Un recorrido por sus aspectos más curiosos. Un viaje que no te dejará indiferente, excelente opción para el Día de los Difuntos
La pausa no duró mucho. Aprovecho para mirar el reloj. Son las tres de la tarde, “la hora de la misericordia”, como suele recordarse.
Continúo la marcha en medio de un profundo silencio que es solamente cuestionado por el sonido de mis pasos, las aves y la brisa que hace vibrar a los árboles. Elevo un poco la mirada y lo que tengo frente a mí es majestuoso: un enorme mausoleo donde descansan políticos y artistas influyentes de otros tiempos. Entre ellos, por ejemplo, Juan Zorrilla de San Martín, “el poeta de la patria”, como se lo conoce en Uruguay. Un hombre de fe, fundador del diario católico El Bien Público, diplomático ante la Santa Sede y de fuerte incidencia en la vida pública de su tiempo. Entre sus hitos literarios se encuentra, entre otros, Leyenda Patria.
Vuelvo a desviar la vista y las sorpresas prosiguen. Imágenes religiosas que se mezclan con maravillosas obras artísticas, algo que se ha transformado en un rico patrimonio cultural (y a veces hasta algo contradictorio con la fuerte tradición de país laico que tiene Uruguay donde lo religioso suele quedar relegado a lo privado).
Me encuentro en el Cementerio Central, uno de los más famosos de este país sudamericano, un lugar que no suele estar muy concurrido, pero cada 2 de noviembre, Día de los Difuntos, comienza a llenarse de otros sonidos, de más personas que lo frecuentan no solo para rendirle honor a sus seres queridos, sino también para conocer un lugar cargado de historia, cultura y devoción.
Precisamente, esta última imagen, es algo que por estos días se repite en otros países del continente. Por estas fechas los cementerios suelen ser lugares de gran concurrencia (sitios de fe y respeto por los muertos, pero también un atractivo cultural en sus respectivas ciudades) y ellos representan en todos lados una gran ocasión para observar, rezar, sorprenderse y aprender.
A continuación la invitación es a viajar por los cementerios más famosos de América Latina, conocer historias, además de sus aspectos más curiosos. Entre ellos La Recoleta en Argentina, el Cementerio Central de Bogotá (Colombia), Páztcuaro (México), el Cementerio Central de Santiago o “las tumbas del fin del mundo en Punta Arenas”. Pero también lugares como Presbítero Maestro (Perú), Tulcán (Ecuador), el Cementerio de La Paz (Bolivia) o incluso un camposanto judío, el más antiguo del continente, en Venezuela. Un viaje que sin lugar a dudas tampoco te dejará indiferente.
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Cementerio de la Recoleta, ícono porteño (Argentina)
El Cementerio de la Recoleta, en la Ciudad de Buenos Aires, tiene la particularidad de ser uno de los puntos de interés turísticos más importantes de la ciudad. Es considerado uno de los más bellos del mundo, incluso comparable al Père-Lachaise, de París.
Nació en 1822, cuando la Argentina comenzaba su camino independiente, como el primer cementerio público de la ciudad. Fue remodelado y embellecido en 1880, y desde entonces ha ido recibiendo a algunos de los argentinos más ilustres en majestuosas bóvedas y mausoleos, dignos en su decoración de capillas romanas.
No hay un estilo arquitectónico único en la elección de las familias para la construcción de las bóvedas. Hay neoclasicismo, Art-Nouveau, neoromanticismo, etc. En ese sentido, es un infaltable recorrido para los estudiantes de arquitectura.
Entre los personajes más destacados están sepultados allí varios ex presidentes como Domingo Faustino Sarmiento y Bartolomé Mitre, además del más reciente Raúl Alfonsín, los premios nobelesCarlos Saavedra Lamas y Luis Federico Leloir, escritores como las hermanas Silvina y Victoria Ocampo, Adolfo Bioy Casares, Eduardo Mallea, entre muchos otros ilustres nombres de la historia argentina.
