En esta sección de reseñas de libros, suelo traer novedades que resulten oportunas, edificantes, que aporten nuevas perspectivas a la formación de la conciencia humana y cristiana.
En esta ocasión, el libro que nos ocupa, escrito por el actual Vicario General de la arquidiócesis de Monterrey (Méjico) no discurre por los cauces habituales.
El llamativo título, que tiene como subtítulo “Su actuación ante la situación actual”, me llamó la atención en una reciente visita a la librería. Recuerdo que no hace mucho leí otro libro con similar título, en ese caso referido a la Iglesia en España.
A medida que he ido leyendo las páginas del que nos ocupa, me he preguntado si debía o no hacer la reseña, hablar de él, al fin y al cabo, darle publicidad.
He decidido, como se puede comprobar, levantar acta de su contenido y aprovechar la oportunidad para desentrañar algunas ideas sobre el cristianismo o la Iglesia que han vuelto a reverdecer en los últimos tiempos.
Fruto, en gran parte, de los meses de confinamiento por la pandemia, este libro se divide en dos partes. La primera dedicada a la actuación de la Iglesia frente a la pandemia desde un análisis prospectivo que utiliza, supuestamente, la filosofía de la religión. Y, en segundo lugar, un análisis del futuro de la Iglesia Católica desde la teología narrativa.
Tengo que confesar que me ha parecido más interesantes la segunda parte que la primera, al margen de las, inevitables o no, repeticiones que se dan a lo largo del libro.
Mucho tendríamos que hablar de la teología narrativa incuso como contraste, o contraposición, con la teología sistemática, dogmática, con la perspectiva doctrinal. Pero este un tema, apuntado en el libro, que nos llevaría lejos.
Antes de entrar en la sustancia, permítaseme apuntar una cuestión. Sobre todo en la primera parte del libro, nos encontramos con lo que se pudiera denominar una glosa de lo que día a día el autor lee en los medios digitales. Principalmente en Religión Digital, que se convierte en un referente ineludible.
Y de ese portal de información religiosa, los teólogos áulicos, desde J. M. Castillo, a quien elogia en la página 111, a mi recordado Pikaza, por citar algunos. Se podría decir que este libro es fruto del efecto que determinados medios producen en determinados lectores, sin el pluralismo de fuentes y perspectivas que se debiera suponer.
Vayamos pues al meollo, o a algunos de los meollos, de esta propuesta. Digamos que las tesis de fondo son claras. Estamos en un tiempo de cambios, la pandemia ha sido un acelerador de esos cambios, muta el mundo, la historia, ¿qué es lo que debe cambiar en la Iglesia? ¿En función de qué criterios?
Está claro, y esta es un idea que comparto, que el criterio debe ser el retorno a Jesús de Nazaret, lo que hizo y lo que dijo. Otra cuestión es el predominio de la jesuología sobre la cristología, sin obviar esta perspectiva, ya que el autor se cuida mucho de respetar las afirmaciones básicas de la fe.
Cambia el mundo, cambia la Iglesia. La Iglesia debe cambiar desde la vuelta a Jesús de Nazaret. ¿Qué de Jesús haría posible un cambio en la Iglesia que le permitiera qué?
Reproduzco algunas afirmaciones para que tengamos en cuenta de qué se está hablando. “En el futuro, y para que la IC (Iglesia Católica) cumpla con su misión y carisma, sería muy oportuno que su predicación fuera más kerigmática y menos disciplinar, más propositiva y menos punitiva”. Vale, ¿y qué significa esto?
“Concluyamos esta sección. La lista de temas en espera de un abordaje diferente es abundante: comunión a los divorciados vueltos a casar, anticonceptivos, matrimonio entre personas homosexuales, celibato sacerdotal obligatorio, sacerdocio femenino, diferencia entre eutanasia y sedación paliativa, y un largo etcétera”. Es decir, el catálogo de siempre, sin más novedades o sorpresas en las propuestas y enfoques que los lugares comunes desde dónde se abordan estas y otras cuestiones.
“Bien le haría a la IC disminuir el énfasis que ha puesto en ser la única Iglesia verdadera, y abrirse con mayor humildad a la riqueza que existe en otras Iglesias y agrupaciones religiosas, bebiendo de sus espiritualidades”.
Otro sí: “Otra celebración que podría acercarse al comportamiento festivo de Jesús podría ser las bendiciones a parejas homosexuales. Ojo, no me atrevo a sugerir los matrimonios sacramentales entre ellos, para no causar escozor en algún lector, pero hasta allá tendríamos que llegar en el futuro”.
Me disculpará nuestro autor pero si el único argumento para que no afirme lo que quiere afirmar es que puede escocer a algún lector, ya lo ha hecho.
“Condenar a los homosexuales al celibato obligatorio y no abrir nuevas posibilidades a divorciados y vueltos a casar es negarles el acceso pleno a las celebraciones sacramentales, a la gracia. Ojalá no nos lo reclamen en el cielo”. Sic.
No niego que haya algún planteamiento novedoso, al margen de determinadas dialécticas. Por ejemplo, la cuestión de, según el autor, desvincular los sacramentos de las economías parroquiales y eclesiales.
Una última cuestión. Es cierto que en el libro hay un referente continuo, el papa Francisco, con sus textos, con su nombre. Yo me pregunto si el papa Francisco, incluso implícitamente según la utilización que hace el autor del clima y del texto de su pontificado, está dando pie para que se saquen las conclusiones que saca nuestro autor o hay intérpretes que van más allá de lo que dice o hace el papa.
Más bien lo segundo, porque también se podría escribir un libro, citando al papa, explícitamente o implícitamente, y afirmando lo contrario respecto a muchos de los temas aquí planteados.