño que Brooklyn. En 2050, con 68,5 millones, tendrá las dimensiones de Francia. Ese mismo año, Nigeria, con 411 millones de personas, será mucho más grande que Estados Unidos e igualará a la Unión Europea. Son las cunas, más que la covid, las que deciden el mundo de mañana.

Traducido por Elena Faccia Serrano.