Gaudí sabía de sobra que no vería acabada la basílica Sagrada Familia antes de morir. Pero lo que quizás no calculaba es que tras 136 años de construcción su obra maestra seguiría incompleta. De hecho, el último pronóstico sobre su finalización es que este Templo Expiatorio estará terminado en 2026, justo cuando se cumplirá un siglo desde la muerte del arquitecto. Medirá 172 metros, convirtiéndose en la catedral más alta del mundo, y exhibirá un total 18 torres: una por apóstol, cuatro para los evangelistas, una para la Virgen María y la central, la más alta, para Jesús. Como todavía faltan años para verlo, nos sobra tiempo para repasar algunos rumores y mitos que rodean el edificio más emblemático de Barcelona, el mismo que el año pasado atrajo a 4,5 millones de visitantes.
Gaudí fue su arquitecto de rebote
La primera piedra de la Sagrada Familia se colocó en 1882, pero no la puso Gaudí. El proyecto original se lo asignaron al arquitecto Francesc de Paula Villar, que lo abandonó un año más tarde por rifirrafes con los promotores. Entonces, le ofrecieron el proyecto al arquitecto Joan Maragall, pero este rechazó el encargo y se lo dio a su ayudante de 31 años, un tal Antoni Gaudí. Este se arremangó y modificó el proyecto enterito, salvo la parte ya construida de la cripta, pasando del estilo inicial neogótico a su rompedor estilo modernista, un estilo que todavía era visto con espanto por los arquitectos de aquella época.
Ajeno a las polémicas, Gaudí se entregó a esta obra con devoción los siguientes 43 años y dedicándole en exclusiva los últimos 15 de su vida, llegando a vivir en el taller de la Sagrada Familia. De hecho, tras su muerte en un accidente de tranvía en 1926 lo enterraron en la capilla del Carmen del templo, en la que todavía descansa. ¿Te imaginas sentir la misma pasión por tu curro?
Está plagada de símbolos masónicos
Aunque muchas de sus biografías describen a Gaudí como un católico ferviente y devoto, también ha habido rumores de que era masón, igual que su mecenas Eusebi Güell (sí, el del parque) y algunos de sus clientes conocidos. La teoría surge de algunos detalles de la Sagrada Familia, como los signos del zodiaco de la Fachada de la Caridad o la repetición de la figura ‘X’ en distintas partes de la Iglesia, que se han relacionado con la masonería. Pero a ninguno se le ha dado tanto bombo como al cuadrado mágico que se ve al cruzar la Puerta de la Pasión. Es una cuadrícula numerada cuyas 16 casillas suman el número 33 en distintas combinaciones de sus filas, y recuerda a los criptogramas usados por esta institución secreta.
Pero hasta la fecha todas estas conjeturas no dejan de ser un mito, porque estos símbolos pueden deberse a influencias de la arquitectura gótica, donde el cristianismo ya convivía con símbolos de otras tradiciones antecesoras de la masonería. De hecho, el cuadrado mágico ni siquiera lo construyó Gaudí, sino Josep Maria Subirachs años después de su muerte, y el número 33 hace referencia a la edad en la que murió Jesucristo.
Levantando torres y ampollas
Cuando irrumpió la Guerra Civil en el 1936, los anarquistas incendiaron parte de la Sagrada Familia, incluido el taller donde Gaudí había trabajado siempre, y con él muchos de los esbozos, dibujos y maquetas que había dejado. Eso hizo que se perdieran muchos detalles de la visión del arquitecto, sumado al hecho de que, a veces, trabajaba improvisando soluciones que no constaban en ningún plano (no olvidemos que el hombre era un genio). Después de la guerra, tres generaciones de arquitectos se han dedicado a ir recomponiendo los más de 1.000 trozos de maqueta dispersados para encontrar lo que podríamos llamar el ADN de la Sagrada Familia.
La Sagrada Familia ha pasado por las manos de muchos arquitectos, desde Francesc Quintana, Isidre Puig i Boada hasta Lluís Bonet i Garí, y de varios escultores, entre ellos el japonés Etsuro Sotoo, Jaume Busquets y, para la fachada de la Pasión, a Josep Maria Subirachs. Este este último trajo bastante polémica por tender más a lo contemporáneo y alejarse del estilo realista que Gaudí había estado usando.
Varias voces en la arquitectura han pedido a lo largo de este siglo que se deje la basílica tal y como estaba, con las cuatro torres de la Natividad, como monumento excepcional y no contaminado. No sabemos qué opinaría Gaudí si levantase ahora la cabeza, pero esperamos que no estuviese de acuerdo con el concejal de Urbanismo que la denominó “una Mona de Pascua” que no se podía considerar obra de Gaudí.
¿De verdad les interesa terminarla?
Lo que acabarán en 2026 será la parte arquitectónica, pero todavía quedarán esculturas y símbolos por hacer, según el arquitecto director Jordi Faulí. La fecha de finalización ya se ha pospuesto varias veces, y esta es tan conveniente que parece que puedan decidir al dedillo cuándo terminarla, alimentando teorías de que les ha interesado más mantenerla inacabada hasta ahora por el atractivo que supone de un lento pero constante cambio.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la muerte del arquitecto y la Guerra Civil paralizaron las obras en distintos momentos, que se trabaja sin muchos planos originales y que, en cualquier caso, la complejidad de los diseños de Gaudí no tiene precedentes. Según la BBC, el equipo de arquitectos combinan hoy cinco programas informáticos distintos, normalmente empleados en la industria de la automoción y la aeronáutica, para llevar a cabo algo que se esbozó hace más de un siglo. El reto es considerable porque, para empezar, estamos hablando de un edificio que no tiene ni una sola línea recta. Todo está construido imitando la ‘arquitectura’ de la naturaleza, por ejemplo las columnas que sostienen el templo emulan árboles que se alzan con una trayectoria de crecimiento calculada aritméticamente.
Aunque durante algunas etapas la falta de fondos ha sido un verdadero obstáculo, el aumento de visitas en la última década le ha dado un impulso renovado a las obras, así que es posible que nuestra generación realmente la vea terminada. No hay que olvidar que para Gaudí la Sagrada Familia era la búsqueda de Dios y de la perfección, así que también es una bonita metáfora que acabarla sea una meta (casi) inalcanzable.