El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció a Jerusalén como la capital de Israel, revirtiendo una postura de Washington que databa de hace décadas, pese a las advertencias en todo el mundo de que el gesto abre una división entre Israel y los palestinos.
En un discurso ofrecido en la Casa Blanca, Trump dijo que su gobierno pondrá en marcha también el proceso para trasladar la Embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv a Jerusalén, algo que se espera tarde varios años.
«He decidido que es hora de reconocer oficialmente a Jerusalén como la capital de Israel», comentó Trump. «Aunque presidentes anteriores lo convirtieron en una gran promesa de campaña, no la cumplieron. Hoy, yo estoy cumpliendo».
El estatus de Jerusalén -que alberga lugares sagrados de musulmanes, judíos y cristianos- es desde hace tiempo una piedra de tope en los truncados esfuerzos de paz en la zona.
La decisión de Trump complica el histórico rol de Washington como mediador en el conflicto entre israelíes y palestinos y tensa las relaciones con aliados árabes en los que Estados Unidos confía para cimentar su oposición a Irán y combatir a los militantes islamistas suníes.
Israel considera que la ciudad es su capital eterna e indivisible y quiere que todas las embajadas estén instaladas ahí. Por su parte, los palestinos desean que la sede de un futuro Estado independiente esté en Jerusalén Este, capturada por Israel en la Guerra de los Seis Días de 1967 y anexada en una decisión que nunca contó con reconocimiento internacional.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, elogió como un «hito histórico» la decisión de Trump, que seguramente será del agrado de los republicanos conservadores y cristianos evangélicos que conforman una porción importante de su base política.
Los asesores de Trump afirman que la decisión refleja la realidad de Jerusalén como centro de la fe judía y el hecho de que la ciudad es la sede del Gobierno israelí.
Trump, quien señaló que esta determinación tenía que haberse tomado «hace tiempo», actuó bajo una ley de 1995 que exige el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalén. Sus predecesores Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama habían aplazado esa decisión para evitar inflamar las tensiones en Oriente Medio.
El grupo islamista Hamas dijo que la decisión de Trump es «una agresión flagrante contra los palestinos» e instó a los árabes y a los musulmanes a debilitar los intereses de Estados Unidos en la región y a «aislar» a Israel.
En tanto, el presidente palestino, Mahmoud Abbas, sostuvo que Jerusalén es la «capital eterna del Estado de Palestina» y dijo que la decisión de Trump es «equivalente a que Estados Unidos renuncie a su rol de mediador de paz».
Antes del anuncio, el Papa Francisco había hecho un llamado para que se respete el «status quo» de Jerusalén, asegurando que un aumento de la tensión podría avivar conflictos en el mundo.
(Editado en español por Marion Giraldo, Carlos Serrano y Javier Leira)