El 20 de mayo se erigirá en Jerusalén (Israel) una parroquia para atender a los miles de refugiados cristianos que llegan a Tierra Santa desde Asia y África.
El Administrador Apostólico del Patriarcado Latino de Jerusalén, Mons. Pierbattista Pizzaballa, explicó a Vatican News que la razón para emprender este proyecto es que las parroquias locales no tienen recursos suficientes para ayudar a los cerca de “200 mil refugiados, en su mayoría cristianos, provenientes de diferentes países”.
En un comunicado, Mons. Pizzaballa, explicó que “en los últimos años han llegado muchos refugiados provenientes de Sudán del Sur y Eritrea”.
Indicó que “inicialmente el ministerio pastoral de estos grupos era dirigido por sacerdotes, en su mayoría religiosos, que espontáneamente se pusieron al servicio de las necesidades pastorales de los migrantes”.
Recordó que hace unos años se creó la coordinación del ministerio pastoral con los migrantes, que “continuó el servicio a las personas que no asisten a los lugares de culto tradicionales”, pues aunque “muchos vienen a nuestras iglesias a orar, muchos más permanecen lejos de ellas y de cualquier servicio religioso, a menudo debido a la criminalidad y otras situaciones de riesgo, así como de las sectas evangélicas”.
Además, “desde un punto de vista legal y canónico, así como social, la mayoría de estas personas viven en situaciones límite, a menudo irregulares. También llevan a cabo su trabajo en contextos sociales alejados de las parroquias locales, con necesidades muy diferentes”.
Por lo tanto, tras dialogar con el consejo presbiteral en febrero, “tomé la decisión oficial de erigir una parroquia personal para todos los migrantes y refugiados en Israel”.
El Código de Derecho Canónico explica que una parroquia personal es para atender a una determinada comunidad según el “rito, de la lengua o de la nacionalidad de los fieles de un territorio, o incluso por otra determinada razón”.
En ese sentido, Mons. Pizzaballa dijo que el objetivo es “garantizar un completo servicio pastoral a quienes están lejos de sus parroquias, pero que –pese a las dificultades sociales en las que viven– aún quieren tener el apoyo de la Iglesia”.