La intención de oración del Papa para la evangelización, en este mes de junio, a cinco años y tres meses de la exhortación apostólica Amoris Laetitia, ha sido dirigida por el matrimonio y su belleza, rezando «para que los jóvenes que se preparan con el apoyo de una comunidad cristiana crezcan en el amor con fidelidad, generosidad y paciencia».
Pero la vocación matrimonial y familiar es una aventura de cada día, dado que el momento del enlace conyugal no es un término o meta final. ¿Se conoce lo suficientemente bien una pareja cuando deciden ambos dar el paso de vivir en común, de casarse? ¿Hay adecuada madurez en ambos como para afrontar, con cierta garantía de éxito, las crisis que vendrán, sobre todo en los primeros años? ¿Hay que amar hasta que duela, o por encima del dolor, de las expectativas y de la incomprensión que puedan surgir en la convivencia diaria?
Para preparar y prevenir mejor a novios, recién casados y matrimonios jóvenes, principalmente, Lucía Martínez Alcalde, periodista (a quien entrevisté en otra ocasión en relación con la JMJ 2011) y María Álvarez de las Asturias, coach familiar y directora del Instituto Coincidir, ambas esposas y madres, han publicado recientemente Más que juntos. Cómo disfrutar del matrimonio desde el «Sí, quiero» (Palabra).
-¿A quiénes está dirigido principalmente vuestro libro?
–[Lucía] María y yo llevábamos mucho tiempo hablando de la importancia de prevenir las rupturas matrimoniales.
»Como primer punto para esta prevención veíamos claro que una buena preparación en el noviazgo es clave. Sobre eso hay mucho escrito y los novios tienen los cursillos prematrimoniales, aunque, personalmente, creo que no es formación suficiente para la decisión que es casarse. Pero bueno, algo hay.
María Álvarez de las Asturias (izda.) y Lucía Martínez Alcalde.
»Donde sí que veíamos que existía un vacío y que era el segundo punto importante para la prevención de rupturas era en los primeros años de casados: hay como una idea de que con la emoción de la boda y la ilusión de esos primeros compases ya es suficiente para “ir tirando”… Pero si el amor se construye… es mejor hacerlo desde el minuto 1, sin pasar por alto que ese amor también se va enfrentando a retos, que no es que quiten la ilusión, ni mucho menos, pero hay que saber que esos retos llegarán y tener una idea de cómo afrontarlos juntos.
»Luego, mientras íbamos escribiendo el libro, nos dimos cuenta de que también servía para novios que estuvieran pensando en casarse, porque los temas de los que hablamos nos parecen que son básicos para tratarlos antes de la boda. Por otra parte, también vimos que “recién casados” es un término en el que pueden entrar muchos matrimonios…
-¿Hasta los cinco o seis primeros años? ¿Los primeros hijos? ¿Las primeras crisis?
–[Lucía] No hay un número de años fijo, creo que puede tener que ver más con lo vivido. En ese sentido, pensamos que casi todo el libro puede servir para matrimonios más veteranos, porque hay temas universales que siempre van a tener impacto en la pareja: la comunicación, las crisis, la rutina, la familia política…
-¿Es posible saber quién nos conviene y quién no?
–[Lucía] Hay un artículo de The New York Times, «No hay nada de malo en casarse con la persona equivocada», que dice: «La mejor persona para nosotros no es la persona que comparte todos nuestros gustos (esa persona no existe), sino la persona que puede negociar las diferencias en los gustos con inteligencia, esa que es buena para disentir. En lugar de esa idea imaginada del complemento perfecto, es precisamente la capacidad de tolerar las diferencias con generosidad la que indica verdaderamente quién es la persona “menos tajantemente incorrecta”. La compatibilidad es un logro del amor; no debe ser su condición previa».
»Me gusta mucho su enfoque: la compatibilidad no es un punto de partida sino algo que se va construyendo. Creer que hay una persona con la que soy compatible así de entrada, sin esfuerzo, es ingenuo y poco realista y nos puede llevar a abandonar una relación cuando vemos que “no fluye”… Una concepción así de las relaciones tiene mucho que ver con el mito de la media naranja: pensar que hay una persona, y solo una, en el mundo que viene a “completarme”, y esta es otra idea que no ayuda nada a construir noviazgos y matrimonios sólidos y felices.
-Entonces ¿hay que buscar la complementariedad?
