Belmonte es una villa pequeña (cerca de 7,000 habitantes), oculta en las estribaciones de los montes más altos de Portugal, en la región de Beira Baixa. Su fuero de villa fue concedido por los reyes de León en 1199, pero sus ruinas romanas, y el hallazgo de monedas acuñadas en la antigua Judea atestiguan una historia que se remonta, al menos, al primer siglo de la era común. La presencia de esas monedas, y la singular comunidad hebrea de Belmonte, indican una muy antigua y firme conexión de esta pequeña población con el pueblo judío. Los hebreos han vivido en la Península Ibérica desde tiempos pre-romanos; posiblemente llegaron a Iberia acompañando una de las muchas expediciones fenicias que fundaron colonias en las costas (recordemos la alianza del Rey Salomón con el Rey Hiram de Tiro). No existen evidencias escritas de cuando los hebreos llegaron a la región de Belmonte… tan similar a la Alta Galilea donde vivo… pero la han habitado por muchos siglos.

La principal familia noble de Belmonte fue la distinguida casa de Cabral (de ahí los numerosos escudos y blasones con dos cabras, que adornan a los castillos e iglesias medievales del pueblo). El más conocido miembro de esta familia fue Pedro Alvares Cabral, que fue nombrado almirante por Don Manuel I, Rey de Portugal, y quien, camino a la India con su flota, tomó un amplio rodeo hacia el oeste del Atlántico del Sur, y accidentalmente descubrió las costas de Brasil. Por ello, este navegante es responsable del hecho que los más de 200 millones de ciudadanos de este gigante suramericano hablen portugués, y no español. La flota de Alvares Cabral estaba parcialmente tripulada por sus paisanos judíos belmontinos, quienes fueron reclutados por sus viejas conexiones con el clan de los Cabral, además de por sus reconocidas habilidades en idiomas y comercio.

De hecho, cuando Alvares Cabral descubrió Brasil, los judíos de Portugal ya habían pasado a ser “Cristianos Nuevos”. La expulsión de la enorme comunidad judeo-española en 1492 provocó la migración de millares de familias altamente educadas al sub-poblado vecino Reino de Portugal… esta enorme emigración resultó en un aumento exponencial de la riqueza portuguesa, a expensas de los reinos de Castilla y Aragón. Sin embargo, una alianza matrimonial de las casas reales castellanas y portuguesas en 1497 provocó la catastrófica decisión del Rey Manuel de “resolver su cuestión judía”. Un decreto de conversión o expulsión (al estilo de sus vecinos, los Reyes Católicos Isabel y Fernando) hubiera provocado la despoblación y ruina económica de Portugal, por lo que el rey lusitano optó por la drástica y dramática “solución” de convertir a todos sus súbditos judíos a la fuerza. A estos no les fue dada la opción de marcharse del reino para mantener su herencia y sagradas creencias. Centenares de miles de judíos portugueses fueron arrastrados violentamente a las Fuentes bautismales del reino, donde fueron salpicados con agua bendita y supuestamente transformados, por arte de magia clerical, en “cristãos-novos”, o “nuevos cristianos”. Un nuevo término entró en el vocabulario: “marranos”, que, con dos erres significa “puercos” o “cerdos”, tanto en portugués como en español (debido a que los cristianos nuevos tenían que demostrar que comían cerdo, como sus vecinos cristianos viejos). Sin embargo, este término también tenía un significado diferente en hebreo, donde, con una sola “r”… mar anus significa “forzado a la amargura”, que es una descripción muy apta de lo que les sucedió a los judíos en Portugal. Ya que la vasta mayoría de los anusim (forzados) carecían de cualquier convicción cristiana, ellos pasaron a ser cristianos de sus puertas para afuera, mientras continuaban siendo judíos en la intimidad de sus hogares… compelidos a llevar una vida de engaños y subterfugios.

Como muchas de estas familias se encontraban entre las mejores educadas y ricas del reino, sus vecinos “cristianos viejos” y el poderoso clero católico, comenzaron una campaña de enorme hostilidad, atizados por la envidia a sus éxitos materiales, y despechados por su encubierta lealtad al judaísmo. Este estado de cosas desembocó en el establecimiento de la Inquisición Portuguesa, que fue tan sanguinaria, brutal y asesina como las versiones “hermanas” en Roma, España o Francia del mal denominado Santo Oficio. Los Marranos, acusados anónimamente de ser judaizantes por vecinos o competidores comerciales, eran arrastrados a las pestilentes mazmorras del Santo Oficio, donde eran torturados por meses o años. Si se mantenían firmes en sus convicciones, terminaban quemados vivos en Autos-da-Fe. Aquellos que optaban por reconciliarse con el catolicismo, eran humillados en público, y despojados de todos sus bienes materiales, arruinándose ellos junto a sus familias.

