Los marroquíes convertidos al cristianismo, que practican su culto en la clandestinidad, reivindican ahora su derecho a vivir su fe abiertamente, en una sociedad de mayoría musulmana donde la cuestión sigue siendo tabú.
En un apartamento de un barrio popular de Agadir (sur), los cantos litúrgicos resuenan en una minicadena bajo un crucifijo de plata colgado de la pared. “Soy marroquí antes que cristiano”, suspira Rashid, de unos cuarenta años, que recibe en su salón a una decena de convertidos para una “tarde de oraciones”.
Nacido en una familia adepta al sufismo, una tradición mística del islam, este pastor protestante abrazó la fe cristiana en 2004. “De niño, mi padre me obligaba a ir a la hermandad sufí. Pero yo no me identificaba”, cuenta a la AFP este padre de dos hijos.
Siendo un adolescente empezó a interesarse por el cristianismo. Desde un cibercafé, se puso en contacto con una web que “predica la palabra de Dios” y que le envió una Biblia. “La he leído integralmente, he estudiado la palabra de Dios, he seguido formaciones. (…) Con 24 años, fui bautizado en un apartamento en Casablanca”, confiesa.
– ‘Llenar un vacío’ –
Sentado a su lado, Mustafá, de 46 años, se convirtió en 1994 para “llenar un vacío espiritual”. Este funcionario fue durante su juventud miembro activo del movimiento islamista Justicia y Beneficencia.
“Agotado por las contradicciones del islam, me interesé por el cristianismo intercambiando correspondencia asidua con un centro religioso en España”. Después “di el paso”, recuerda Mustafá.
Vivió su fe en secreto hasta hace un año y medio, cuando publicó en internet un video en el que habla a cara descubierta de su conversión.
La reacción fue inmediata. “Algunos allegados me dieron la espalda, y fui apartado en el trabajo. Mis hijos han sido acosados en el colegio”, se lamenta.
Para vivir su fe abiertamente, Mustafá, Rashid y otros cristianos, reagrupados en el seno de una “Coordinación Nacional”, apelaron a principios de abril al Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) para pedir “el fin de la persecución” contra su comunidad.
“Reivindicamos el derecho a elegir nombres cristianos para nuestros hijos, a rezar en las iglesias, a ser inhumados en cementerios cristianos, a casarnos según nuestra religión”, enumera Mustafá.
No existe ninguna cifra oficial, pero se calcula que los convertidos marroquíes son entre 2.000 y 6.000, según el Departamento de Estado norteamericano. Concentrados entre Marrakech y Agadir, son principalmente protestantes -bautizados y evangélicos-, según los testimonios recogidos por la AFP.
En Marruecos, donde el islam es la religión del Estado y el rey Mohamed VI es el “comendador de los creyentes”, las autoridades presumen de permitir practicar libremente su religión a los cristianos extranjeros y a los judíos.
– ‘¡Un gran paso!’ –
Sin embargo, para los marroquíes -considerados automáticamente como musulmanes- la apostasía está desaprobada por la sociedad y el proselitismo condenado por la ley.
Aunque el hecho de renunciar al islam no está explícitamente mencionado en el código penal, los convertidos pueden acabar en prisión si son sospechosos de “quebrantar la fe de un musulmán o de convertirlo a otra religión”.
En los últimos años, ha habido varios casos de arrestos.
“El tema es ultrasensible porque hace referencia a la historia de la colonización y a la idea según la cual el cristianismo amenazaría la unidad de Marruecos”, esclarece para la AFP un sociólogo de religiones.
Pero la situación está cambiando. “Los arrestos casi han cesado, ¡es un gran paso! Los casos de acoso se han vuelo inusuales, y siguen siendo algo de la sociedad”, observa Rashid.
“El país ha hecho muchos avances en materia de derechos humanos”, estima por su parte Mustafá, que abala la acción del rey a favor de “vivir juntos”.
El “código penal, los partidos políticos y la sociedad no lo han seguido”, lamenta, señalando a una sociedad “esquizofrénica, llena de paradojas, donde muchos adoptan un modo de vida secularizado”, pero “se molestan en cuanto se habla de conversión”.