El 14 de diciembre, este año viernes, es la memoria litúrgica de san Juan de la Cruz, sacerdote y religioso carmelita descalzo del siglo XVI. Es uno de los grandes santos de todos los tiempos del cristianismo y uno de los principales autores de literatura y de poesía de la entera historia de la literatura. Su nombre se inserta entre los grandes santos de la llamada Reforma Católica tras la irrupción del Protestantismo y entre los grandes autores y creadores literarios en lengua española. Y su figura va indisoluble y gozosamente unida a la de santa Teresa de Jesús, en cuya reforma del Carmelo Descalzo el santo contribuyó decisivamente.

Tal y como nos lo propone la liturgia de la Iglesia, en la oración oficial compuesta para su fiesta, san Juan de la Cruz es “modelo perfecto de la negación de sí mismo y del amor a la cruz”. Su existencia -los 49 años de su vida, desde su más tierna infancia y hasta su muerte, casi en abandono- fueron una constante manifestación de la cruz y de la gracia. Cuando en 1568, al abrazar la reforma teresiana del Carmelo, tomó el nombre de fray Juan de la Cruz a buen seguro que no podía ni intuir siquiera hasta qué punto la cruz -y con ella, eso sí, la gracia- iba a estar presente en su periplo humano y cristiano.

“Dios es Todo”

El testimonio capital de san Juan de la Cruz, el principio fundamental de su vida y de su obra, fue hacer realidad que “Dios es Todo y las criaturas nada”. Desde ahí, fray Juan de la Cruz buscó, por medio de la ascética, el desprendimiento afectivo de todo lo creado, y hasta lograrlo, la unión con Dios por medio del amor, ya en el estado místico de la contemplación. De este modo, San Juan de la Cruz se convirtió en un ejemplo siempre actual de la primacía absoluta de Dios y de cómo las distintas dificultades y cruces de la vida -la “noche oscura”- son medios y caminos para servir y amar a Dios y a través de ese amor unitivo testimoniar a la humanidad la grandeza de Dios y de su Amor.

Acercarse ahora y siempre a san Juan de la Cruz es recorrer caminos de prueba y de admiración. Impresiona la crudeza de su existencia, fascina la belleza de su literatura e interpela lo evangélico de su testimonio. Dios llama a cada uno a través de distintas vocaciones, estados y senderos. Y san Juan de la Cruz nos muestra uno de ellos, excelso y angosto: el de la sabiduría de Dios, cuya puerta es la cruz. Un camino, en que mayor o menor grado e intensidad, todos hemos de recorrer, aun cuando “desear entrar por ella -la puerta angosta de la cruz- es de pocos; mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos”. Y ha de ser de todos.

Apuntes biográficos de este “medio fraile”

Entre el 24 de junio de 1542 y el 14 de diciembre de 1591, desde las tierras abulenses de Fontíveros a las serranías jienenses de Úbeda, discurre la vida de san Juan de la Cruz. Al poco de nacer, murió su padre y la pobreza más extrema -“pobreza de solemnidad”- acompañó su infancia y juventud primera. A los 21 se hizo religioso y a los 25 fue ordenado sacerdote.

Castilla (Fontíveros, Arévalo, Medina del Campo, Salamanca, Valladolid, Duruelo, Mancera, Pastrana, Alcalá de Henares, Segovia, Toledo, Almodóvar del Campo) y Andalucía (Beas de Segura, Baeza, Granada, Sevilla, Úbeda) fueron los escenarios vitales de esta existencia de cruz y de gracia. Formado en los Jesuitas, aprende latín y retórica, disciplinas que serán también importantes para su vida. Asimismo estudia Teología con los carmelitas.

Semblanza exterior e interior

Pronto conoce a Teresa de Jesús Cepeda y Ahumada y su vida austera y penitente pronto cambiará, eso sí, bajo la sombra de luz y de gracia de la cruz que no cesa, mientras el fraile se adentraba en el amor de Dios y de sus manos pobres y de su corazón ardiente surgían los más bellos versos.

Ella, santa Teresa de Jesús, con su gracejo habitual, definió al santo de Fontíveros como “medio fraile”. Aludía a su fisonomía y aspecto exterior, siempre diezmado por la pobreza, las mortificaciones, las persecuciones externas e internas y los contratiempos. En carta al Rey Felipe II, la santa abulense escribía así de fray Juan: “Y este fraile, tan siervo de Dios, está tan flaco de lo mucho que ha padecido que temo por su vida“. Y a unas monjas se lo recomendaba con estas palabras: “Ahí les mando al santo fray Juan de la Cruz. Trátenle con llaneza sus alma en ese convento, como si yo mismo fuera, porque tiene espíritu de nuestro Señor“.

