Esta historia comienza en Palmira con un grupo de fanáticos religiosos destrozando estatuas clásicas. Y no son terroristas del Estado Islámico, sino cristianos del siglo IV. El paralelismo lo pone encima de la mesa la historiadora y periodista Catherine Nixey en su libro La edad de la penumbra (Taurus), donde cuenta cómo el cristianismo, desde finales del siglo IV y durante el siguiente, consolidó su triunfo global destruyendo el legado intelectual, espiritual y estético del mundo clásico. La similitud entre ambas hordas destructoras es tal que hasta la misma estatua de la diosa Atenea fue destruida por unos y, tras su reconstrucción, por otros, casi dos mil años después.
A pesar de algunos ejemplos como la conocida película Ágora de Alejandro Amenábar, donde contaba la persecución de Hipatia de Alejandría por parte de los cristianos, Nixey opina que “esta cara violenta del primer cristianismo es muy poco conocida más allá del ámbito académico y de hecho los académicos le conceden muy poca importancia al asunto”.
“Todo el mundo me ha mandado vino y rosas”, bromea la autora, que ha recibido críticas feroces e insultos a través de las redes sociales por publicar este libro. “A veces voy a dar una charla y la gente se levanta y se va, incluso la entrevista que iba a conceder antes que la tuya ha sido cancelada por motivos religiosos”, asegura Nixey. “Cuando critican tu religión es como si criticaran a tu madre, es algo que va más allá del raciocinio. Es una pena, pero es así”, lamenta la escritora.
De perseguidos a perseguidores
En el siglo I, el Imperio Romano perseguía a los cristianos y los echaba a los leones, aunque Nixey opina que esta parte del relato ha sido magnificada por la historiografía eclesiástica. En cualquier caso, 300 años más tarde, el mismo imperio no solo promulgó la libertad de culto, sino que adoptó el cristianismo como religión oficial. Constantino -que, recuerda la autora, hirvió a su mujer en una bañera- fue el emperador que aceleró y culminó este giro de 180 grados en la relación de Roma con la cruz. “Cuando llega al poder en el año 312, menos del 10 % de la población del imperio era cristiana. Apenas cien años después, oficialmente los 60 millones de habitantes del imperio eran cristianos, aunque no fuera cierto”, explica Nixey, licenciada en Historia Clásica en Cambridge y periodista de la sección de cultura de The Times.
El intelectual romano Celsio, alrededor del año 170, fue uno de los primeros críticos importantes del cristianismo. Estudió a fondo las escrituras y, además de considerar que estaba llena de teorías “absurdas” que refutaba con sorna -decía que María no era virgen, sino que se quedó embarazada de un soldado romano- , también pensaba que la nueva religión era una amenaza para el imperio romano. Con el triunfo del cristianismo, la obra de Celsio fue silenciada y las pocas de sus obras que han llegado hasta nuestros días lo han hecho adulteradas, explica Nixey.
Antes que Celsio, el primer historiador romano que dejó testimonio de la forma de vida y la actitud de los cristianos fue Plinio el Joven (61-112), que ocupa un lugar importante en el ensayo de Nixey. “Plinio (sobrino de Plinio el Viejo) era como un corresponsal, muy observador. Analizó a los cristianos y no logró entender de dónde les venía su fervor, por qué estaban tan seguros de tener la verdad en la mano”, explica la historiadora, que asegura que a los primeros cristianos no se les mataba por su religión, sino por oponerse a las leyes del imperio. “Lo que intrigaba a Plinio es que no respetaran al emperador. ¿Qué tenía que ver su religión con cumplir las leyes del imperio? Es algo que repite mucho en sus cartas”, explica Nixey, y menciona una carta de Trajano en la que este emperador mandaba perseguir solo a los cristianos que no cumpliesen la ley.
Avanzamos de nuevo hasta los siglos IV y V. Con la oficialidad de su parte, los cristianos más extremistas se vieron capaces de imponer su fe por la fuerza. Entre las facciones más fanáticas y violentas de los cristianos, Nixey sitúa a los “circuncilianos”, una secta poco conocida. “Irrumpían en los festivales religiosos paganos gritando ‘alabado sea el señor’ [¿les suena?] y empezaban a matar gente porque no tenían las creencias correctas. Aterrorizaron a todo el norte de África”, explica la historiadora. Y no solo ejercían la violencia contra los demás, también se suicidaban pensando que en el cielo tendrían una recompensa que multiplicaría por cien sus posesiones terrenales.
Otro de los protagonistas de La edad de la penumbra es San Antonio, fundador del monasticismo. Nacido en Egipto en el año 251, siendo muy joven lo dejó todo y se recluyó en el desierto en condiciones extremas. Su relato, magnificado por el obispo San Atanasio, inspiró a cientos de jóvenes del imperio que imitaron su modo de vida. ¿Y por qué resultaba atractivo ese estilo de vida? “La élite de Roma, que representaba el 1 %, iba cubierta de joyas y vivía en mansiones. Los de abajo se sentían como basura por no pertenecer a es ínfima fracción de la población. Que de repente venga alguien y te diga que tú eres especial y no los que tienen el dinero y el poder puede ser un mensaje muy atractivo, además de sorprendente”, opina Nixey.
Curiosamente, Nixey es hija de una monja y un monje católico de Gales que colgaron los hábitos y fundaron una familia, educando a sus hijos en la tolerancia. Aunque su caso fue un escándalo en su momento y se les instó a abandonar su tierra, ellos siguieron profesando un gran afecto por la iglesia. “Mi padre había ido a una escuela benedictina, donde conoció a algunas de las mejores personas que había conocido nunca, gente de mente muy abierta, interesante y culta, muy diferentes de aquel San Antonio que representa la cara más basta del cristianismo. Con nosotros mis padres fueron muy tolerantes, discutíamos en la mesa sobre lo que leíamos, y eso que mi hermano leía a Richard Dawkins [un importante crítico ateo]”.
P.- ¿Cree que la Iglesia alguna vez reconocerá la destrucción que usted refleja en su libro?
R.- Sería muy difícil. ¿Por qué va a hacerlo si son los siglos en los que consiguió sobrevivir? Hace unos años pidió perdón por el proceso inquisitorial a Galileo, que fue hace 400 años. Quizá pidan perdón por esto en otro milenio…
P.- ¿Cuál piensa que va a ser el futuro de la religión cristiana a medio plazo?
R.- Creo que los números muestran que la popularidad de la iglesia cae continuamente, pero también es cierto que en los años 20 y 30 muchos académicos decían que había terminado la batalla religiosa y no podían imaginar que después de la Segunda Guerra Mundial habría un aumento tan grande de la religiosidad, o que hoy la religión ocupara tanto espacio en las noticias. Es más,la BBC ha designado 2019 como el año de la religión… Por otra parte, se está produciendo una ateización o agnostización de la mayoría al mismo tiempo que aumenta el fundamentalismo en todas las religiones.
P.- ¿Entonces cree que el siglo XXI estará marcado por la polarización entre ateos y fundamentalistas religiosos?
R.- Espero que no… Y, en caso afirmativo, que gane el ateísmo.
@FDQuijano