Casi 450 años de haberse establecido en América, la llamada Santa Inquisición, de ellos, en México en total fueron 244.
En 1569, durante el reinado de Felipe II, se aperturó la justicia en el Tribunal Eclesiástico de la Santa Inquisición en la Nueva España.
En Tulancingo hay varios documentos que firma Juan Antonio Romero, quien era el comisario de la Santa Inquisición en el siglo 18.
Del 23 de octubre de 1731 se habla de un proceso de adulterio que demanda Nicolás de Zalayres contra su mujer. En tanto, el 29 de diciembre de 1735 la causa criminal seguida a pedimento de parte contra Hermenegildo Villegas por estupro. Mientras que el 6 de mayo de 1737, crimen de estupro sobre una mujer y el 28 de febrero de 1739, denuncia y causa criminar contra Jospeh García Otón, mulato por abandono y adulterio.
El 29 de noviembre de 1747, causa criminar contra Andrés García por estupro y el 14 de abril de 1749, auto de queja de agresión del fiscal de la iglesia Antonio Monteño de Molango.
El 28 de abril de 1749, auto de visita a la Cofradía de Nuestra Señora de Guadalupe de Zacualtipán, entre otros. Según documentos del archivo histórico de la Catedral.
Se ignora si hubo actos de fe, es decir, enjuiciamientos en la ciudad (eran públicos en su mayoría, se leía tanto el delito como la sentencia que iba desde azotes y un sin número de torturas hasta la hoguera).
Estos no se descartan y hasta hay leyendas sobre el tema de que al haber un comisario del llamado “Santo Oficio”, entonces, hay la posibilidad de que sí hubo sentencias juzgadas.
TRES SEDES EN TULANCINGO
Primero, a un costado del templo de la Tercera Orden, que sucumbió en 1952, en las proximidades de lo que hoy conocemos como La Fayuca.
Anteriormente se le llamaba Callejón del Doctor Ávila.
Además, funcionó en una casa frente a lo que era la Plaza, llamado “el revolcadero”, justo donde ahora se encuentra el estacionamiento del Club de Leones.
Y un tercer punto, la cárcel del Santo Oficio, conocida como “El Infiernito” (en la calle de Allende esquina con Xicotencátl).
Ahí, se encerraban a los indígenas y mestizos acusados de herejía y tenían un trato distinto a los españoles que eran llevados a la Ciudad de México para ser sentenciados, decía quien fuera cronista de esta ciudad, Mario de la Fuente.
¿QUIÉNES ERAN LAS CABEZAS DEL LLAMADO SANTO OFICIO?
En México hubo tres figuras inquisidoras: Fray Juan de Zumárraga, era el inquisidor apostólico y Don Pedro Moya de Contreras asumió el cargo de inquisidor general.
El primer gran general inquisidor fue Tomás de Torquemada, confesor igual de Isabel la Católica de Europa, con gran influjo sobre otras tierras incluyendo América.
¿Y LOS CASTIGOS?
Los castigos era para aquellos que tras haber atentado contra la fe y las buenas costumbres como haber blasfemado, pecados nefandos (delitos abominables o inconfesables, sodomía), falsos testimonios, ofender al Tribunal y bigamia y brujería.
Se les aplicaba la “cuerda”, el “tormento del agua”, el garrote y garrucha, entre otros.
HASTA POR LEER
El Santo Oficio estaba formado por inquisidores: teólogos, literatos, historiadores, científicos, entre otros doctos, encargados de revisar, juzgar y registrar todo libro impreso, e incluso determinar su prohibición o expurgo.
Nadie podía leer libros hebraicos, judaizantes o arábigos; ni tratar temas de nigromancia, adivinación o ciencias ocultas.
Tampoco optar por un libro con ideas contrarias a la fe católica. Ni juzgar los dogmas cristianos. Es decir, se perseguía a quienes gustaban de la literatura, sobre todo si esta la veían como modificadora de conciencia, entonces, la quemaban.
El objetivo: Impedir la propagación de ideas subversivas y de escritos que se consideraban inútiles y perjudiciales. Además, castigaba los movimientos de carácter político, como el de Independencia.