Se calcula que en España viven unos 2 millones de musulmanes y una cuarta parte de ellos tienen nacionalidad española. El Islam entra en la vida de los europeos no solo por la inmigración, o el drama de los refugiados, sino también por el fenómeno yihadista que, con atentados de eco mediático, lleva eslóganes islamistas a nuestras pantallas. Su alta natalidad hace que en las aulas en las que estudian nuestros hijos no falten los compañeros de clase de origen marroquí o de otros países musulmanes.
Hay varios Islam y luchan entre sí
El Islam nos afecta, pero es difícil entenderlo, porque en realidad hay diversas modalidades de Islam, que luchan entre sí, y también luchan con la modernidad. Cada país, cada contexto, lo modula a su manera.
Pero desde las monarquías petroleras de Arabia Saudí y Qatar llegan millones de dólares para financiar la variante más rigorista y fanática en todo el mundo, y también ellas financian el terrorismo de Estado Islámico, que ven como un arma, sobre todo, contra sus rivales, los chiítas.
Una buena forma de entender el Islam con sus encrucijadas y conflictos actuales, sin simplificaciones pero sin necesidad de caer en la erudición, es la entrevista en profundidad del periodista Fernando de Haro al sacerdote jesuita e islamólogo egipcio Samir Khalil Samir, publicada como un libro muy legible de 170 páginas en Ediciones Encuentro, con el título El Islam en el siglo XXI.
Un enfoque periodístico, de actualidad y análisis
Fernando de Haro, veterano periodista popular por su paso en Canal+, CNN+ y la Cope, ha dedicado los últimos año a una serie de documentales sobre los cristianos perseguidos. Y el mayor perseguidor hoy es el Islam radical. Por eso, pregunta a Samir Khalil desde la visión de una actualidad teñida de sangre y violencia, pero también con amor a la herencia árabe en España y contra «la fuerza de ciertos estereotipos fáciles».
Fernando de Haro escribe: «He visto y oído las barbaridades perpetradas por el Daesh en los pueblos que estuvieron bajo su control y en personas secuestradas y perseguidas por el mero hecho de estar bautizadas. He visto algo más que las consecuencias de una guerra, he visto tumbas profanadas, muertos a los que no se les deja dormir en paz».
¿Cómo explicarlo? El periodista acude a Samir Khalil, «un oriental, un árabe, un sabio y una persona exquisita«, que ha escrito 40 libros y más de 500 artículos, especializado en lenguas semíticas, en los estudios árabes cristianos y el Islam, que ha vivido en Egipto y en Líbano, y en varios países europeos dando cursos.
La guerra sunní-chií es la clave
Para Samir Khalil la clave está en un doble conflicto: por un lado, la guerra del wahabismo sunní de Arabia y Qatar contra el chiísmo, que tenía el poder en Irak desde la caída de Saddam Hussein, contaba con la Siria alauita como aliada, y también con los hutíes yemeníes. Para esa guerra nace Daesh, el «Estado islámico de Irak y Siria».
Por otro lado, el conflicto con la modernidad y con una lectura «razonable, de sentido común», del Corán, que es la lectura de la mayoría de los académicos pero que no es la que fomentan los imanes financiados por Arabia, incluyendo la universidad egipcia de Al Azhar «que siempre va con quien paga, con quien manda».
Los chiíes, más abiertos y razonables
Samir Khalil tiene «una visión bastante positiva del chiísmo, son mucho más abiertos intelectual, filosófica y espiritualmente que los suníes». Por ejemplo, en sus debates con clérigos chiíes les explica: «los cristianos llevamo 7 siglos más que vosotros diciendo en nuestro credo: Creo en Un Solo Dios; pero después explicamos ‘un solo’ como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ellos me responden: ‘muchas gracias, ahora lo entendemos mejor’.» También le preguntan por las similitudes entre Cristo y Hussein, el nieto de Mahoma, cuya muerte recuerdan con procesiones flagelantes. Aunque en los años 70 Jomeini radicalizó el chiísmo iraní con una lectura fundamentalista del Corán, en la actualidad la situación ha cambiado y la sociedad iraní es mucho más abierta, dice Khalil.
