En septiembre de 2017 Angelina Jolie presentó, de la mano de Netflix, una película-documental de la adaptación de las memorias de Loung Ung, una activista durante la dictadura del Jemer Rojo en Cambodia.
A lo largo de los minutos vemos en First They Killed My Father: A Daughter of Cambodia Remembers, bajo la perspectiva de una niña de cinco años (la activista), hambre, genocidio (se estima la muerte de aproximadamente 1.7 millones de personas) así como los trabajos forzados que de 1975 a 1979 fueron víctimas los ciudadanos asiáticos.
Tristemente el filme nos da muchos elementos para reflexionar pero, como siempre, busco encontrar elementos o información “más allá de lo aparente” que pueda ofrecer también material para detenernos a pensar.
Algo particularmente curioso es el contexto familiar de la pequeña Loung Ung: su familia era numerosa, aparentemente feliz, y sus padres gozaban de un matrimonio estable además de una buena posición social (su padre era empleado del gobierno).
Y, de repente un día, entra el Jemer a su pueblo para cambiar todo. Los obligan a salir de su casa, con apenas pertenencias (que les serán confiscadas días después), para peregrinar rumbo a los campos de concentración.
Todo su mundo cambió. 
Una escena es particularmente fuerte: logran esconderse unos días en la casa de un familiar de la madre, cuando la niña se percata que el lugar dónde pernoctarán es una casa de «pobres» se lo hace saber a su papá quién, en un acto amoroso solo le responde con la mejor empatía posible «desde ahora nosotros también somos pobres«.
A lo largo de las 2 horas 16 minutos de la película-documental se nos presentan varios flashback en los cuáles podemos mirar la vida «antes del Jemer» de Loung Ung y su familia y cómo ésta cambió de forma radical al estar sometidos a la dictadura.
Y con ello podemos llegar al título de esta reflexión: lo material es efímero(además, claro, de todo lo que perdieron como familia).
Un día nos levantamos con bienes materiales, con dinero, con «estabilidad» financiera pero, al día siguiente o incluso horas después, ante cualquier tipo de eventos de los que podemos ser víctimas, estamos expuestos a quedarnos sin nada.
Así como nuestra vida es un «algo» de lo que no tenemos garantías, nada nos la puede asegurar, el dinero o los bienes materiales son, aún de forma más evidente, cosas mucho más volátiles y menos seguras.
Ver cómo nos puede cambiar la vida de una forma tan evidente, de la noche a la mañana, es increíble.
Creo que nunca somos realmente consientes de esto.
Preconcebimos todo en nuestro mundo como algo «seguro», como algo que siempre vamos a tener y lo cuál nunca perderemos. Así como hacemos planes para dentro de un par de semanas, un mes, etc… así pensamos y creemos que lo que tenemos de bienes materiales (tu casa, tu carro, tu trabajo, pertenencias…) nunca se nos irán y vivimos por tanto sin valorarcada uno de los momentos que ellos nos regalan.
Ese es el gran problema de no hacernos conscientes de lo fugaces que son las cosas -y la vida misma-. Damos las cosas por sentadas y pensamos que tenemos todo el tiempo por delante para valorarlas, para recapacitar, para enmendar las cosas, para tomarlas en cuenta.
Y no es así.
Así como podemos perfectamente no amanecer el día de mañana también somos susceptibles a ser víctimas de sucesos naturales o accidentes que nos hagan perder nuestros bienes materiales.
Es por eso que valorar cada instante, y vivirlos al máximo, es lo mínimo que debemos hacer para no ser víctimas de lo momentánea que es la vida y que, si nos esta cambia de alguna manera, al menos hayamos vivido de la mejor manera esos «instantes» que jamás volverán.