La Iglesia católica reiteró esta semana su «repudio» a la «instrumentalización de la religión con fines violentos«, pero volvió a evitar recoger el guante que le echaron los rabinatos de Israel, Europa y Estados Unidos para ponerle nombre a esa violencia, el del Islam radical.
Representantes de la jerarquía vaticana y de la ortodoxia religiosa judía se reunieron este lunes y martes en Jerusalén para seguir discutiendo el acercamiento entre ambas religiones y, especialmente, el reciente documento «Entre Jerusalén y Roma«, en el cual los rabinos llamaron a la Iglesia a «profundizar» la lucha contra «el barbarismo de nuestra generación».
En ese documento, los rabinos no anduvieron con vueltas y apuntaron contra las «ramificaciones radicales del Islam, que ponen en peligro nuestra sociedad global y no perdona siquiera a los muy numerosos musulmanes moderados«.
El extremismo islámico «amenaza la paz mundial en general y a las comunidades cristianas y judías en particular», añadió el documento presentado a fines de agosto en el Vaticano por los rabinos, quienes convocaron «a todos los pueblos de buena voluntad a unir fuerzas para combatir este mal».
La cuestión de «promover la paz frente a la violencia en nombre de la religión» ya había sido discutida durante una reunión similar del Comité Apostólico para las Relaciones Religiosas con los Judíos y los representantes de los rabinatos, llevada a cabo en Roma en noviembre del año pasado.
En aquella ocasión, la declaración final de judíos y católicos emitió una «clara condena» de los «actos de violencia, conflicto, secuestros, ataques terroristas, asesinatos y destrucción» llevados a cabo por grupos que actúan «invocando el nombre de la religión o al propio Dios», pero sin referirse al Islam.
Luego, en agosto último, los rabinos ortodoxos entregaron al papa Francisco una copia oficial de «Entre Jerusalén y Roma», adonde se pide redoblar la lucha contra el nuevo «barbarismo», pero se lo identifica claramente como el «Islam radical» y hasta se lo caracterizó como un «mal» contemporáneo.
Según supo Infobae, la cuestión de la violencia de raíz islámica fue discutida durante la reunión de esta semana, llevada a cabo en la sede de la Fundación Adenauer en Jerusalén. Pero la declaración final evitó, también esta vez, clarificar el escenario.
En las «reflexiones compartidas» de los rabinatos ortodoxos y de la Comisión Apostólica se lee una «apreciación de la sociedad entre la Iglesia católica y el pueblo judío para combatir los violentos azotes que afligen hoy al mundo».
«La comisión bilateral -señala esta última declaración- reitera su repudio a la instrumentalización de la religión con fines violentos» y reafirma la «obligación» de «preservar la santidad y la dignidad de la vida humana».
«En ese sentido -completó-, religión debe ser parte de la solución y no parte del problema».
Sin embargo, ninguna referencia concreta a los grupos fundamentalistas islámicos.
«La verdad es que hoy, si pensamos sobre los más grandes abusos de religión, estos están tomando lugar en nombre del Islam«, un fenómeno que «representa antes que nada una amenaza para los musulmanes moderados y luego para el resto del mundo», dijo a Infobae el rabino David Rosen, uno de los participantes de la reunión de esta semana.
«Si no afrontamos este asunto, tiene el potencial de destruir toda nuestra civilización», aseguró Rosen, ex rabino jefe de Irlanda y actualmente asesor del rabinato ortodoxo israelí en asuntos de relaciones interreligiosas. Según el rabino, se trata de «una de las amenazas más acuciantes de nuestros tiempos». «Y hasta iría un poco más lejos: que el Islam logre encontrar su lugar para integrarse a la sociedad moderna, es el principal desafío del siglo XXI», estimó. Si ese proceso fracasa, advirtió Rosen, «será catastrófico para todos».
Que el Islam logre encontrar su lugar para integrarse a la sociedad moderna es el principal desafío del siglo XXI
En «Entre Jerusalén y Roma», los rabinatos ortodoxos celebraron -con un poco de tardanza, con típico sentido religioso del tiempo- los cincuenta años de la declaración vaticana Nostra Aetate y el «proceso de introspección» que se inició dentro de la Iglesia a partir de 1965 para extirpar las «hostilidades» hacia los judíos, que se remontan hasta el momento mismo de la crucifixión de Jesús.
