Recibí esta antigua plegaria hebrea hace 3 años por medio de un mensaje que nunca ví, el momento que la leí, fue justo cuando pasaba por el duelo de haber perdido a una querida hermana en la fe, misma persona que me la había enviado.
La oración que algunos atribuyen ser de origen judío, pero que sin embargo desconozco su verdadero origen; tocó profundamente mi corazón, y me hizo reflexionar acerca de muchas cosas, no pude evitar que mis ojos se llenaran de lagrimas, y de agradecer a Dios por el simple hecho de existir, por cada respiro, por su aliento de vida en nosotros, por este motivo, decidí compartirla con ustedes en este espacio.
“Que tus despertares te despierten, y que, al despertarte, el día que comienza te entusiasme. Y que jamás se transformen en rutinarios los rayos del sol que se filtran por tu ventana en cada nuevo amanecer.
Y que tengas la lucidez de concentrarte y de rescatar lo más positivo de cada persona que se cruce en tu camino.
Y que no te olvides de saborear la comida, detenidamente, aunque solo se trate de pan y agua.
Y que encuentres algún momento durante el día, aunque sea corto y breve, para elevar tu mirada hacia lo alto y agradecer, por el milagro de la salud, ese misterio y fantástico equilibrio interno.
Y que logres expresar el amor que sientes por tus seres queridos. Y que tus abrazos, abracen. Y que tus besos, besen.
Y que los atardeceres no dejen de sorprenderte, y que nunca dejen de maravillarte.
Y que llegues cansado y satisfecho al anochecer por la tarea satisfactoria realizada durante el día.
Y que tu sueño sea calmo, reparador y sin sobresaltos.
Y que no confundas tu trabajo con tu vida, ni tampoco el valor de las cosas con su precio.
Y que no te creas más que nadie porque, solo los ignorantes desconocen que no somos más que polvo y ceniza.
Y que no te olvides, ni por un instante, que cada segundo de la vida es un regalo, un obsequio, y que, si fuésemos realmente valientes, bailaríamos y cantaríamos de alegría al tomar conciencia de ello.
Como un pequeñísimo homenaje al misterio de la vida que nos acoge, nos abraza y nos bendice.»