Sentido de pertenencia
Ya en algún programa hemos hablado sobre que somos animales racionales y necesitamos pertenecer a un grupo social. Al final, sentir que somos parte de algo nos ayuda a asegurar nuestra supervivencia en la especie. Por ejemplo en los conciertos se genera mucho sentido de pertenencia porque aunque no conozcas de nada a la persona que tienes al lado, como cruces tu mirada con la suya en tu canción favorita y esté tan emocionado como tú seguramente bailes un rato con esa persona.
O si vas por la calle y ves a alguien con tu misma camiseta y te mola su royo, seguramente se te escape una sonrisa. O ¿Te has emocionado cuando ves un coche igual al tuyo por la carretera? Yo si, es más, siempre suelo decir ¡Mira! ¡Un hermanito!. Aunque este tipo de actos te resulten insignificantes, reúnen a personas con una misión semejante (pasión por un género musical, seguridad, estilo…), al igual que lo hace la religión (búsqueda de la paz interior, no sentirse nunca solo, el perdón de los pecados…)
La importancia de la narrativa
Todas las religiones están construidas sobre hechos históricos y narraciones (la Biblia, el Corán…). Incluso la interacción con el público lleva existiendo cientos de años. Siempre se pide a los feligreses que participen en el ritual (que se arrodillen, oren con el cura, tomen la hostia y el vino).
Y una vez más, las marcas también crean sus historias para conectar con el usuario y conseguir hacerte fan de la marca. Hablando de la palabra FAN; Fan es una abreviatura de la palabra en inglés fanatic. Fanatic viene del latín fanaticus. La palabra latina fanaticus significa “frenético e inspirado por Dios” y deriva de fanum (templo).
Como si fuera un evangelismo
Uno de los propósitos de toda religión es extender la mano y asegurar nuevos creyentes ¿no? ¿Y cómo lo hacen las marcas? Como dice Martin Lindstrom, cuando Google lanzó el servicio de Gmail (en el cual sólo podías ser parte del grupo si alguien te enviaba una invitación), se convirtió en una especie de religión virtual, ya que recibir esa invitación, era un privilegio de pertenencia a ese grupo semiexclusivo. Sólo cuando Gmail alcanzó los 10 millones de usuarios, abrió su puerta a todo el mundo. Astuto e inquietante a mi parecer.
Estas prácticas las podemos ver a día de hoy en las tarjetas de fidelización en las que vas sumando puntos y cuando llegas a un número determinado ¡PUM! subes de categoría social, pasando de la tarjeta Silver a la Gold, teniendo más privilegios y sintiéndote más especial.