Pero fue el corto párrafo dedicado al Islam radical el que despertó las polémicas.
«Entre Jerusalén y Roma» fue presentado oficialmente al papa Francisco el 31 de agosto en una fraternal reunión en el Vaticano. El ex arzobispo de Buenos Aires lo recibió con interés y hasta emitió un comunicado en el que agradeció a los rabinos que lo fueron a visitar por el «fructífero diálogo» que se viene desarrollando entre ambas religiones. Pero no hizo ninguna referencia concreta al pedido de unidad frente al «mal» del radicalismo islámico, a pesar de los crecientes ataques que están sufriendo comunidades cristianas en varios países árabes, de los crímenes cometidos por el ISIS o la incansable sucesión de atentados terroristas de origen musulmán.
Jorge Bergoglio viene despertando críticas de muchos sectores conservadores desde que asumió el papado, en marzo del 2013, y su actitud frente al mundo islámico, y sus versiones radicalizadas, no estuvo exenta de miradas desaprobatorias.
Como ejemplo, y precisamente al comentar «Entre Jerusalén y Roma», el Gatestone Institute, un think tank estadounidense, habló de una presunta «reticencia» de Francisco a «denunciar públicamente» al radicalismo musulmán o los pasajes del Corán que hablan en contra de las otras dos religiones abrahámicas. «El sonoro fracaso del Papa en denunciar la violencia de base islámica preocupa a muchos entre la jerarquía de la Iglesia y entre los laicos», aseveró el artículo firmado por Lawrence Franklin, un militar que se desempeñó en la oficina para Irán del ministerio de Defensa de Estados Unidos durante los tiempos de Donald Rumsfeld y trabajó también en la embajada de Washington en Israel.
«La reluctancia de Francisco a criticar la violencia islámica, mientras al mismo tiempo no duda en condenar públicamente el mal, la corrupción y la injusticia social en todos lados, invita a las preguntas» sobre la posición del Papa, afirmó Lawrence. El militar-diplomático estadounidense llegó a preguntarse si el Papa sufre de «ceguera voluntaria, credulidad inocente o ignorancia intelectual sobre la naturaleza del Islam«, aunque aventuró que es posible que no quiera «retomar la centenaria batalla contra el expansionismo musulmán».
Frente a estas duras críticas, también es cierto que Francisco viene tratando de manejar con muchísima cautela la cuestión del extremismo islámico. Así quedó en claro, por ejemplo, en sus declaraciones tras los recientes atentados en Somalía, Afganistán y Nueva York.
«Pidamos al Señor que convierta los corazones de los terroristas y libere al mundo del odio y de la locura homicida que abusa del nombre de Dios para sembrar muerte», dijo Francisco, quien prefiere criticar las violencias de origen religioso en general, y no en particular.
¿Se puede esperar que Francisco vaya más allá de estos comentarios cuando repudia la violencia de matriz islámica?
«Los que acusan al Papa no pueden esperar que el Papa diga lo que ellos quieren que diga«, responde el obispo Pierbattista Pizzaballa, administrador apostólico del Patriarcado Latino en Tierra Santa.
«No se puede esperar que las autoridades religiosas le digan a los políticos lo que deben hacer«, explicó Pizzaballa durante una entrevista con Infobae en la sede del patriarcado, en la ciudad vieja de Jerusalén.
Según el obispo, «las figuras religiosas deben establecer los estándares morales» de una sociedad, «ellos deben decir que esta violencia religiosa es inaceptable».
Y, por el otro lado, «es un deber de las sociedades defenderse a sí mismas, por supuesto -añadió-. Pero cuando se trata la implementación» de esa defensa, «no se puede esperar de las autoridades religiosas en general, y del Papa en particular, que digan qué es lo que se debe hacer».
El obispo admitió que el radicalismo islámico «está en contra de judíos y cristianos, eso es un hecho, pero también están en contra de otros musulmanes que no son como ellos». También reconoció que «se necesita hablar» sobre el problema del extremismo de matriz musulmana, que -afirmó- «es un asunto muy fácil de manipular políticamente».
