Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, mejor conocido como Pablo VI, fue el papa número 262. Su pontificado inició el 21 de junio de 1963 y concluyó el 6 de agosto de 1978, día en que murió.
Su labor pastoral y peculiarmente su pontificado se caracterizó por un diálogo abierto y fecundo con creyentes y no creyentes, así mismo con católicos y con quienes profesaban una fe distinta. Esta tarea en el contexto histórico que le tocó vivir fue muy complicada, más aun, el Papa Pablo VI fue un pionero de las relaciones de la Iglesia Católica con el mundo contemporáneo, recordemos que esta es una de las inspiraciones del Concilio Vaticano II.
Para Pablo VI hay dos condiciones que hacen posible entablar puentes de comunicación entre quienes piensan distinto y profesan distintos credos. La primera es el respeto a la diversidad. En palabras del Rabino Skorka, esta es una de las variables que han hecho posible el diálogo con el entonces Obispo Jorge Bergoglio, hoy Papa Francisco. La segunda condición es buscar, encontrar y hacer explícito lo que nos une y no lo que nos separa. Así fue como a lo largo de su pontificado generó espacios de encuentro con los creyentes no católicos, con quienes nos une la sincera búsqueda de Dios y con los no creyentes, con quienes compartimos la búsqueda de la verdad.
Estos altos ideales se concretaron en sus acciones, por ello una de sus primeras disposiciones como Papa, fue dar continuidad al Concilio Vaticano II, el cual había sido anunciado el 25 de enero de 1959 e inaugurado por su predecesor Juan XXIII en 1963. Ambos Papas, Juan XIII y Pablo VI habían sido compañeros en el llamado colegio Cardenalicio en el pontificado de Pio XII.
Este concilio, a diferencia de los recientes concilios anteriores y de las encíclicas del siglo XIX y principios del XX que denunciaban los extravíos del mundo moderno, tuvo como una de sus orientaciones centrales “abrir” la Iglesia católica al diálogo con el mundo y con otras confesiones religiosas. En este contexto, Pablo VI, en 1964, a un año de clausurar el Concilio, instituyó el “Secretariado para los no cristianos” hoy llamado “Consejo pontificio para el diálogo interreligioso”.
Otra acción significativa y a la vez fecunda fue que en 1964 visitó Tierra Santa, convirtiéndose así en el primer sucesor de Pedro, que volvía a pisar el suelo y recorrer los caminos en los que el cristianismo nació. Este gesto marcó la historia en dos sentidos, por un lado, restauró la relación entre el Catolicismo Ortodoxo y el Romano, que tenían literalmente siglos de no tenderse la mano y por otro lado instauró las relaciones con la comunidad judía, relación que han continuado los Papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y recientemente Francisco, pontífices sucesores a Palo VI.
Pablo VI fue promotor de las convicciones que han quedado plasmadas en la constitución “Nostra Aetate” (a la cual ya se ha hecho mención en artículos anteriores), en especial en tres grandes rubros: El primero es “el reconocimiento que en toda religión hay una búsqueda de Dios o el absoluto”, el segundo, derivado del anterior, “la necesidad de un diálogo con todos” y en tercero el “re descubrimiento de las raíces judías en el cristianismo”. (Palabras del Papa Francisco al conmemorar los 50 años de la publicación de Nostra Aetate).
Dice el Papa Francisco, refiriéndose a Pablo VI y el diálogo interreligioso:
“En cuanto al futuro del diálogo interreligioso, lo primero que debemos hacer es rezar y rezar los unos por los otros, pues ante todo somos hermanos”.