-Me gusta que relaciones en tu pregunta este tema con la complementariedad, porque justamente la complementariedad es algo que creo que debemos rescatar y defender como un precioso valor: luchar por una igualdad en oportunidades y derechos entre hombres y mujeres no tiene por qué implicar que reneguemos de nuestras diferencias. En una sociedad que valora tanto lo diverso y que habla constantemente de inclusión, resulta curioso que justo la diferencia más originaria que se da en el ser humano (ser hombre o ser mujer) se intente borrar, como si fuera algo malo en sí. Pero no, nuestras diferencias pueden enriquecernos muchísimo. Tomás Melendo lo expresa genial en un vídeo de la iniciativa Humanum: «Con mi esposa asumo sus cualidades, pero las hago mías, con un toque mío, y viceversa. No se trata solo de un todo que se hace directamente sino de un crecimiento exponencial».
-Durante esta pandemia, eso de estar “más que juntos”, ¿ha podido ser difícil o problemático, o una ocasión para la maduración?
–[Lucía] Creo que la pandemia ha supuesto una crisis para todos de alguna manera… Pero, como decimos en el libro: hay crisis que son de crecimiento, que nos ayudan a avanzar.
»Durante el noviazgo a veces una crisis también nos puede llevar a darnos cuenta de que la mejor decisión es cortar… No quiere decir que sea una decisión fácil, pero, una vez que esto se ha visto claro, aunque cueste, es lo mejor que se puede hacer, no tiene sentido prolongar una relación en la que uno de los dos, o ambos, han visto que no hay futuro posible juntos por los motivos que sean…
»Supongo que para muchos novios las crisis vividas desde el confinamiento han podido derivar en ruptura… Pero también conozco muchos casos de parejas fortalecidas, ¡incluso de novios que empezaron a salir al inicio de la pandemia y ahora están planificando su boda! Lo interesante aquí es ver que una misma situación no tiene consecuencias iguales para todo el mundo: una crisis no te determina a una ruptura, unas circunstancias malas extraordinarias pueden causar sufrimiento, pero no significa que sí o sí vayan a destrozar tu relación.
-¿Cuál es una manera sana de afrontar el amor en pareja en esta época de distancia social, estrés y crisis económica?
–[Lucía] Para los matrimonios creo que la crisis ha podido venirnos por otro lado: si los novios no podían verse y de repente sus relaciones se volvían “a distancia” obligatoriamente, los matrimonios estábamos 24/7 juntos, pero eso no implicaba necesariamente que estuviéramos disfrutando de mucho tiempo de calidad. Sobre todo, los primeros meses, con el confinamiento más duro, fueron todo un reto para las familias: teletrabajar, niños en casa, tele-colegio, no poder contar con el apoyo de las familias de origen…
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»Es verdad que el estar tanto tiempo juntos ha creado oportunidades preciosas: bajar el ritmo acelerado que podíamos estar llevando, ser testigos en primera línea de los primeros pasos de un hijo, la convivencia estrecha de padres-hijos-hermanos (también con los desafíos que conllevaba, claro), poner la imaginación a funcionar para redescubrir otros modos de estar a gusto juntos dentro de las cuatro paredes de la casa, reinventar rutinas y modos de celebrar. Parar el ritmo y mirarse y escucharse más.
-¿Cómo ha podido afectar el confinamiento a las parejas que tenían previamente problemas de comunicación?
–[María] Como dice Lucía, para algunas parejas el confinamiento ha sido una oportunidad positiva de parar, estar más tiempo juntos y mejorar su comunicación. Para otras muchas, ha sido -y es- un momento muy difícil.
»Me parece que es bueno centrarse y saber que es una de las peores situaciones por las que va a pasar nuestro matrimonio; y es normal que, en esta situación, haya discusiones y encontronazos porque se nos ha puesto a prueba llevándonos al límite: una situación continuada de niveles elevadísimos de estrés, incertidumbre, no poder compartir lo que te pasa porque no puedes ver a otras personas que para ti son referentes o ayudas, no querer cargar a otros con tus preocupaciones…
»Pero pensemos que lo peor ya ha pasado; si estos meses nos han distanciado porque cada uno de nosotros los ha pasado como ha podido, es bueno reconocerlo y ver qué pasos podemos dar para recuperar la unión y fortalecer nuestra relación: me parece importante darnos la oportunidad de contarnos uno a otro cómo nos hemos sentido con lo que hemos vivido, sin que eso sean reproches sino poder entender cómo estamos cada uno. Y, a partir de ahí, qué necesitamos como pareja para recuperar la cercanía.
-Lucía, ¿qué ha sido lo más importante que has aprendido o vivido en este tiempo y has reflejado personalmente en el libro?