«Y el Papa, de manera correcta, no quiere caer en esa trampa«, advirtió el representante vaticano en Jerusalén.
Al contrario, continuó, Francisco «tiene que quedar fuera» de esa posible manipulación política del conflicto con el radicalismo islámico. Su figura, añadió, «tiene que permanecer como un alto estándar moral».
El rabino Rosen, por su lado, dijo creer que «el Papa está haciendo lo mejor que puede y hablando en voz alta en contra de los abusos violentos de la religión». «No estoy seguro de si sería de más ayuda que el Papa fuera más agresivo» en este frente -indicó-. Personalmente, creo que la estrategia del Papa es sabia: hay que condenar lo que hay que condenar, pero asegurarse de que no se permita que eso sea una condena general de una religión y de una cultura«.
Un presidente de un país y el Papa no pueden decir lo mismo, no reaccionan de la misma manera: el Papa tiene que dar la posición moral
Según Pizzaballa, quien también participó de la reunión de esta semana, «un presidente de un país y el Papa no pueden decir lo mismo, no reaccionan de la misma manera: el Papa tiene que dar la posición moral», mientras que el mandatario de cualquier estado «tiene que actuar también desde el punto de vista político, desde el de la seguridad, para prevenir, para eliminar el fenómeno, de manera legal».
Coincidentemente, uno de los firmantes de «Entre Jerusalén y Roma», el rabino belga Ariel Folger, actualmente al frente de la comunidad judía de Viena, afirmó que «el primer paso» en esta lucha es «hablar» del problema que se enfrenta.
«Las comunidades religiosas no establecen las políticas de Exteriores, pero su poder reside en su responsabilidad como líderes morales», afirmó el rabino en una conversación por email con Infobae.
Según Folger, quien firmó «Entre Jerusalén y Roma» como representante del consejo rabínico ortodoxo europeo, «es necesario escuchar la declaración moral que establezca que permanecer callado o emitir una respuesta muy tímida es un fracaso».
«Enfrente nuestro -continuó- están aquellos que son excesivos en su pacifismo o aquellos que, lamentablemente, están ciegos frente al hecho de que cristianos y judíos pueden todavía ser víctimas».
Pizzaballa, por su lado, dejó entrever que, para el Vaticano, no son estos los tiempos de las Cruzadas.
«La separación entre la Iglesia y el estado es muy clara, debería ser muy clara», pidió el obispo. Y, si bien el Vaticano «condena cualquier tipo de violencia, y en especial la violencia religiosa», para la cual «no hay ninguna justificación», los tiempos en que el Papa bendecía a los guerreros que iban a luchar a Tierra Santa contra los musulmanes ya no existen.
Los encuentros con otras religiones, incluso cuando se habla de violencia, tienen que tomar la dirección del «diálogo», dijo Pizzaballa interpretando el mensaje papal.
«Al menos una parte del Islam enseña que quien no es musulmán es menos, y en el pasado quizás los cristianos hicimos lo mismo», aceptó el obispo.
Ahora, en cambio, «el propósito del diálogo es crear una mentalidad que establezca que no todos somos iguales, que somos diferentes, que esté en contra de la uniformidad», completó Pizzaballa.
La Iglesia «ha recorrido un largo camino en el combate contra el antisemitismo, y eso ha tenido un efectos muy benéficos -dijo por su lado el rabino Folger-. Ahora, nosotros nos encontramos en la necesidad de aliados para combatir esta nueva forma de antisemitismo violento», añadió en referencia al extremismo islámico.
Sin embargo, Folger afirmó que, «en los últimos años» fueron los judíos quienes «debieron recordarle a los propios cristianos que los cristianos están siendo discriminados, muchas veces de manera violenta, en muchos países de Medio Oriente».
«Este escenario se repitió en muchas reuniones» interreligiosas, contó Folger, «en diferentes países». Al parecer, aseguró, y «a pesar del tamaño de sus feligresías, la Iglesia parece necesitar el apoyo de otros grupos, incluyendo las comunidades judías, en orden de llamar la atención sobre esas víctimas del odio religioso».