El proceso de migrar supone un desgarro, un gran esfuerzo para adaptarse a una nueva cultura y la transformación de nuestra identidad. La migración familiar intensifica cada uno de estos aspectos, creando una ruptura y una separación entre los que se quedan y los que se van, entre el “aquí” y el “allá”.
Son pocas las veces en que toda la familia consigue mudarse al mismo tiempo al nuevo país y normalmente viaja primero uno o ambos padres y los hijos llegan después, incluso a varios años de distancia. En algunas ocasiones pueden llegar todos los hijos a la vez o uno a uno, a través de la llamada reagrupación familiar. En otros casos, no todos los hijos consiguen llegar debido a complicaciones, o simplemente porque ya han alcanzado la mayoría de edad.
Cuando los niños y adolescentes migran, generalmente llevan a cuestas una historia con separaciones frecuentes y con la pérdida de vínculos afectivos fundamentales. Además de haber tenido que aprender a vivir con el dolor de la ausencia y la distancia de sus padres, cuando se mudan de país enfrentan una nueva separación de las personas que se han hecho cargo de ellos, como pueden ser la abuelita, una tía, sus padrinos, etc. y viven asimismo el proceso de desarraigo y de adaptación a una cultura diferente. Recordemos además, que la migración infantil no es una elección.
Por otra parte, los padres que migran enfrentan el proceso de desarraigo y adaptación a una nueva cultura, junto con el dolor de no poder convivir con sus hijos y el gran reto de encontrar una nueva forma de ser padres y de poder estar “emocionalmente presentes” aún en la distancia. El riesgo de tratar de llenar con bienes materiales el vacío emocional que se crea con la lejanía y de callar el sentido de culpa de haber “abandonado” a los hijos, ofreciendo regalos costosos, es muy grande.
La esperanza del reencuentro normalmente acompaña la historia de todas las familias migrantes y el proceso de reagrupación familiar suele ser agridulce: dulce, porque finalmente, después de tanto tiempo, tanto dolor y tantas dificultades, llega la alegría y el gozo de poder volver a estar juntos, de abrazarse otra vez, de tener la opurtunidad de convivir en familia. Agrio, porque después de tanto tiempo y tanta distancia, todos hemos cambiado y descubrimos confundidos que también somos extraños, aunque creíamos conocernos.
Los padres se encuentran con que los bebés o los niños se convirtieron en adolescentes o en jóvenes, los hijos descubren que mamá y papá son muy distintos a la imagen que tenían de ellos. Es como si cada miembro de la familia hubiera retocado una fotografía muy querida con mucho cuidado durante tanto tiempo, para descubrir que la convivencia familiar resulta como una película inesperada e intensa, que nos descoloca, que está apenas al inicio y que en realidad está hecha por todos.
Algunas ideas que pueden ayudar a las familias a enfrentar el proceso de la migración son:
Durante la separación
- Así duela, es mejor hablar de la separación y despedirse. Incluso con niños muy pequeños, es importante decirles la verdad, con palabras sencillas de acuerdo a su edad. Mentir diciendo que papá o mamá volverá pronto o peor aún, el no despedirse, crea mas confusión y dolor y alimenta el miedo al abandono.
- Preparar a los niños y adolescentes para la separación, explicándoles que será difícil para todos y que probablemente se sentirán tristes, enojados o confundidos. Es importante también recordar el objetivo del proyecto de migrar y asumir la responsabilidad de la decisión, sin descargarla sobre ellos con frases como: “me estoy sacrificando sólo por ti”; “si no fuera porque tengo que pagarles la escuela y darles una buena educación, no me iría”.
- Mantener una comunicación de calidad con nuestros hijos: interesarnos por su mundo (la escuela, sus amigos, los pasatiempos preferidos), preguntar frecuentemente cómo están, escuchándolos con respeto y permitiendo la expresión de las emociones agradables y desagradables. Expresarles nuestro afecto y contarles también cómo nos está yendo, con un lenguaje sencillo de acuerdo a su edad e incluyendo aspectos positivos y negativos de nuestra experiencia.
- Establecer y mantener una relación de respeto, apoyo y colaboración continua con las personas que se hacen cargo de nuestros hijos.
- No limitarnos a mandarles dinero o regalos: podemos hacer una manualidad, un dibujo, video, texto… algo hecho por nosotros mismos que les ayude a sentir que son importantes y que a pesar del cansancio y las dificultades, dedicamos un tiempo para pensar sólo en ellos.
Durante el reencuentro
- Preparar la acogida. Además de informarnos muy bien sobre los pasos a seguir para la reagrupación familiar y la inscripción a la escuela, al sistema de salud pública, etc., es importante realizar los cambios necesarios en nuestra rutina diaria, laborativa y social de cuando estábamos solos o con nuestra pareja, para adaptarla a cuando estarán nuestros hijos (no podremos continuar a trabajar durante todos los fines de semana o 12 horas diarias por ejemplo). Asimismo, crear una red social con personas del barrio y con otros padres de familia con hijos de edades similares a los nuestros.
- La familia se vuelve a reunir, pero no es y no será la misma de antes. Los roles pueden haber cambiado y las expectativas pueden verse defraudadas. Los padres que han preparado todo para acoger a sus pequeños se encuentran que ese todo no es suficiente para ver a sus hijos contentos. Los hijos que soñaban ser el centro nuevamente de sus padres, se encuentran solos, tristes y enfadados sin saber porqué.
- Es aquí que es importante enfatizar que el vínculo familiar se debe reconstruir y esa reconstrucción se hace con tiempo compartido en calidad y también en cantidad. No pretendamos correr y hacer como si nada hubiera pasado. Somos una nueva familia y finalmente estamos juntos en un nuevo entorno, hagamos que ese entorno sea lo más amable posible y recordemos que la migración infantil no es una elección.
Para concluir, es importante organizar un tiempo y un espacio para elaborar juntos la experiencia de la migración, recreando la historia familiar (a través de un texto, dibujos, fotografìas, etc.), compartiendo las vivencias y emociones de cada uno, también durante las separaciones y los reencuenros. Puede ser muy útil buscar el apoyo de otras familias que han vivido o están viviendo una experiencia parecida o incluso buscar ayuda profesional si es necesario.