Algunos decoran las paredes de la bóveda con símbolos, con metáforas que aluden a la familia o a la figura allí sepultada. Es el caso por ejemplo del mausoleo de Sarmiento, que presenta un obelisco con un cóndor en la punta. Otros, acuden a expresiones más explícitas, como la bóveda del boxeador Luis Ángel Firpo, ante cuya puerta se erige una estatua de él, en su bata de combate.
Imágenes de la Virgen y de los ángeles coronan varias de las cúpulas, aunque es probable que varias de ellas solo se vean desde la altura de los edificios cercanos que arropan al cementerio.
Jorge Luis Borges dedicó a este cementerio una poesía entre cuyos muros descansan los restos de gran parte de su familia un bellísimo poema. Se titula, sin más, La Recoleta, y en una de sus estrofas describe:
“Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de la historia
hoy detenida y única”.
Legionario de María. En el cementerio de La Recoleta descansan los restos mortales del siervo de Dios Alfonso Lambe, oriundo de Irlanda, joven emblema de la Legión de María, fallecido a la prematura edad de 26 años.
Cementerio Central de Bogotá, un recorrido histórico por Colombia
El principal camposanto de Colombia resume en sus mausoleos y tumbas buena parte de la agitada historia nacional. En este lugar, reposan los restos de héroes de las muchas guerras que asolaron al país, poetas famosos en un país donde otrora abundaron los poetas, políticos influyentes de izquierda y de derecha, líderes empresariales que dejaron huella y gente del pueblo de la que nadie se acuerda.
Ubicado en inmediaciones del Centro Internacional de Negocios de la ciudad, a un lado de la avenida Eldorado, este cementerio es una joya arquitectónica que se puede apreciar en todo su esplendor desde los edificios altos que lo circundan, pero también entre sus callejones y pasadizos que inspiran un silencio reverencial.
Las primeras referencias indican que tras la prohibición del Libertador Simón Bolívar en 1827 del entierro de muertos en las iglesias, fue el general Francisco de Paula Santander —segundo presidente de la Nueva Granada— quien lo inauguró en 1836. Las cenizas de este héroe que con Bolívar comandó los ejércitos que le dieron la libertad a Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia, reposan en uno de los mausoleos más impactantes del lugar que en un comienzo se llamó Cementerio Universal.
Este Monumento Nacional que tiene un curioso diseño circular está conformado por tres grandes áreas o globos. En la primera, conocida como zona histórica, fueron erigidos los principales mausoleos y monumentos y allí están las cenizas de algunos hombres y mujeres ilustres. La segunda zona es conocida como el ‘cementerio de los pobres’ porque allí eran enterrados los difuntos cuyas familias no tenían dinero para una bóveda costosa que expresara su importancia en la posteridad.
El área tres surgió después del 9 de abril de 1948 cuando el centro de Bogotá fue destruido por hordas enceguecidas que deseaban vengar el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán. En este globo fueron sepultados como NN y en fosas comunes, cientos de humildes bogotanos que perecieron aquel día. Desde hace algunos años aquí se estableció el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y se construyó el Parque del Renacimiento.
Muertos ilustres. Los monumentos y mausoleos, diseñados o construidos por famosos maestros europeos plasman la trascendencia del muerto. Así lo entienden miles de personas que a diario concurren al cementerio, ya sea por algún interés personal como rezarle a un deudo o por simple curiosidad histórica o turística. Muchos visitantes no saben quién fue aquel fulano cuyos huesos se conservan allí, pero sí suponen que “era algún famoso o alguien con plata y poder” porque así lo insinúan el mármol de carrara, el bronce lustroso o las hermosas figuras de Jesucristo, la Virgen arcángeles como san Gabriel.
