El dato podría quedarse casi en mera curiosidad estadística para el lector occidental si no fuera por dos ‘detalles’ importantes: la entrada masiva y constante de inmigrantes en los países de la Unión Europea, una noticia que puede comprobarse incluso sin leer un solo periódico o encender la televisión, y las bajísimas tasas de fertilidad de los europeos nativos, muy por debajo de la tasa de sustitución -lo que aboca a la extinción a plazo fijo de no alterarse drásticamente la tendencia- en contraste con la explosiva fecundidad de los recién llegados.
La respuesta de las élites europeas a estos datos viene a ser a la gallega: “Bueno, ¿y qué?”. Europa envejece a marchas forzadas y necesita con urgencia esa población joven, como casi a diario alerta la ONU. ¿Cuál es el problema?
Muchos, podría alegarse. Quizá la principal sea que la población musulmana apoya la institución de la sharia, es decir, una ley islámica que, de llegar a ser la ley de la tierra, convertiría a la población ‘infiel’ en ‘dhimmis’, ciudadanos de segunda obligados a pagar un impuesto especuial, la yizia -entre otras cosas- y volvería ilegal y punible la evangelización.
Para hacernos una idea, el 83% de los musulmanes de nuestro vecino del sur, Marruecos, es partidario de hacer de la sharia la ley del país que habiten, según la propia Pew, así como el 91% de los iraquíes, el 99% de los afganos y el 84% de los pakistaníes.
A la vista de todos estos datos incontrovertibles, causa estupor entre no pocos católicos -y no católicos, naturalmente- el entusiasmo empecinado de Su Santidad el Papa Francisco por acelerar este reemplazo poblacional del continente.
Lo penúltimo han sido los ‘cuatro puntos’ de su mensaje para el Día Mundial de Migrantes y Refugiados del pasado 21 de agosto, en el que aboga con fuerza por una relajación generalizada de todo tipo de controles a la entrada masiva de extranjeros en nuestros países.
Quizá el punto más controvertido sea el que pide que se dé prioridad a la acogida del recién llegado sobre la seguridad personal y nacional, lo que ha provocado la perplejidad generalizada entre abundantes comentaristas.
Y lo último, el pasado domingo en su mensaje durante el Ángelus en San Pedro, su ardorosa solidaridad con un grupo musulmán de Birmania, los rohingya, responsable de numerosos atentados y matanzas de budistas que el gobierno presidido por la ex disidente y Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi.
“No solo existen los inmigrantes”, se queja Pietro Ferretti en un hilo de correos electrónicos publicado por el diario italiano Il Giornale bajo el titular: ‘Ius soli e Islam: así se alejan los católicos de Francisco’, donde se acusa al Papa de ‘injerencia política’ y se censura su ‘inoportunidad’ al realizar su llamado mientras Europa sufre una oleada de ataques yijadistas.
La referencia a los Rohingya, en concreto, ha hecho saltar al autor católico Antonio Socci, que comenta en su página de Facebook: “Bien. Mientras, seguimos esperando, desde hace años, una sola palabra de consuelo y apoyo para Asia Bibi y todos los cristianos de Pakistán que se encuentran en sus mismas condiciones, perseguidos y violados todos sus derechos, aseí como para los cristianos víctimas de de la represión en los demás países musulmanes y, en fin, para los cristianos perseguidos bajo regímenes comunistas (como China)”.