Los “cristianos nuevos” vivieron en el terror durante siglos (el último Auto-da-Fe ocurrió a mediados del Siglo 18… supuestamente el “Siglo de las Luces”, y la Inquisición Portuguesa sólo fue abolida en la década de 1820). Muchos cristianos nuevos trataron de evitar las desagradables atenciones de la Inquisición mudándose a poblaciones apartadas, tales como Belmonte. Sin embargo, el largo y sangriento brazo del Santo Oficio era difícil de evitar. El Museo Judío de Belmonte tiene una pared dedicada a los cientos de mártires de la región… que incluyen niños y niñas de hasta once años de edad. Los apellidos de las víctimas incluyen nombres portugueses muy ordinarios, tales como Rodrigues, Henriques o Pereira, que continúan en uso entre los judíos y los cristianos de Belmonte.

Siglos de terror terminaron borrando las conexiones de la mayoría de los cristianos nuevos con el judaísmo (aunque se calcula que posiblemente 50% de los portugueses, y una tercera parte de los españoles comparten alguna ascendencia judía). A pesar de ello, en Belmonte, cientos de los pueblerinos continuaron practicando su propia versión de judaísmo mar anus desde 1497 hasta nuestros días. Las responsables de este milagro fueron las mujeres del pueblo… que, asumiendo el papel de rezadeiras (“orantes” o “sacerdotisas”) guardaron, memorizaron y enseñaron todas las tradiciones. Conservaron una forma de kashrut, Yom Kippur y otras celebraciones fueron seguidas, y la Pascua, con la fabricación secreta de matzas (pan ácimo), continuó celebrándose… todo esto escapó las garras de la iglesia.

En la década de 1920, un judío polaco llamado Samuel Schwartz, ingeniero de minas, vino a Belmonte a trabajar, y descubrió muchas “cosas raras” entre los lugareños. Muy pronto Schwartz se dio cuenta que había descubierto una comunidad “Cripto-Judía” en las estribaciones de la Serra da Estrela. Tardó bastante hasta que los pueblerinos reconocieran que Schwartz… con sus usanzas polacas y askenazis… tan diferentes a las del judaísmo de Belmonte… era un correligionario digno de confianza (ni sabían, a ciencia cierta, de la existencia de otros judíos… y mucho menos este extraño polaco). Poco a poco se abrieron, y Schwartz comenzó a publicar sobre esta “tribu perdida” de sus hermanos.

En los 1970s, cuando se re-estableció la democracia en Portugal, luego de décadas de una férrea dictadura de derechas, los judíos de Belmonte comenzaron a “salir del armario”, y empezaron el proceso de re-aprender el hebreo y re-conectarse con el judaísmo normativo. En los 1990s, un pudiente filántropo franco-marroquí, Azulay, donó los fondos necesarios para construir una bella sinagoga nueva en Belmonte. Mi esposa y yo asistimos a los oficios de kabalat Shabbat allí, y para mí esto fue experimentar un milagro. Pili se sentó sola en la gallería de mujeres (la sinagoga sigue la tradición ortodoxa sefardí), y las mujeres de Belmonte le dan la bienvenida al Shabbat en casa, preparando ricos manjares y acicalándolo todo… pero la sección de hombres estaba llena, con personajes que serían instantáneamente reconocibles en cualquier congregación judía del mundo… tanto en su apariencia física como en las idiosincrasias de su comportamiento, tan típicas de los hijos de Israel. El rabino viene del rabinato sefardí ortodoxo de Chile, y su familia vive en Israel. Después de cinco minutos de escuchar a la típica cacofonía de un servicio ortodoxo, quedé boquiabierto al pensar que estos lugareños lograron un milagro, ¡y sobrevivieron así desde 1497!

La comunidad de Belmonte ahora fabrica sus propios vinos kasher (blanco y tinto), aceite de oliva, mermeladas de frutas, y quesos fabulosos de leche de oveja y cabra. También hacen unas salchichas kasher (alheiras), de carnes de aves con finas hierbas y especias, altamente recomendadas… Y hasta fabrican estas salchichas con el más portugués de todos los pescados… el bacalhau. De hecho, una visita a Belmonte es una delicia para los gourmets y los amantes de vinos. Hay una tienda kasher llamada Mazal Tov, una pastelería llamada Shalom, y un pequeño y fascinante Museu Judaico, donde los no judíos pueden aprender sobre las costumbres y tradiciones de este pueblo, mientras que los judíos pueden aprender sobre las peculiaridades de la comunidad de Belmonte. Las relaciones entre las comunidades cristianas y judías de Belmonte parecen muy armónicas… y es un hecho que los descubrimientos de Schwartz en los años 1920 redundaron al beneficio de todos los habitantes del pueblo.

Además de esto, hay un bello museo dedicado a los descubrimientos de Pedro Alvares Cabral, y a las hazañas de los grandes navegantes portugueses en los siglos XV y XVI. El museo utiliza informática puntera, y sus exhibiciones son divertidas para chicos de todas las edades. También hay interesantes museos del aceite de oliva y de la ecología local, y las ruinas de una colonia agrícola romana del Siglo I. Un monasterio medieval en las afueras ha sido convertido en una magnífica Pousada, u hotel nacional, combinando las comodidades del Siglo 21 con un escenario estético y artístico. Así que, incluyan a Belmonte en sus futuros planes de viajes por Iberia… una comunidad milagrosa en una joyita de pueblo.