Allí está vivo el recuerdo de Rafael Pompo, el poeta que escribió clásicos infantiles como Rin Rin Renacuajo y Simón el bobito. Muy cerca está la de su tumba de León de Greiff, el poeta que le cantó a la partida final diciendo “¡Señora muerte que se va llevando todo lo bueno que en nosotros topa!”. No muy lejos, sin ninguna clase de cuidado, también descansa José Eustasio Rivera, el autor de la célebre novela La vorágine.
Aunque no hay una lista oficial, se estima que por los menos 30 exjefes de Estado pidieron que los sepultaran en el Cementerio Central. Entre ellos se destacan los panteones —unos más imponentes que otros— de expresidentes de diferentes épocas como Vicente Azuero, José Vicente Concha, Jorge Holguín, José Manuel Marroquín, Miguel Abadía Méndez, Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez, Gustavo Rojas Pinilla, Alfonso López Michelsen y Virgilio Barco.
También está el recuerdo de importantes dirigentes de diversas tendencias políticas que fueron asesinados a bala en momentos turbulentos. Sus tumbas son un testimonio de un pasado de intolerancia que los colombianos desean superar. Allí en las frías lápidas unas sencillas inscripciones traen a la memoria la vida de los excandidatos presidenciales Luis Carlos Galán (liberal), Álvaro Gómez Hurtado (conservador), Carlos Pizarro Leongómez (exjefe del M-19) y Jaime Pardo Leal (UP).
Curiosidades. Como todos los cementerios del mundo, el de Bogotá tiene sus propias leyendas. Dos de ellas se relacionan con hombres que jamás estuvieron vinculados a la política o al arte, pero si a otras actividades sobre las cuales la gente construyó mitos que la modernidad no ha podido desmontar. La tumba más visitada es la de Leo Siegfried Kopp, el empresario alemán que en 1886 fundó la Cervecería Bavaria, un formidable emporio de bebidas que se convirtió en sinónimo de creatividad, poder y dinero. A su sepulcro —presidido por una llamativa estatua dorada— se acercan a diario decenas de personas humildes para hablarle al oído y pedirle favores, bien sea un poco de dinero para una casa o un empleo que ayude a mitigar el hambre. Así como le hablan en secreto, hay quienes lo bañan con cerveza de su antiguo emporio y otros, más osados, lo tocan con billetes deverdad para rogarle un poquito de prosperidad. Muchos de ellos aseguran que “don Leo sí hace milagros”.
Otro de los lugares preferidos es el mausoleo en homenaje al matemático y astrónomo colombiano Julio Garavito Armero, un hombre tan importante para la ciencia del mundo que la Nasa le puso su nombre a uno de los cráteres existentes en la Luna. La razón para que sea tan visitado es elemental: la gente cree que hace milagros porque su figura aparece en el billete de 20.000 pesos (seis dólares aproximadamente). La fórmula para pedirle un favor es frotar repetidamente el billete en la lápida de mármol o en alguno de sus adornos y esperar, como en el caso de Kopp, que desde la eternidad el ingeniero Garavito actúe.
Como todos los camposantos, en el de Bogotá tienen su última morada famosos y desconocidos, ricos y pobres, hombres y mujeres. Por eso la inscripción en latín presidida por el dios Cronos a la entrada del lugar es más que elocuente: “Esperamos la resurrección de los muertos”.
El cementerio más famoso de México es un lago
No decimos que en el lago estén sepultadas personas famosas, sino que se encuentran en los pueblos de sus orillas. El lago es Pátzcuaro, y los pueblos que los rodean son el propio Pueblo Mágico de Pátzcuaro y los alrededores son los pueblos de Tzintzuntzan, Janitzio, Jarácuaro, Ihuatzio, Tzurumútaro y Cucuchucho.
