Víctor Hugo acaba de endeudarse para hacer feliz a su hijo; le compró el más reciente y más caro juego de video. No hay nada que hacer, esto es lo que el niño pidió y si no lo recibe, se va a sentir muy decepcionado, se pondrá de mal humor y no va a sentirse querido.
Víctor Hugo se dedica a dar mantenimiento a un pequeño edificio de oficinas. Para él, este juego representa más de la mitad de su sueldo. Sin embargo él siente que no hay otra alternativa; no le puede quedar mal a su hijo. Le angustia que su niño se pueda sentir de menos; después de todo, muchos de sus amigos y vecinos también ya lo tienen.
Mientras que para Víctor Hugo este regalo representa un gran esfuerzo y el gasto le está causando mucha angustia y presión, para su hijo Manuel, es simplemente la obligación de su padre. Claro que se va a poner contento cuando reciba su regalo, pero a decir verdad, él lo da prácticamente como un hecho. Manuel cree que está en todo su derecho de «exigir» este juego.
Es fácil como padre, caer en la dulce y feroz trampa, confundiendo el afecto con los objetos materiales, aludiendo al hecho que entre más y mejores son los regalos, mayor es el afecto que damos. Sin querer, creamos pequeños monstruos, insaciables, desagradecidos y demandantes, que en cualquier momento se dan la vuelta y nos muerden de regreso.
¿Será que el dar todo lo que los hijos piden y exigen los hará realmente mejores personas? ¿Qué es lo verdaderamente importante? ¿Cuales son los valores que estamos enseñando?
Hoy en día, tristemente estamos educando a las nuevas generaciones a traducir los sentimientos en adquisiciones materiales. Fallamos en poner el énfasis en lo verdaderamente importante: enseñar y transmitir Valores como el respeto, la comunicación, el aprecio y el esfuerzo, entre otros. El buscar la felicidad de los hijos a costa de hacer grandes sacrificios personales, sin compartir nuestros verdaderos valores y sentimientos, solamente abrirá una brecha mayor en la comunicación y el entendimiento entre padres e hijos. Esto no necesariamente resultará en hijos más felices.
Estas fiestas, el mejor regalo que le puede dar a sus hijos es el regalo de compartir sus sentimientos y sus ilusiones; converse de sus anhelos y recuerde que usted tiene el mejor regalo del mundo: usted mismo. Ser padre es un privilegio y tener un padre vivo es un regalo.
La Receta
Felices fiestas
INGREDIENTES
- 1 Taza de Valores
- 1 Litro de Ejemplos
- 1 Cajita de Tradiciones
- 3 Cucharadas de Responsabilidad
- 1 Manojo de Dedicación
RECOMENDACIÓN DEL CHEF
MODO DE PREPARACIÓN
El mejor platillo del mundo no es aquel que podemos comprar hecho en alguna tienda, tampoco lo podemos encontrar en nuestra alacena esperando a ser descubierto, ni siquiera es un platillo que preparamos rápido y sin cuidado. El mejor platillo que podemos preparar es aquel que lleva impregnado nuestra esencia, nuestras costumbres, los íntimos secretos, nuestras aspiraciones, así como nuestras penas y nuestras frustraciones. También contiene los dulces aromas de nuestro corazón. Cuando preparamos un platillo con un gusto tan exquisito se debe complementar con las propias tradiciones familiares, que son la mejor herencia para lograr recetas mejoradas en la cocina de la vida. Las cosas que son esencialmente importantes para el cocinero son igualmente importantes para las personas que comparten la cocina y los que reciben la comida. Por ello, es necesario recordar continuamente que a medida que se cocinen y condimenten los paltillos con ingredientes como amor, dedicación, paciencia, respeto, y buenos ejemplos, los platillos tomarán una consistencia sólida, apetitosa y muy difícil de olvidar.
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