Y Jerusalén verá el lugar donde Jesús hizo ver a un ciego, según el Evangelio de Juan. Cuenta la Biblia que tras encontrarle, Jesús escupió a la tierra, hizo barro con la saliva y untó con el barro los ojos del hombre. El milagroso proceso de curación del ciego de nacimiento se completó con una petición: «Vete, lávate en la piscina de Siloé». Más de dos mil años después, el antiguo estanque será abierto en su integridad al público que antes podrá observar los trabajos arqueológicos.

«En 2004 se descubrieron algunas partes y ahora se dan las condiciones para efectuar las excavaciones en toda la piscina de Siloé, que en nuestra opinión era muy grande», afirma el Dr. Amit Reem, responsable de arqueología de la zona de Jerusalén de la Autoridad de Antigüedades de Israel (AAI). Su cargo es parecido al del buscador de talentos de fútbol en Brasil. Un trabajo con hallazgos y sin descanso.

Reem es la voz más autorizada de AAI sobre la bíblica piscina e hizo el anuncio junto a la Autoridad de Parques Nacionales y la organización ‘Ciudad de David’. Hoy ya se puede ver la pequeña zona norteña descubierta de la piscina situada no muy lejos del Muro de las Lamentaciones. La previsión es que en uno o dos años como máximo, y gracias a las nuevas y completas excavaciones arqueológicas, se pueda disfrutar completamente y por primera vez en la Historia moderna de esta parcela de gran valor histórico, arqueológico y religioso.

«Después de muchos años de espera, tendremos el mérito de poder revelar este lugar histórico de trascendencia nacional e internacional y hacerlo accesible a los millones de visitantes que llegan anualmente a Jerusalén«, señala el alcalde, Moshe Lion, que tras dos duros años de pandemia, espera mantener el auge turístico en la Ciudad Santa. Para ello es necesario también que no estalle una explosión de violencia entre israelíes y palestinos que ahuyente al turista y, en menor medida, al peregrino. Su otro reto es ampliar la oferta cultural y de ocio para frenar la marcha de jóvenes seculares a Tel Aviv, que tiene menos pasado pero más presente.

Pero vayamos a la Historia. Siglo VIII A.C. Hace unos 2.700 años, la piscina de Siloé (significa «Enviado») se construyó como parte del sistema de agua de Jerusalén durante el reinado del rey Ezequías. Como recoge el libro Reyes II: «Y las demás cosas de Ezequías, y todo su poder, y cómo hizo el estanque y el acueducto con que introdujo agua en la ciudad, he aquí que están escritas en el libro de las crónicas de los reyes de Yehudá».

La famosa inscripción de Siloé, hallada en 1880 en el cercano canal de agua, describe el uso del estanque como depósito de las aguas del manantial de Guijón que se desviaban en túneles subterráneos de la ciudad en la época del Primer Templo judío.

Hace 2.000 años y debido a su estratégica ubicación, la piscina de Siloé fue renovada y ampliada para que la utilizaran los numerosos judíos que llegaban a Jerusalén como baño ritual y purificador (Mikve) en el camino de ascensión al Segundo Templo. «En esa época, esta vía era uno de los centros con más vida de Jerusalén», cuenta Reem en una entrevista a EL MUNDO.

A lo largo de la Historia, el lugar fue objeto de expediciones arqueológicas como las del equipo americano-británico de Frederick Jones Bliss y Archibald Campbell Dickey, que en la década de 1890 descubrió algunos pequeños escalones de la piscina, o la de la arqueóloga británica Kathleen Kenyon en la década de 1960.

Tiene un gran significado desde el punto de vista académico, científico, arqueológico e histórico

DR. AMIT REEM

Durante unas obras rutinarias de infraestructura realizadas en 2004 por la empresa de aguas israelí Haguijon quedaron al descubierto escalones de la antigua piscina lo que llevó a Israel a realizar excavaciones. Reem explica que se halló el perímetro norte y una pequeña parte oriental del estanque que, recubierto de grandes losas incrustadas, tenía un tamaño de cinco dunams en su mayor esplendor. La serie de escalones permitían a los bañistas tanto sentarse como sumergirse en las aguas puras.

«Tiene un gran significado desde el punto de vista académico, científico, arqueológico e histórico», comenta el arqueólogo israelí, que pronostica que «se convertirá en uno de los puntos turísticos más importantes de Jerusalén». «Espero que cuando esté completamente abierto atraiga a millones de personas de todas las religiones y culturas no sólo por su historia sino porque impresiona», añade. De esta forma, se recreará el recorrido que conecta la piscina situada en el barrio palestino de Silwan con la zona del Muro de las Lamentaciones y el Monte del Templo o la Explanada de las Mezquitas.

«Esperamos poder encontrar debajo de la piscina de Siloé restos antiguos de la época del Primer Templo», detalla Reem que investiga, excava y descubre esta villa desde hace 30 años. «El territorio bajo mi responsabilidad es pequeño en relación a otros como la Galilea o el Néguev, pero es el que tiene más arqueología y complejidades. Es la joya de la Corona», dice orgulloso y admite: «Cada día de mi trabajo es una jornada de aventuras y emociones. Cada hallazgo tiene su significado en la historia cultural de Jerusalén. Me emociona especialmente todo el proceso para llegar al descubrimiento».

Por encima y por debajo de la tierra y excavando su milenario pasado para entender su identidad en una máquina del tiempo inagotable y llena de sorpresas, Jerusalén respira santidad, cultura, historia, fe, arqueología y conflicto. Quizá demasiada carga para una sola ciudad. Aunque se llame Jerusalén.