Cada año, el 2 de noviembre, miles de visitantes, deudos de los muertos y curiosos se arremolinan en un largo camino de velas hacia las tumbas, donde a los difuntos se les regalan las ofrendas y se les dispone un altar, en una tradición prehispánica que ya forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
El color es el naranja intenso de las flores de cempasúchil (el color dominante de la película “Coco”, que arraiga, justamente, en la tradición del Día de Muertos en Pátzcuaro). Una tradición purépecha dice que al morir las almas vuelan como mariposas monarcas en el lago encantado de Pátzcuaro. Y los colores de las alas de las mariposas, junto con los altares en los que se ponen los alimentos que le gustaban al difunto y la iluminación con veladoras, las familias conviviendo alrededor de la tumba como una gran fiesta, la gente vestida con trajes de gala, hacen de esta noche de muertos y de los cementerios de Pátzcuaro la gran metáfora de la vivencia de la muerte en México.
Chile y las tumbas del fin del mundo
El Cementerio General de Santiago es un patrimonio arquitectónico, escultórico y artístico. En resumen, un hito urbano de la capital de Chile.
Esta necrópolis con sus propias reglas, calles, plazas y monumentos ocupa una extensión de 86 hectáreas y lo fundó el libertador Bernardo O’Higgins en 1821. Aquí descansan presidentes de la República, artistas, escritores, folckloristas e intelectuales que forman parte de nuestra historia.
Antes de este cementerio laico no había un lugar digno para dar sepultura a quienes no fueran católicos o tuvieran pocos recursos, y se acostumbraba dejar sus cuerpos a un costado del cerro Santa Lucía. Como símbolo de esta iniciativa, en el Patio de los Disidentes, uno de los sectores más emblemáticos, yace el reverendo evangélico Juan Canut de Bon. Es por esta razón que el Cementerio General marcó un hito en la historia gracias a la inspiración de Benjamín Vicuña Mackenna, quien lo proyectó como un lugar de recuerdo de los antepasados. Mientras que su fundador, Bernardo O’Higgins, vio en él la oportunidad de rendir homenaje a los próceres de Chile, pero principalmente, de unificar a la nación.
Cerca de la entrada principal del cementerio, en Avenida Profesor Zañartu con Avenida La Paz, se encuentra el casco histórico y donde están las tumbas de los presidentes Manuel Blanco Encalada, José Manuel Balmaceda, Arturo Alessandri, Salvador Allende y Patricio Aylwin, el primer presidente de Chile de regreso a la democracia en 1990.
También se puede realizar un recorrido por donde se encuentran grandes artistas como el pintor Nemesio Antúnez, la escritora María Luisa Bombal, los folckloristas Víctor Jara y Violeta Parra; y las escultoras Marta Colvin y Rebeca Matte.
Un sitio que no se puede dejar de visitar es el Memorial a los Detenidos Desaparecidos y de los Ejecutados Políticos inaugurado en 1994, sobre los cientos de nombres de las víctimas está tallada la frase: “Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas”.
Punta Arenas y “las tumbas de fin de mundo”: Sus árboles centenarios, calles y tumbas son testigo de la formación de Punta Arenas con la migración recibida en los siglos XIX y XX con apellidos croatas, españoles, ingleses y suizos constituyéndose en una ciudad cosmopolita desde sus inicios, junto con la población originaria compuesta por colonizadores chilotes y algunos descendientes del pueblo selk’nam u ona.
En el cementerio se aprecian elegantes mausoleos de familias croatas con una venerada animita que recuerda al “Indio Desconocido”, en tributo al último hombre del extinto pueblo ona de Tierra del Fuego.
Presbítero Maestro (Perú), homenaje a un cura polifacético
Ubicado en la capital de Perú, Lima, este cementerio es considerado también un museo. Es ahí donde es posible encontrar el Panteón de los Próceres y recordar a los héroes de la Guerra del Pacífico (1879-1884). Su fundación data del año 1807 y tiene como principal protagonista al sacerdote Matías Maestro, un hombre polifacético nacido en España, pero que una vez instalado en Perú se encargó de promover el estilo neoclásico.
