El periodista católico John L. Allen Jr., editor del informativo Crux, publicó para dicho medio un análisis en profundidad sobre la reciente crisis vivida al interior de la Iglesia Ortodoxa, enfocado en sus posibles consecuencias para la Iglesia Católica. Tras mantenerse al margen en el tema durante el tiempo en que se gestionó el reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana como independiente del Patriarcado de Moscú, los católicos podrían resultar afectados tanto en cuanto la forma de desarrollar el diálogo interreligioso como en una posible mayor libertad para la evangelización.
«La Iglesia Ortodoxa Rusa reclamaba dos tercios de los 270 millones aproximados de cristianos ortodoxos en el mundo, así como preponderancia en clero, dinero e infraestructura», describió Allen para destacar la importancia del Patriarcado de Moscú para cualquier acercamiento de la Santa Sede con la religión ortodoxa. «Esto, hasta el pasado jueves». La declaración por parte del Patriarcado de Constantinopla del reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana como «autocéfala» cambia notablemente la demografía, el significado histórico y la influencia del Patriarcado de Moscú. La decisión de este último de acusar de herejía a Constantinopla y cortar todo vínculo con su autoridad religiosa supone el mayor cisma de la historia reciente y un cambio de paradigma para el diálogo con la Santa Sede.
Según el Arzobispo Mayor de la Iglesia Greco Católica Ucraniana, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, entrevistado por Allen, «el interlocutor principal y privilegiado en este diálogo en el contexto de la Guerra Fría y la Ostpolitik siempre fue Moscú. El diálogo con todo el mundo ortodoxo se entendió en esta dirección». «Ahora», indicó, «hay que repensarlo, no sólo en términos de cómo llevar a cabo el diálogo, que debe actualizarse, sino que se debe repensar todo el concepto».
Un rediseño del diálogo en la Santa Sede podría tener un impacto notable en la vida de los fieles católicos en Rusia, según infiere el analista, quien citó un ejemplo de ciertas limitaciones padecidas por los creyentes rusos a cuenta de la influencia del Patriarcado ortodoxo de Moscú. Un periodista católico a inicios de la década del 2000 enfrentaba el cierre de su periódico, pero «el problema no eran los números de circulación o los ingresos por publicidad, que iban bien. En cambio, el problema, y ??para ser claro, no lo estoy inventando, fue que la gente lo estaba leyendo», relató el editor. «Por más surrealista que parezca, el embajador papal en Rusia llegó a la conclusión de que, en lo que se refería al Vaticano, si una publicación en Rusia iba a ofrecer una provocativa e influyente opinión cristiana sobre los acontecimientos actuales, debería ser patrocinada por el Patriarcado Ortodoxo de Moscú. Demasiada visibilidad para un periódico católico, juzgaron, podría alterar las delicadas relaciones ecuménicas entre las dos Iglesias».
Ante el surgimiento de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, que tendría tras la unificación interna una envergadura similar a la de Moscú en número de fieles, sacerdotes e infraestructura y que además cuenta con la credencial histórica de ser el origen de la fe cristiana en toda la cultura rusa, «el Vaticano tendría un nuevo compañero de diálogo que probablemente sería más abierto y flexible, y tendría la credibilidad de la Iglesia Católica de rito griego y su apoyo a la autonomía ucraniana». Algunos analistas han hablado de una creciente política de aislacionismo en Moscú que podría llevar a un distanciamiento del diálogo ecuménico. «En otras palabras, podríamos estar presenciando el nacimiento de una nueva relación católica / ortodoxa, una en la que ninguna iglesia del lado ortodoxo tiene un veto efectivo sobre dónde puede ir la relación», concluyó Allen. «Si bien eso no garantiza automáticamente el progreso, al menos parece una situación en la que el movimiento hacia adelante ya no puede parecer tanto una mala apuesta».