Al parecer, el lugar de la mujer en la Iglesia es un tema controvertido. Me sorprende porque cuando leo la Escritura no encuentro controversia alguna. Desde el principio de la creación Dios le dio un lugar privilegiado a la mujer. Desde el Génesis se hizo evidente que Él tenía una confianza especial en ella al encargarle la tarea de dar a luz la simiente que acabaría con el enemigo de nuestras almas. También se hizo evidente desde el Génesis que el enemigo tendría enemistad con la mujer y desde entonces empezó una guerra contra ella. Es él quien se ha encargado de que la mujer no tome su lugar en el Reino de Dios, sabe que ella representa una gran amenaza.
En el Salmo 68 Dios habla de una multitud de mujeres que se levantarán a dar el grito de guerra, la orden para que se dispersen los enemigos de Dios. La participación activa de las mujeres es clave en la derrota del enemigo, en la culminación de la promesa que Dios hizo en Génesis 3:15 al declarar que la simiente de la mujer, Jesús, aplastaría la cabeza del enemigo. Es tiempo que las mujeres comprendamos la importancia que nuestra participación activa en el Reino de Dios tiene para el cumplimiento de Sus propósitos.
Si nosotros entendemos que esta guerra entre Satanás y la mujer existe, entonces podremos comprender que desde el principio el enemigo se ha encargado de que la mujer no tome su lugar y que el hombre no reconozca su importancia. Si nos vamos al momento de la caída, vemos como el pecado original no solo afectó la relación entre Dios y su creación sino también la relación entre Adán y Eva. De acuerdo a Edgardo Silvoso, en su libro Mujer, Arma Secreta de Dios, “la intimidad perfecta que habían disfrutado fue quebrantada. Aquel Adán que días antes había descrito a Eva como ‘hueso de mis huesos y carne de mi carne’, ahora se desligaba de ella y la acusaba delante de Dios como la culpable de su miseria espiritual.” El pecado original creo esta brecha entre los géneros que sufrimos hasta el día de hoy y que ha permeado tremendamente en la iglesia. Es de suma importancia que haya una reconciliación entre el hombre y la mujer para que la iglesia pueda ser una fiel expresión de Jesucristo en la tierra.
Colosenses 1:20 nos dice que Jesús vino a reconciliar en Él todas las cosas. Esto incluye la relación entre el hombre y la mujer. Esto incluye la brecha de género que ha existido a lo largo de la historia. Esto incluye la restauración del lugar de la mujer en el Cuerpo de Cristo, la Iglesia. Por demasiado tiempo el enemigo se ha gloriado en mantener a la mujer en un lugar de inferioridad; la hora se acerca en que las mujeres y los hombres reconozcan el diseño y el propósito de Dios para la mujer en el cumplimiento de Sus promesas. La solución fue dada por Jesucristo a través del Apóstol Pablo en Gálatas 3:27-28, “porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.”(NVI).
Compartiendo las palabras del hermano Silvoso, “Es tiempo de que las mujeres tomen el lugar de honor que Cristo tiene para ellas. No es un lugar pasivo. Al contrario, es a la delantera de los planes de Dios.” No estamos hablando de una moda feminista, estamos hablando de romper con las mentiras que se han infiltrado en la Iglesia, estamos hablando de reconciliar la relación entre los géneros, estamos hablando de proclamar la victoria y caminar en unidad tal y como Jesús se lo pidió al Padre. ¿Qué mentiras del enemigo te están deteniendo para tomar tu lugar en la multitud de mujeres que proclaman el grito de guerra?