Este lugar, al igual que otros camposantos en el continente, ofrece visitas nocturnas, gran oportunidad para conocer uno de los cementerios más bellos e importantes en cuanto a su arte cultura del mundo, según consigna la Unesco y reproduce la Municipalidad de Lima.
Sao Joao Batista (Brasil), un cementerio amigo de la tecnología
¿Te imaginas una lápida con un código QR para que puedas pasar el móvil y conocer más detalles sobre la misma? En el cementerio Sao Joao Batista de Río de Janeiro (Brasil) esto no es imaginación, pues forma parte de la realidad. Se trata de uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad (inaugurado en 1852 por el emperador Pedro II), sitio que tampoco escapa a la mirada del Cristo Redentor. En el centro del cementerio también es posible encontrarse con una capilla dedicada a San Juan Bautista.
Es ahí donde es posible encontrar personajes históricos, pero también es reconocido como el “Cementerio de las estrellas”. Por ejemplo, es en ese cementerio donde descansan los restos del famoso arquitecto –mundialmente reconocido- Oscar Niemeyer (fallecido a la edad de 104 años), quien además se destacaba por ser un comunista y ateo confeso. En ese sentido, como aspecto curioso, su entierro fue oficiado por dos sacerdotes católicos, un rabino y un pastor evangélico.
“Debe de ser la primera vez que se reúnen dos sacerdotes, un pastor y un rabino para celebrar el alma de un ateo”, dijo uno de ellos.
En tanto, este particular cementerio, amigo de la tecnología, guarda otra particular característica: fue el primero de América Latina aparecer en Google Street View en el año 2015.
De panteón familiar al camposanto hebreo más antiguo del continente (Venezuela)
Es una referencia turística al visitar la ciudad de Coro, en el estado Falcón, al occidente de Venezuela. Falcón está ubicado en la región centroccidental limitando al norte con el golfo de Venezuela y el mar Caribe (océano Atlántico), lo que brinda una cercanía que lo hace muy accesible desde Curazao y otras islas de las Antillas Neerlandesas como Aruba y Bonaire. El estado lleva ese nombre en honor a Juan Crisóstomo Falcón, líder de la Guerra Federal.
En 1811 al declararse la Independencia de Venezuela, Coro permanece fiel a la Corona Española y se fusiona a la Provincia de Maracaibo, hasta que es decretada por Fernando VII la creación de la Provincia de Coro en el año de 1815. Coro se resistió hasta 1821. Su gente es famosa por ser de carácter recio, con una importante tendencia al arraigo en el terruño, cuna de importantes poetas y escritores, con una mezcla de terrenos agrestes –incluso poseen un desierto conocido como Los Médanos de Coro- y las playas más hermosas de todo el occidente venezolano.
A seis horas de automóvil por la carretera costera, se encuentra este viejo cementerio judío. Los comienzos de la comunidad y del cementerio se remontan a 1830 y, justamente en Coro tuvo lugar el primer pogrom (*) en América Latina. Apellidos como Fonseca, Maduro, Henríquez, Abenatar, Cohen, Senior o Curiel son comunes en la zona, nombres se leen en las antiquísimas lápidas.
“Los judíos de la Venezuela actual no son descendientes de sus correligionarios corianos. Inclusive la mayoría de los miembros de la comunidad sefardita trazan su árbol genealógico al norte del África, el Medio Oriente y España, pero no a Curazao –escribe Isidoro Aizenberg en su libro “La comunidad Judía de Coro, 1824-1900″- Sin embargo, Coro marca el primer eslabón en la ininterrumpida presencia judía en la patria de Bolívar y de allí, que haya adquirido la ciudad y su historia, renovado interés por parte de los judíos venezolanos”.
En los albores de la Independencia, Venezuela tenía una política de puertas abiertas a la inmigración, lo que también favoreció a las vastas y semi-despobladas extensiones de tierra que para el año de 1830 contaban, aproximadamente, con 800.000 habitantes.
