Hace un par de meses una amiga me llamó para pedirme remedios florales, estaba pasando por un momento en su vida donde, me dijo, se sentía “estancada”, no veía buen futuro por venir ni tampoco estaba segura si iba por el camino correcto.

Ahondando más a fondo en lo que sentía para prepararle un remedio floral que la ayudara a desbloquearse emocionalmente, platicamos alrededor de unos 20 minutos, y en ese tiempo ella uso unas 10 veces la frase: “me dicen que soy demasiado intensa y que debo controlar eso”, al cuestionarla sobre esa “intensidad “ de la que hablaba, me contó que durante toda su vida ella siempre ha hecho las cosas con pasión, que cuando se compromete a algo hace todo por lograr sus objetivos, que si ella ama lo hace con todo el corazón, que su trabajo y su proyecto lo son todo y quiere ser la mejor en su campo, se aventura a su destino sin parpadear ni dudar de que vendrán cosas buenas para ella; pero últimamente ha sentido que se quedó estancada, que esas ganas y esa pasión desaparecieron, que ya no estaba segura de los pasos que daba y tampoco tenía claro lo que buscaba en la vida.

Yo sí lo tenía claro: su problema no era depresión, su problema era la opresión; cuando nacemos somos un libro en blanco que vamos llenando de experiencias, de sueños, de metas, de amores y desamores, de momentos gratos, de otros no tanto y vamos formando nuestra personalidad en base a ello y según el entorno donde nos desarrollamos, el problema surge cuando a lo largo de este desarrollo tenemos episodios dolorosos que nos marcan o cuando personas que admiramos o amamos nos etiquetan y entonces dejamos de ser un libro repleto de posibilidades y sueños por cumplir y pasamos a ser: “el malhumorado”, “la intensa”, “la fría”, “el molesto”, “la prepotente”, “el feo”, “la tonta”, “el molesto”, “la rara”, “el agresivo”, “la intolerante”, “el egoísta”, etc.

La mala noticia es que esas etiquetas duelen y se guardan en nuestro inconsciente y nos convencemos de que únicamente eso somos y además nos desvalorizamos por lo que nos frustramos, nos culpamos, nos deprimimos, nos estresamos, nos aislamos, nos bloqueamos, nos boicoteamos a nosotros mismos y un sin fin de cosas mas.

Platicando con mi amiga le sugerí que dejara de ver esa “intensidad” en su carácter como algo malo, como algo que debía darle vergüenza mostrar sobre ella misma, le hablé sobre como admiraba ese don emocional que tenía, el ser y poner intensidad en lo que hacemos

nos impulsa, nos da fuerza, nos hace ir de frente, sin miedo, seguros de lo que queremos; una persona que ama intensamente o que vive una amistad con intensidad es de admirarse por esa entrega, por ese desprendiendo y compromiso con otros.

Le expliqué que esa intensidad también es parte de su personalidad y que como seres duales debemos aprender a abrazar a nuestra sombra y a darle ese espacio en nosotros, debemos integrar esos aspectos que no nos gustan tanto pero que nos hacen ser quienes somos, somos un sin fin de emociones, de vivencias, de situaciones, de momentos, de creencias, de experiencias y de pensamientos y al integrar esas partes que rechazamos de nuestra personalidad y acercarnos a nuestro yo superior viviremos una vida plena, amorosa, feliz. A ella le gustó la idea, me dijo que nunca antes había visto su intensidad como un aspecto positivo de su personalidad y que ahora le gusta ser cómo era pues lo veía mas como un don que como un obstáculo, y así, como por arte de magia, todo bloqueo comenzó a deshacerse y su vida empezó a fluir de maravilla, el proyecto que tenia en puerta se realizó con éxito, hoy es una mujer feliz, que vive sin miedo a ser como es y a utilizar todo ese potencial que la caracteriza.

El problema de poner etiquetas a los demás es que una sola palabra puede destruir emocionalmente y así causarle mayores estragos en su vida. Etiquetar a otros es juzgar sin poder apreciar esas diferencias que nos hacen ser únicos y especiales.

Procuremos no ser personas negativas que solo juzgan y encasillan a los demás, seamos personas nutritivas, positivas, veamos lo bueno en cada persona, aprendamos a ser empáticos, a resaltar las cualidades de quienes nos rodean y a admirar sin menospreciar, sin criticar y sin etiquetar esas cualidades que nos hacen ser tan diferentes y tan especiales como seres humanos.

Los invito a seguir trabajando en favor del amor universal, a seguir siendo seres que iluminan, que generan amor y compasión por los demás, sin criticar, ni señalar ni ofender a nadie. Los invito a ser mas que un dedo que señala, una mente que critica, un corazón que humilla y juzga, a preocuparnos y a ocuparnos de las acciones de cada uno, de las decisiones que toma cada uno y de lo que cada quien aporta a esta sociedad y a este planeta que necesitamos sanar con urgencia, los invito a ser luz y amor incondicional a crear verdadera conciencia de que para cambiar al mundo debemos cambiar nuestros pensamientos y nuestras acciones, empecemos entonces por dejar de etiquetar y seamos tan solo amor y empatía para otros.

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