Dos siglos de modernización… frenados
El islamólogo recuerda cómo en 1801, en la Batalla de las Pirámides, Napoleón derrotó a los mamelucos egipcios y se inició la conciencia en el Islam de haberse quedado atrasado, en decadencia. Entonces, hacia 1820, el líder egipcio, Mehmet Alí, envió 50 jóvenes brillantes a estudiar a Francia, y con ellos empezó un proceso de occidentalización. Samir mismo lo vivió en su infancia, hacia 1954, con carteles en Egipto que decían «la ropa occidental es mejor que la de los campesinos».
En este siglo XIX y XX, los cristianos árabes, especialmente los sirios y libaneses, crearon el concepto de «arabidad», que los países árabes adquirieron para enfrentarse al opresor turco otomano (la lengua turca no se parece en nada al árabe) y para reforzar la idea de que la nación o ciudadanía debían primar sobre la religión (ya que si prima la religión, la mayoría islámica oprime a la minoría cristiana).
A finales del siglo XIX y principios del XX empezaron a manifestarse algunos imanes a favor de una lectura no fundamentalista del Corán. Reyes nada practicantes, como Faruk en Egipto o el shah en Persia lo favorecían. Kemal Ataturk, en su revolución de 1923, también preferiría fomentar el nacionalismo turco al islamismo.
Por desgracia, para contrarrestar esta corriente, en 1928 nacen los Hermanos Musulmanes, la gran organización fundamentalista que ha intentado bloquear la lectura razonable o contextualizada del Corán. Ellos marcan el debate intelectual.
Mayoría de intelectuales no fundamentalistas…sin voz
En la Universidad de Al Azhar en El Cairo los intelectuales liberales musulmanes no pueden hablar. «En Egipto podemos verles por la televisión porque el presidente Al Sisi les deja hablar. Pero la autoridad religiosa sigue justificando la violencia. Solo la critican en casos extremos como cuando [Daesh] quemaron a aquel piloto jordano en 2015. Entonces Al Azhar tomó un hadiz o dicho de Mahoma que afirma que con fuego solo castiga Dios. Pero no recuerdan otro en el que ven a dos hombres manteniendo relaciones sexuales, consultan a Mahoma y este responde que merecen ser quemados vivos».
La línea de acción que propone Samir Khalil es animar al Islam a hacer una lectura crítica, razonada, del Corán. Por ejemplo, donde se enseña a cortar la mano al ladrón, se debe enseñar que el objetivo es que el ladrón no robe… y para eso hoy contamos con prisiones y otros castigos. Esto significa abrir un debate que los salafistas, los wahabista, Arabia Saudí y los Hermanos Musulmanes no quieren permitir de ninguna manera, pero que miles de intelectuiales musulmanes sí quieren promover.
Que Europa no cambie ante los inmigrantes; que se adapten ellos
Por otra parte, anima a los países occidentales a no cambiar sus costumbres ni reglas de comida, vestimenta, horarios, etc… ante la llegada de los inmigrantes musulmanes. Son los inmigrantes los que deben adaptase, insiste una y otra vez.
Respecto a las leyes de países musulmanes, deben recoger la idea de ciudadanía, no distinguir entre los de una religión y otra ni entre hombres y mujeres y permitir el cambio de religión a quien quiera. Sin esas incorporaciones, toda declaración sobre «libertad de credo» se queda en nada.
Una exploración amplia y ágil
El Islam en el siglo XXI repasa la relación entre las «primaveras árabes» y Estado Islámico, debate sobre si Estado islámico es nihilista o integrista religioso (Khalil cree que es lo segundo, con capacidad para radicalizar rápidamente a jóvenes tibios), el encaje entre el Islam y Europa, las diferencias entre el islam en África, Asia y otros países y un último capítulo que no es sociopolítico, sino que intenta explicar la espiritualidad y religiosidad del musulmán devoto y su sentido.
Se trata, en fin, de una forma de explorar un tema amplio, complejo y polarizado con un libro que se lee con agilidad, como una conversación apasionada y documentada, y que evita por igual los arquetipos maniqueos y las erudiciones de parnaso de algunos autores fantasiosos.