A este núcleo curazoleño le tocaría el mérito de haber establecido la primera comunidad judía en la América de habla hispana libre de la corona española. Los judíos se convirtieron, a pesar de su reducido número, en los pioneros de la modernidad en Venezuela por sus valiosos aportes a la vida política, social y cultural de la capital del Estado Falcón y, consecuentemente, de toda Venezuela.
El Cementerio Judío de Coro es, además, el más antiguo del continente americano y ha recuperado su esplendor tras varias refacciones a lo largo del tiempo. Hoy, la necrópolis judía, patrimonio histórico y cultural de la nación, es considerado todo un valioso monumento cultural.
Sus orígenes datan del siglo XIX, después de que la comunidad sefardí proveniente de Curazao empezó a emigrar a esta ciudad en el año 1824. Fue Joseph Curiel su fundador, al comprar el terreno que sirvió para enterrar a su pequeña hija en 1832. Este es el camposanto más antiguo y único en Venezuela. También el panteón hebreo más antiguo del continente americano, aún en uso.
El Cementerio Judío de Coro está custodiado por la Fundación para la renovación del Patrimonio Hebreo de Falcón, presidida por Herman Henríquez López-Fonseca, y cuenta con el apoyo de la Asociación Israelita de Venezuela, por medio del Centro de Estudios Sefardíes de Caracas.
Este lugar se considera de gran valor histórico, no sólo porque es la evidencia física de una comunidad primigenia de judíos en el país, sino también por ser de los pocos cementerios hebreos que exhiben estatuas sobre las tumbas, las cuales revelan la transculturación entre esta kehilá y el ambiente gentil de la capital falconiana.-
(*) linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, de un grupo particular, un colectivo étnico o religioso.
Tulcán (Ecuador): Un jardín junto a las tumbas
Cualquier despistado podría ver una imagen de este lugar y confundirse con aquel famoso film dirigido por Tim Burton “El Joven Manos de Tijera” (Hispanoamérica) o “Eduardo Manostijera” (España). Pero no, lejos de eso. Se trata del Cementerio de Tulcán –oficialmente denominado José María Azael Franco Guerrero-, un lugar ubicado en la capital de la provincia de Calchi (Ecuador). Efectivamente, este sitio ubicado a más de 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar guarda la particularidad de parecer un jardín en medio de las tumbas, aspecto que lo ha llevado a ser reconocido como atractivo turístico (cada 2 de noviembre el lugar recibe a miles de visitantes).
Es ahí donde las personas pueden recordar y rezar por sus seres queridos en medio de la frescura de la naturaleza y el aroma a cipreses. Pero además de las esculturas verdes, el cementerio tiene otros puntos relevantes como el denominado Altar de Dios, además de figuras vinculadas a los romanos, griegos, incas y aztecas. Este cementerio fue declarado Patrimonio Nacional en el año 1984.
La otra Recoleta (Paraguay) y el otro Central (Uruguay)
En Asunción, la capital de Paraguay, se ubica el Cementerio La Recoleta (al igual nombre que en Buenos Aires, Argentina), barrio que le debe su nombre a los Franciscanos Recoletos, quienes erigieron ahí un convento. En ese lugar –donde también se puede apreciar la arquitectura gótica- permanecieron hasta que el dictador José Gaspar de Francia (1814-1840) expulsara a las órdenes religiosas, algo que terminó derivando a la postre a que el lugar se convirtiera en un cementerio. Desde ese momento, este lugar se transformó también en uno de los cementerios más famosos del país, lugar de reposo de diversas personalidades históricas como los de la francesa Madame Lynch -viuda del mariscal Francisco Solano López (presidente paraguayo que murió durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870)- quien fuera trasladada tiempo después desde París.
