Si no estuviéramos atravesando la actual crisis mundial provocada por el COVID-19 el, diez de abril, hubiera estado a unas horas de encontrarme de nuevo con mi novia en Guangzhou, China… pero el dos mil veinte es un año peculiarmente desgarrador para toda la humanidad, y la realidad es otra.
No, no sirve de nada lamentarse pero no por ello puedo dejar de reflexionar sobre lo sucedido.
Lo he dicho algunas veces: lo importante de la vida es el ahora. Planear es necesario, sí, pero no siempre imprescindible porque nunca sabemos qué pueda suceder mañana que cambie radicalmente tus planes ya que nunca tenemos el control absuluto de nuestras vidas: hay eventos que, por más que queramos, no podemos dominar.
El COVID-19 nos está enseñando muchas cosas: el mundo realmente está interconectado, se necesita el trabajo en conjunto (países, gobiernos, población, personal médico) y, nos ha dicho a la humanidad que no somos tan grandes como creeemos porque un virus, de 0.3 micras, es capaz de detener al mundo.
El coronavirus ha hecho que la economía del planeta se paralice, que eventos como ligas de fútbol, de baloncesto, los juegos olímpicos, conferencias, conciertos y un largísimo etcétera se vean pospuestos indefinidamente. Los vuelos están restringidos y las personas debemos quedarnos en casa si queremos que la pandemia poco a poco vaya cediendo.
Sí. El virus está cambiado nuestra forma de vivir y de interactuar con las personas. El mundo occidental se adapta a no saludar de mano ni beso y, todos, a tener comuncación con nuestros seres queridos mediante videollamadas o chat.
Y, también, debemos de entender que nuestra vida y nuestra agenda es relativa. Nunca lo queremos comprender… o aceptar, más bien, pero hoy, sin duda, esto es evidente.
Todos, de una u otra manera, hemos vivido en primera persona los cambios por el COVID-19. Ya sea porque el estar en cuarentena nos limita a ir a algún lado, o porque nuestras rutinas han cambiado pero nuestra vida es diferente.
Sí, tenemos que organizar y prever cosas, eso no puede cambiar totalmente pero, una cosa es esa y otra, muy distinta, es dar por sentado que eso que planeamos sucederá.
Debemos de aceptar y reconocer que los planes son efímeros y que nada es seguro en esta vida. Así como ahora estamos limitados por un virus, podemos estar limitados por diversos elementos como, simplemente, que “mañana” nunca llegue porque morimos.
Esta es una oportunidad para reflexionar en ello. Para valorar el presente y para dar gracias por el. Vivimos un momento en el que podemos, de una vez, vivir el hoy intensamente.
Digamos te amo a esas personas hoy y no esperemos a mañana. Disfrutemos con nuestros seres queridos cada segundo. Atesoremos en nuestros corazones los pequeños y grandes momentos y, sobretodo, regalémonos a nosotros esos minutos que por nuestra ajetreada vida nunca tenemos y que, ahora, en resguardo, podemos tener.
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