–[Lucía] En este mes de junio, Pablo y yo hacemos 6 años de casados y cuando miro todo lo vivido y aprendido hasta ahora solo cabe el agradecimiento: suelo decir que si estos 6 años los hubiera vivido sin Pablo a mi lado, no habría madurado tanto, sería una Lucía bastante diferente. Además, también me ilusiona muchísimo, viendo esto, pensar en todo lo que nos queda por vivir, por seguir aprendiendo juntos, creciendo juntos, descubriendo juntos.
»Cuando en el libro decimos que el matrimonio es una aventura no es simplemente una metáfora o unas palabras bonitas: creemos que es así, con todos los retos, la adrenalina, los imprevistos, las emociones… que una aventura trae consigo. Algunos de esos aprendizajes están presentes en el libro, claro, no sabría decirte un capítulo en concreto pero tal vez especialmente en el capítulo sobre comunicación, en el de ser equipo y la importancia del consenso, las primeras discusiones o cuando hablamos del posparto, entre otros muchos.
-¿Qué has profundizado a raíz de la colaboración con María?
–[Lucía] De María llevo muchos años aprendiendo en la distancia, a través de las redes, leyendo sus artículos, sus libros y también -suerte que he tenido- en conversaciones, pero es verdad que escribir este libro a cuatro manos ha sido un regalazo: una gran oportunidad de aprender de cerca de María y todo lo que sabe.
»Destacaría dos cosas que me han gustado especialmente: yo ya tenía una concepción positiva de las crisis, en el sentido de que no hay que hacer un drama ni asustarse, sino verlas como retos u oportunidades, pero me ha encantado aprender de María que una crisis es una pérdida de equilibrio y que, a veces, pueden estar motivadas por algo bueno (un cambio de trabajo a mejor, la llegada de un hijo…) que llega y desajusta ese equilibrio; el punto, luego, es volver a lograr juntos un nuevo equilibrio.
»La segunda idea que me encanta de las cosas que explica María es cómo hay que involucrar en el amor cabeza, voluntad y corazón: a veces corremos el riesgo de caer en el voluntarismo, si damos predominancia a la voluntad por encima de las otras facetas, pero, como explica María en el libro: “Cuando nos vemos en una situación en la que decimos ‘me está costando, tengo que tirar de voluntad’, esto es una señal de que debemos echar leña para que el fuego del corazón se vuelva a avivar. No podemos quedarnos solamente en la voluntad, porque nos venimos abajo y nos rompemos. Aunque no es lo único, toda la parte afectiva es muy importante, no solamente no debemos despreciarla, sino que hay que alimentarla. La clave está en saber acompasar cabeza, voluntad y corazón, precisamente en base a ese compromiso, que hace que sigamos apostando y trabajando en esta relación”
-Por último, María, ¿alguna recomendación o consejo a una pareja que desea formalizar cristianamente su vocación conyugal a través del matrimonio? Tres actitudes que potenciar y tres que evitar, por ejemplo.
–[María] Tres actitudes que potenciar:
»1) la unión de ellos dos como prioridad: hay muchas dificultades porque los novios (y matrimonios) están muy pendientes de hacer las cosas de forma que les parezca bien a sus respectivas familias (que, por otra parte, deberían apoyarles y no tratar de imponer su criterio), y esto les quita libertad para hacer las cosas con su propio estilo, de tomar sus propias decisiones. Hay que hacer una elección firme por el otro, que pasa a ser una prioridad por encima de la propia familia.
»2) Conocer las heridas que cada uno tiene, qué cosas le duelen, le cuestan… porque eso facilita entender después que el otro reaccione de una forma concreta.
»3) Una cosa que decimos en Más que juntos: cuidar las expectativas, porque nos vamos haciendo una idea de la vida matrimonial que no es realista; o nos fijamos en otros y queremos imitarles, en vez de vivir nuestra propia realidad. Lo resumiría en lo que me ha dicho hace poco un amigo sacerdote: “‘Dejarse hacer’ para tener la capacidad de renunciar al matrimonio que les gustaría para llegar a ser el matrimonio que Dios quiere”
»Tres actitudes que evitar:
»1) La falta de aprecio por el otro: no ver al otro, no reconocer todo lo positivo y no valorarle,
»2) Relacionado con lo anterior, evitar las malas formas: hablarse siempre con respeto y cariño, incluso cuando no estemos de acuerdo podemos decirnos las cosas sin desprecio, sin furia.
»3) Evitar vivir la vida separando familia, amigos, trabajo, religión, etc. Queremos formar un proyecto de vida en común y no sólo compartir una casa y seguir haciendo cada uno su vida independiente, con tareas compartidas. Que no quiere decir que vayamos a estar todo el día pegados, pero el matrimonio es mucho más que dos vidas independientes que comparten tareas.