Hay muchas cosas que los cristianos de a pie desconocemos sobre el Islam. Semanas atrás decenas de miles de ellos se sorprendían al descubrir que los musulmanes tienen en altísima consideración a María, colocándola en un lugar en su credo casi tan alto como el que ocupa en nuestra religión.
Cuando los musulmanes mentan a María (Maryam en árabe), lo suelen hacer acompañado de la frase “la paz esté con ella”, lo mismo que se dice al mencionar a Jesús o a Mahoma. Esto es así porque dentro del Islam María es importantísima, una profeta para algunos, como los hombres antes mencionados, mientras que para otros, por su condición de mujer, no puede ocupar esa categoría, por lo que se la incluye en un peldaño inmediatamente inferior, el de “mujer excepcionalmente piadosa y con el rango espiritual más alto entre las mujeres”.
Virgen, sumisa, valiente
Siguiendo con los méritos, es la única mujer mencionada por su nombre dentro del Corán, está presente en 70 versos coránicos y se la cita en más ocasiones que a cualquier miembro de la familia del profeta Mahoma. También es la única mujer cuyo nombre encabeza una de las suras, cada uno de los 114 capítulos del libro sagrado.
En otra sura, el de Familia de Imrán, es donde se cuenta la historia de María, con similitudes con la historia que se cuenta en el cristianismo, aunque con algunas diferencias: sí, creen en la Inmaculada Concepción, así como el “parto virginal”. Aunque Jesús es un “hombre mortal”, sólo un “mensajero” y no la misma manifestación corpórea de Dios como es en el cristianismo, el hecho de que María lo concibiese convierte este hecho en un milagro y a ella como canalizadora del mismo. José, eso sí, no es su marido, sino un personaje más de fondo en la historia.
María fue “valiente” al tener al niño y llevarlo ante la comunidad, que la cuestionó pero ella se mantuvo firme. “¡Maryam! Has traído algo muy grave. ¡Hermana de Aarón! ¡Tu padre no ha sido un hombre de mal ni tu madre una fornicadora!”, le espetan. La comunidad se convenció cuando el Jesús recién nacido empezó a hablarles: «Yo soy el siervo de Alá. Él me ha dado el libro y me ha hecho profeta». Momento en el que aceptaron que se trataba de una intervención divina.
La virginidad de María podría tener que ver con la inocencia de los hombres. Cuentan en Aleteia que, en todo el Corán sólo se usa una vez la palabra “libertad” y es en un versículo a propósito de María. La mujer de Hemram, que es la madre de María, reza a Dios diciendo: “Dios, yo te dedico aquella que tengo en el seno y la dedico para que sea libre, libre en absoluto”. “Esta libertad”, cuenta la periodista Inma Álvarez, “es una libertad absoluta de todo aquello que puede ser visto como pecado, como un mal, como un fallo, como una debilidad. María es pura de todo esto”.
Tan importante como Fátima (o más)
María no está sola en el panteón de mujeres venerables, hay otras tres, aunque a ninguna de las otras se las menciona en las sagradas escrituras por su nombre. La acompañan Asiyah, la esposa del Faraón que protegió a Moisés de la ira de su marido, Jadiya, la primera creyente de Mahoma que hizo todo por defender su fe, incluyendo dar su vida (y que es una suerte de símbolo feminista de la época), y Fátima, la venerada hija del Profeta y persona a través de la que el linaje de Mahoma se conservó, por lo que es símbolo de “esperanza” para su pueblo.
Cada una de ellas tiene cualidades admirables, pero esa sumisión, valentía y, por encima de todo, virginidad de María es lo que la hace superior desde el punto de vista de su religión, más incluso que Fátima, su principal rival en importancia. En el momento en el que Fátima muere, Mahoma dice de ella “tú serás la más bendita entre todas las mujeres del paraíso, después de María”.
En el Islam, claro, María no es la madre de Dios, por eso mismo ni a ella ni a Jesús se les debe rezar o pedir nada. Pero, además de un dechado de virtudes, María funciona así como puente entre de entendimiento entre cristianos y musulmanes, un símbolo y modelo común entre estas dos religiones.