“Lo que nosotros hemos podido ver supera lo que uno puede imaginarse.” El Padre Luis Montes y la Hermana Guadalupe, misioneros del Instituto del Verbo Encarnado en Irak y Siria, cuentan en la serie “Testigos de la Verdad” su experiencia en contacto con los cristianos perseguidos.
“Enterrar a un niño de 10 años vivo para que sufra más, crucificar a un niño, son cosas durísimas y eso es lo que allá ocurre, la persecución se da todo el tiempo”, explica Luis Montes.
Sin embargo, para este misionero, lo que más impacta no es la crueldad de los perseguidores, sino la reacción del pueblo cristiano: “Ante semejante crueldad, ante semejante barbarie, tanto sufrimiento, ver la paz que existe entre ellos, el perdón absoluto, sin condiciones, es una cosa que para mí supera todo lo demás.”
Ejemplo de esta realidad es la reacción de la madre de dos jóvenes cristianos egipcios que fueron degollados en Libia. Cuando le preguntan por los asesinos de sus hijos, ella responde: “Les invitaría a tomar un café, porque ellos han introducido a mis hijos en el Reino de los Cielos”.
“El perdón es absoluto, guiado por ese espíritu de fe”, asegura el Padre Luis Montes, añadiendo que, a pesar del sufrimiento, los cristianos perseguidos tiene una felicidad mucho más profunda, basada en la capacidad de perdonar y de ver la mano de Dios aun en las acciones más duras. “Veo mejores sonrisas en el campamento de refugiados que en las ciudades de Occidente”, afirma.
Una fe profunda de la que también ha sido testigo la Hermana Guadalupe. Según explica esta misionera, el bienestar económico que se vivía en Siria hacía que el cristianismo estuviera contagiado del materialismo y la superficialidad de las sociedades occidentales.
“La llegada de la guerra y la llegada de la persecución es vista por ellos mismos, por los cristianos, como una purificación de su fe”, asevera la Hermana Guadalupe, que agrega que los cristianos en Siria estaban poniendo su esperanza y su alegría “en cosas que no pueden dar ni esperanza ni alegría”.
“Estábamos tan entretenidos con las cosas del mundo que nos olvidábamos de lo importante”, le confiaban estos cristianos a la Hermana Guadalupe. “Los cristianos se han fortalecido en su fe, es una enseñanza de cómo el sufrimiento es tan valioso, es el que les hace purificarse en su fe y aferrarse a las verdades eternas. Ellos ahora están con sus ojos fijos en el cielo”, concluye.