Los arqueólogos que corrían para salvar una catacumba judía de 2.000 años en Roma, vulnerable y en rápida desintegración, se sometieron a la presión de un grupo judío ultraortodoxo y les permitieron volver a enterrar los huesos que se encuentran en el interior, sin permitir su estudio. La decisión provocó indignación entre algunos científicos que protestaron con frustración al volver a sellar los huesos en sus tumbas, poniendo los restos fuera del alcance de los investigadores curiosos para siempre.
Las autoridades italianas y los arqueólogos involucrados refutaron que era necesario hacer un compromiso para salvar el sitio, que había comenzado a decaer rápidamente después de su exposición.
Mientras tanto, los nuevos descubrimientos realizados en el proceso de restauración del cementerio subterráneo resaltan la importancia y la prosperidad de la comunidad judía en la capital del imperio romano, así como la sorprendente medida en que su cultura se entrelaza con la de paganos y cristianos.
Además, en un desarrollo que probablemente sorprenda a los judíos en todas partes, el estudio del sitio ha llevado a los arqueólogos a una nueva teoría sobre cómo y dónde la menorá se convirtió en un símbolo del pueblo judío.
Mussolini y los judíos
La catacumba, que alberga unos 4.000 entierros en dos pisos, se usó entre los siglos II y V, según los arqueólogos, aunque algunos expertos creen que puede haber sido construida incluso antes. Se encuentra en el norte de la Roma moderna, bajo los terrenos de Villa Torlonia, una villa neoclásica del siglo XIX con vastos jardines que una vez fue propiedad de la familia aristocrática del mismo nombre.
Durante el período fascista, la villa fue alquilada por el dictador italiano Benito Mussolini, como su residencia en la ciudad.
La necrópolis fue redescubierta en 1919 durante los trabajos de construcción en la finca, pero desde entonces ha sido abandonada y presa de los saqueadores, según los investigadores.
“La mayoría de las tumbas habían sido destrozadas y saqueadas, con los huesos esparcidos por el suelo, y cualquiera que entrara podía caminar sobre ellos y aplastarlos”, dice Yuval Baruch, arqueólogo de la Autoridad de Antigüedades de Israel que dirige el proyecto de restauración.
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