Mientras tanto, en Uruguay, una vez más aparece el Cementerio Central, uno de los más importantes del país sudamericano fundado en 1835 bajo la presidencia de Manuel Oribe (época en que los sepelios aún estaban a cargo de la Iglesia católica en ese país). Es ahí donde también descansan los restos de personalidades históricas y se encuentra el Panteón Nacional.
Además de Zorrilla de San Martín, en el medio de esculturas y maravillosas obras de arte, también es posible encontrarse con otras personalidades como José Batlle y Ordóñez (presidente del Partido Colorado que lideró el fuerte proceso de secularización a comienzos del Siglo XIX y que derivó en la separación de la Iglesia del Estado), además de otros líderes políticos como Luis Alberto de Herrera (Partido Nacional), Líber Seregni (Frente Amplio) y otros personajes de la cultura como el escritor Mario Benedetti, la actriz China Zorrilla y Martha Gularte (mujer vinculada al Carnaval sobre quien persisten testimonios sobre su fe católica).
“Siempre tuve fe. Pero nunca había visto. No pedí ver. Y a partir de eso empecé a escribir. Fue una forma de interpretar la Biblia para los niños”, recuerda un fragmento de la obra de esta mujer El Barquero del Río Jordán –donde narra la Biblia en verso-, reproduce el libro “Desde La Matriz -400 años de la presencia y servicio de la Iglesia en Uruguay”.
Cementerio General: La paz en Bolivia
“…Mientras los feligreses observaban el cuerpo del obispo, un pedazo de cornisa cayó del techo. Temiendo el derrumbe del edificio, la gente salió corriendo con tan mala suerte que, en medio de la avalancha, Doña Anita cayó al suelo y falleció (…)”.
Hasta aquí el fragmento de una de las tantas historias vinculadas al Cementerio General en La Paz, Bolivia. En este caso, una anécdota vinculada a un obispo –previamente enterrado en una Iglesia- muy querido de La Paz que formó parte de una estrategia para hacer entender al pueblo la necesidad de enterrar a los muertos en las iglesias. En este caso, la primera paceña enterrada en este cementerio, según esta historia, fue doña Anita, a pesar de que nadie sabe aún donde se encuentra su tumba.
Pero en este lugar establecido en la primera mitad del siglo XIX a través del mariscal Andrés de Santa Cruz, además de diversas curiosidades se caracteriza también por ser uno de los más emblemáticos en el país sudamericano (la disposición de sus nichos es algo que también suele destacarse). Es ahí donde también el contacto con la historia se hace inevitable, entre otras cosas por la presencia de mausoleos dedicados a la Guerra del Pacífico, la Guerra del Acre y la Guerra del Chaco.
Es en este lugar donde también descansan los restos de Luis Espinal Camps (1932-1980), quien fuera reconocido por su labor como poeta, cineasta y religioso jesuita español nacionalizado boliviano. Su defensa de la democracia, sus constantes denuncias contra las injusticias sociales y regímenes militares derivaron en su cruel asesinato.
Desde la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia se intentó darle impulso a su beatificación, aspecto que le fue solicitado incluso al papa Francisco durante su visita en 2015.
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Vuelvo a mirar el reloj. Son las 15.10. Pasaron apenas unos minutos, pero parece que hubiera sido una eternidad. Es en ese momento donde elevo por un instante los ojos al cielo, me olvido de lo material y empiezo a reflexionar sobre la vida y la muerte. Efectivamente, a mis pies yacen miles de historias, personalidades, curiosidades, anécdotas. Pero lo primero que hago es empezar a rezar por todos ellos.
¿Hay acaso algún homenaje más eficaz que una sencilla oración? Espero que este viaje no te haya dejado indiferente.
Todos los cementerios en un mismo lugar aquí:
Especial colaborativo:
-Esteban Pittaro (Argentina)
-Macarena Gayangos (Chile)
-Vicente Silva Vargas (Colombia)
-Macky Arenas (Venezuela)
-Jaime Septién (México)
-Coordinación: Pablo Cesio (Uruguay)