La hora de tu muerte ¡señor!, está llegando,

motivada por azotes y penurias,

tormentosas muchedumbres que, con furia,

mancillaban tu nombre, profanando.

 

Tu voz angelical se fue ahogando,

eclipsándose el sol y una nube turbia,

inundo de repente y con divina alcurnia

morías en la muerte agonizando…

 

Han transcurrido siglos y tu amando

conduces al mundo con su gente

que ofensivos te ofendemos diariamente.

 

Sin embargo, tu ejemplo eternamente,

enseñara al hombre a ser humano

entonces tu muerte ¡señor!, no fue en vano.