El arzobispo de Filadelfia, Charles J. Chaput, explica en una entrevista a InfoVaticana cuál debe ser la actitud de los católicos en un mundo poscristiano y cómo se puede preservar la cultura cristiana en los hogares. Sobre el próximo sínodo de los jóvenes, recuerda que escuchar es una capacidad importante para llegar a la gente joven, pero que “llamamos a la Iglesia Madre y Maestra por una razón, y es que ella conoce la condición humana mejor que nadie y su genialidad es enseñar y guiarnos hacia el cielo”.
“Extranjeros en tierra extraña” es el título de su último libro, publicado en España por la Editorial Palabra. Entre los progenitores católicos es una preocupación difundida cómo mantener la esperanza y criar a sus hijos en un mundo cada vez más pagano y distanciado de la cultura cristiana. ¿Nos podría dar algunos consejos para preservar la cultura cristiana en casa?
Sé que muchos padres estadounidenses educan a sus hijos en casa [en lugar de llevarlos al colegio]. Cuando esto se lleva a cabo bien, la educación en casa beneficia a los hijos y ayuda a mantener la educación cristiana en un hogar. Pero no todo el mundo tiene la capacidad o el tiempo de llevar adelante este tipo de educación y cuando no se realiza adecuadamente, la educación en casa puede fomentar una separación insana del mundo. Por lo tanto, no es una solución para la mayoría de las personas.
Una familia que tiene la costumbre de rezar diariamente, que limita el uso de los aparatos electrónicos, que fomenta la buena lectura, que se acerca regularmente al Sacramento de la Penitencia y que va a misa junta los domingos tiene buenas posibilidades de construir una cultura cristiana que perdure en su casa. Todo esto suena familiar y sencillo, pero en realidad exige estar centrado continuamente, y mucho esfuerzo. No obstante, la recompensa es grande.
¿Cuál debería ser la actitud de los sacerdotes católicos ante la desintegración de la cultura cristiana? ¿Rendirse y escuchar abiertamente al mundo o ser la voz que grita en el desierto?
Nuestra primera lealtad debe ser siempre a Jesucristo y su Iglesia, no a la cultura que nos rodea. Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo; esto significa que, como discípulos, debemos esperar ser tratados como Jesús fue tratado, a veces muy duramente. Porque el mundo es como es, sólo podemos mantener nuestra esperanza y nuestra alegría, esenciales para cualquier cristiano, si desarrollamos una vida de oración sólida y buscamos buenos amigos cristianos para compartir nuestra fe. Los apóstoles no sólo eran seguidores de Cristo, sino también sus amigos.
La amistad cristiana es una forma de amor que saca su fuerza del compartir de la comunidad de creyentes. Es una de las cosas hermosas que hacen que valga la pena vivir la vida. Es un gran don de Dios.
La Exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia ha dado mucho que hablar y ha creado reacciones contradictorias en distintas diócesis del mundo. Para algunos, el documento no es claro; para otros, lo es y en continuidad con Veritatis Splendor y Familiaris Consortio; para otros lo es pero en clara ruptura con el magisterio previo. ¿Qué piensa?
La gente se olvida que Amoris Laetitia, más allá de las ambigüedades del capítulo ocho, tiene una gran cantidad de contenido excelente. Necesitamos centrarnos en la fuerza del documento, no en sus debilidades. En Filadelfia hemos afrontado los problemas de claridad que tiene el texto –sí, es cierto, hay algunos problemas–, reafirmando la enseñanza clásica católica. Lo hemos hecho en las directrices que regulan la aplicación diocesana de Amoris Laetitia. Obviamente, no puedo hablar en nombre de otras diócesis.
John Senior, en “La restauración de la cultura cristiana”, propone que el padre que desee tener una familia cristiana debe tirar su televisión y recuperar la lectura en voz alta en su hogar, como también las reuniones alrededor del fuego. ¿Cree usted que algo tan simple puede tener un efecto real sobre los hijos, o puede provocar en ellos el deseo de huir a casas en las que la cultura posmoderna ha penetrado a través de la tecnología y la cultura?
Las cosas sencillas que usted menciona tienen un efecto enorme a lo largo del tiempo. La diferencia entre alejar a los hijos con estas técnicas o atraerlos a la familia y a Dios depende, sencillamente, de lo bien que los padres irradien amor y no miedo o frialdad en sus acciones.
En un padre el amor, la paciencia, la calidez, el humor, incluso cuando pide cosas difíciles, son características que atraen enormemente el corazón de su hijo.
¿Qué espera del próximo sínodo de los jóvenes, que tendrá lugar en Roma el próximo mes de octubre?
Es muy pronto para pronunciarse. Pero espero que podamos ir más allá de las beaterías comunes sobre “escuchar” a la gente joven.
Está claro que debemos escuchar a los jóvenes, sobre todo a los más jóvenes, que tienen sed de algo más que la falta de espiritualidad de la cultura consumista actual y las amargas políticas de la derecha y la izquierda. Acompañar y escuchar son capacidades importantes para llegar a la gente joven; pero llamamos a la Iglesia “Madre y Maestra” por una razón, y es que ella conoce la condición humana mejor que nadie y su genialidad es enseñar y guiarnos hacia el cielo. Al final, nuestra misión como Iglesia y como cristianos es cambiar el mundo para Jesucristo; no cambiar a Jesucristo para hacerlo más agradable al mundo. Se ha intentado esto antes y nunca ha funcionado.
(Traducción de Helena Faccia Serrano para InfoVaticana)