Querido Papa Francisco:
Es difícil ser católico hoy en día. Sé que finalmente rompió el silencio ( en una carta ) respecto a las terribles acusaciones de abuso sexual en seis diócesis de Pensilvania. Esperé varios días para encontrar consuelo en Roma. Usted, notoriamente, comenzó su texto con una cita de San Pablo: «Si un miembro sufre, todos sufren con él».
Aunque agradezco las palabras, necesito ver acción. Necesito ver un cambio real.
Estamos sufriendo una decepción tan grande que, para algunos, es difícil creer en Dios. El domingo, en mi iglesia, la capilla del Sagrado Corazón en la Universidad Loyola Marymount, el padre Allan Deck lo puso en palabras: «El abuso y la manipulación emocional y sexual de los demás, especialmente de niños pequeños, constituye un rechazo abyecto del amor sano y holístico que ejemplificó Jesús y que propone nuestra tradición católica». (Revelación total: mi esposo es presidente de la universidad). Luego, advirtió. «Estos reportes terribles no van a terminar».
Según The Buffalo News, se han hecho llamados a que el fiscal general del estado de Nueva York lleve a cabo una investigación similar a la que se llevó a cabo en Pensilvania. Si se parece en algo a esta última agregará más que sal a la herida. Terminará de desgarrarnos el alma.
Papa Francisco, dice en su carta que usted y sus soldados —sacerdotes, obispos, arzobispos y cardenales— «no mostraron interés en los pequeños; los abandonamos» y que no bastará «ningún esfuerzo por rogar por el perdón» ni «reparar el daño causado». Tiene razón. Para las miles de víctimas a las que la Iglesia católica dañó no hay forma de encontrar consuelo, a menos que se tomen medidas sin precedentes y concienzudas. En mi opinión es mucho decir.
Sé que los presuntos abusos en Pensilvania ocurrieron en un periodo de 70 años , pero parece que fue ayer. Sí, según el padre Tom Reese, de la Universidad de Georgetown, el Vaticano implementó una política de «tolerancia cero» ante «cualquier sacerdote involucrado en abuso». El padre Reese incluso dijo en entrevista para HLN que «nunca podrán volver a actuar como sacerdotes». Además, dijo, «el papa empezó a responsabilizar a los obispos» del encubrimiento de los abusos.
Papa Francisco, usted puede demostrarlo tomando medidas contra el cardenal Donald Wuerl. Sé que él dice que peleó contra la orden de reinstalar a un sacerdote pedófilo antes de que usted asumiera el cargo, pero hay dudas respecto a sus actos cuando fue obispo de Pittsburgh.
El fiscal general de Pensilvania, Josh Shapiro, acusó que el cardenal Wuerl «no está diciendo la verdad». Afirma que «muchas de las declaraciones [de Wuerl] en respuesta al informe del jurado de acusación contradicen directamente los documentos y los registros de los archivos secretos de la Iglesia».
El cardenal emitió un comunicado en el que niega dichas acusaciones. Dijo: «actué diligentemente,preocupado por las víctimas y con la intención de prevenir casos futuros de abuso».
Por favor, Papa Francisco, si el cardenal Wuerl «no está diciendo la verdad», actúe pronta y decisivamente.
El catolicismo tiene una gran belleza. La veo todos los días en la obra altruista de las beneficencias católicas de todo el mundo. La organización de servicio brinda vivienda asequible a los pobres, ayuda en desastres y apoya a los refugiados para que encuentren consuelo y asesoría legal en un mundo que parece decididamente hostil. Lo veo en las universidades jesuitas que buscan educar a los jóvenes no solo para el éxito, sino para amarse los unos a los otros y para retribuir a los demás en el camino.
Papa Francisco, escuche a su iglesia.
Si hubo algún momento en la historia de nuestra religión para enmendar las cosas, ese momento es ahora. Es tiempo de expulsar a todo funcionario eclesiástico al que se halle culpable de abuso o de encubrimiento.
Es momento de ampliar su base de talento. Incluso podría pensar en permitir que los sacerdotes se casen o que las mujeres se vuelvan sacerdotisas. Lo único que indica que estos cambios no pueden ocurrir son la tradición y un coro de voces conservadoras que le susurran al oído.
Papa Francisco, el momento es ahora.