“Porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?” (He. 12:7). Puesto que somos hijos, nuestro Padre no sólo nos recibe sino que también nos disciplina.
Todos nosotros debemos tener la experiencia de Isaac en nuestra vida, donde Dios nos recibe como sus hijos por su gracia, donde tenemos una vida plena, agradable y donde todo lo que a Dios le pertenece llega a ser nuestro.
Ahora examinemos cómo Dios obró en Jacob, lo disciplinó, quebrantó su vida natural y lo debilito, y porque Dios trabaja ambos ángulos esta también debe ser nuestra experiencia.
El propósito de Dios en la vida de un cristiano no es únicamente colmarlo de bendiciones materiales y éxito sino hacernos a la imagen de su hijo, es por este motivo que nuestra vida natural es disciplinada.
LA EXPERIENCIA DE JACOB
En la palabra de Dios vemos que Jacob no sólo estaba equivocado en las cosas que hacía, sino que su misma persona estaba errada. No sólo deshonró el nombre de Dios con sus acciones, sino también con su misma persona.
En Gn. 25:29-34 vemos como Jacob obtuvo la primogenitura por medio de un engaño pues aprovechándose de la debilidad y el cansancio de su hermano Esaú, Jacob negoció de una forma muy astuta.
Esto muestra que Jacob era una persona que hacía uso de su propia fuerza para obtener lo que Dios quería darle.
En el idioma original el nombre Jacob tiene varios significados; uno es “asidor”, y otro es “suplantador”. Ya dijimos que Jacob, por causa de su astucia, estuvo continuamente bajo la disciplina de Dios. Dios no lo dejaba actuar libremente. Hizo que tuviera que irse de su casa; permitió que su tío lo engañara durante veinte años y le cambiara el salario diez veces. Este fue un período difícil para Jacob.
La experiencia de Jacob fue totalmente diferente a la de Isaac, pues este lo recibió todo y no tuvo que esforzarse por conseguirlo.
Las riquezas de Dios se reciben en un instante y con facilidad, pues no se requiere mucho tiempo para que un cristiano empiece a participar de las riquezas de Cristo. Pero la experiencia de Jacob fue diferente, ya que duró toda la vida
Mientras Dios disciplinaba a Jacob, éste comenzaba a expresar la paz. El fruto de la paz se produce mientras uno se encuentra en medio de la disciplina, no después. Mientras Dios quebrantaba la vida natural de Jacob, se producía dicho fruto. Esto constituye el principio por el cual Dios se manifestó en Jacob.
Debemos creer que todo lo que proviene de la mano de Dios es bueno. Dios dispone nuestras circunstancias para nuestro beneficio. Todas nuestras circunstancias redundan en nuestro bien y nos disciplinan en los puntos fuertes de nuestra vida natural. Nuestra esperanza es que Dios no tenga que usar veinte años para disciplinarnos. Muchos después de ser disciplinados, no avanzan; es una lástima que su carne nunca sea afectada ni debilitada y que todavía sigan maquinando tretas y suplantando. Al comienzo de su vida , Jacob era implacable, pero después de ser disciplinado por Dios, llegó a ser, en su vejez, paciente y tierno.
Todas las experiencias que confrontamos son preparadas por el Espíritu Santo con el fin de edificarnos. Mientras pasamos por estos golpes y estas pruebas, es posible que no sintamos gozo ni comodidad, pero todo ello es parte de la obra que Dios está haciendo en nosotros. Más adelante comprenderemos que todos pasamos por estas experiencias por nuestro propio bien.
Examinemos el significado de estar cojo, de la historia de Jacob.
Dios tocó a Jacob en el encaje del muslo en Peniel, y lo dejó cojo. Muchos cristianos han experimentado esto. Pero cuando les sucede, no comprenden lo que significa, permítame explicarle cuando el Señor nos toca, dejamos de ser tan libres en nuestro andar y no nos sentimos tan cómodos como antes; se verá una marca definida en nosotros. Ser cojos es una señal de que Dios tocó nuestra vida natural. Ya no podemos seguir urdiendo tramas, pues al momento de intentarlo, perdemos la paz, ya no podemos ser tan desinhibidos como antes. Antes éramos sagaces e ingeniosos, y no necesitábamos confiar en Dios. Pero después de que Dios toca nuestra vida natural, cuando intentamos suplantar a otros, sentimos que algo dentro de nosotros se desvanece y después de quedar cojos, algo nos impedirá actuar por nuestra propia cuenta. Esta es la marca que deja el toque de Dios.
Jacob se abraza a Dios
El encaje del muslo de Jacob fue dislocado cuando él luchaba con Dios. Pero vemos algo sorprendente en el versículo 26: “Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices”. Cuando somos débiles, somos más fuertes, y cuando cojeamos, más le decimos a Dios: “No te dejaré”. Aunque esto parece imposible, es un hecho. Cuando nuestra fuerza se ha ido, nos asimos verdaderamente a Dios. Los que se aferran a Dios no necesitan su propia fuerza.
Dios bendijo a Jacob diciendo: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel” (Gn. 32:28). Israel significa “reinar o gobernar con Dios”. En esa ocasión la vida de Jacob dio un giro completo. Cuando somos derrotados por Dios, es cuando verdaderamente prevalecemos y dejamos de confiar en nosotros mismos. Debemos estar conscientes de que cada vez que nos sintamos incapaces de seguir adelante, en ese momento hemos vencido.
Todo cristiano tiene el encaje de su propio muslo, en algunos, su fuerza natural está alojada en sus maquinaciones, en otros, está ubicada en su talento o en sus emociones. Todo cristiano tiene una área fuerte especifica tal vez sea su intelecto, calculan, razonan, juzgan, analizan todo para ver si es razonable o lógico.
Hay muchas otras cosas que pueden ser el centro de nuestra vida natural. Al tocar Dios esta área, obrara en nosotros. No quiere decir que hayamos llegado a ser perfectos, pero sí que ha habido un cambio significativo en nuestra vida. Para que un cristiano siga el camino de Dios, tiene que recibirlo todo de parte de Cristo. Sin embargo, no es suficiente que seamos Isaac pero al mismo tiempo debemos ser Jacob.