Otro contemporáneo suyo, fray Eliseo de los Mártires, lo describía como “hombre de cuerpo mediano, de rostro grave y venerable, algo moreno y buena fisonomía. Su trato y conversación, apacible, muy espiritual y provechoso para quienes lo oían”. De él escriben también los documentos de la época que era “parco en el comer y en el dormir, castigador constante de su cuerpo en duras y prolongadas disciplinas, víctima de constantes persecuciones que le llegaban al alma, estaba delgado y macilento“.

Su obra literaria y espiritual

Considerado como uno de los principales escritores de toda la historia de la literatura -particularmente de la poesía-, es autor de cuatro grandes libros y de otros varios escritos cortos. El primero de ellos en el tiempo es “Subida al Monte Carmelo“. Escrito entre 1587 y 1585, consta, a su vez, de tres libros. Es su obra de carácter ascético. Versa sobre la llamada purificación activa, esto es, lo que debe hacer el alma para vaciarse de todo lo que no es Dios a fin de que Dios la llene de Él. En esta obra, el santo expone su conocida doctrina sobre las “nadas”.

Noche oscura” es su segunda gran obra, compuesta de dos libros. Versa sobre las purificaciones pasivas que el alma debe sufrir paralelamente a las que puede realizar ella misma para llegar a la unión mística con Dios. En este sentido, “Noche oscura” es una obra ya a medio camino entre la ascética y la mística. El mismo san Juan de la Cruz, que consagra este término de Noche oscura, la define como “las terribles pruebas que Dios envía al hombre para purificarlo”. La entera vida de San Juan de Cruz fue un continua noche oscura.

Cántico espiritual” es la más bella de todas sus obras y una de las cumbres de la lírica de todos los tiempos. Según Marcelino Menéndez Pelayo, “es la mejor poesía lírica que tenemos en castellano“. Se trata, en efecto, de un sublime comentario a cuarenta estrofas poéticas compuestas por el mismo en la cárcel de Toledo, de donde se escapó con la primera redacción de treinta y una de estas estrofas. “Cántico espiritual” es un hermosísimo comentario al libro del Antiguo Testamento “Cantar de los Cantares“. Su tema son las ya relaciones amorosas entre Dios y el alma, desde el comienzo de la vida espiritual hasta la unión transformativa o matrimonio espiritual”. En 1977, Amancio Pradapuso música al “Cántico espiritual“, con su voz acompañada únicamente de guitarra, violín y violonchelo. Es una bellísima recreación de uno de los libros poéticos más admirables de toda la historia.

Ya plenamente de carácter místico es “Llama de amor viva“, comentario a cuatro espléndidas estrofas en las que el alma transformada canta la grandeza y la sublimidad del estado al que ha sido elevada por Dios.  Por último, san Juan de la Cruz es autor de otros escritos cortos como “Cautelas“, “Avisos a un religioso para alcanzar la perfección” y “Dichos de luz y de amor“.

Las fuentes doctrinales y literarias de Juan de la Cruz se nutren, sobre todo, de la Sagrada Escritura. Según el gran poeta contemporáneo Dámaso Alonso, uno de los grandes conocedores del santo, el libro bíblico “Cantar de los Cantares“, la poesía culta italianizante del primer Renacimiento y la poesía popular y del cancionero del Renacimiento español constituyen las fuentes en las que bebe y, a su vez, fecunda san Juan de la Cruz, cuyo nombre está incluido en el Catálogo oficial de autoridades de la Real Academia Española de la Lengua.

Junto al ya citado Amancio Prada, los versos de San Juan de la Cruz han sido objeto recientes de otras bien hermosas recreaciones musicales como las levadas a cabo por Sonnia Rivas-Caballero y Belén Yuste, autoras de “Coloquio de amor” y de otros discos varios, y por Carmelo Bernaola, quien en 1991 compuso la cantata “Mística sobre versos de san Juan de la Cruz“. Y el gran Salvador Dalípintó en 1952 un bellísimo cuadro a él dedicado y titulado “Cristo de san Juan de la Cruz”, cuya imagen acompaña estas líneas.

 

□  Cronología esencial de San Juan de la Cruz

1542: Juan de Yepes y Álvarez nace el día 24 de junio en Fontíveros (Ávila)

1563: En Medina del Campo (Valladolid), ingresa en la Orden los Padres Carmelitas. Toma el nombre religioso de fray Juan de Santo Matías.

1567: Es ordenado sacerdote.

1568: Se une a santa Teresa de Jesús en la reforma del Carmelo. El 28 de noviembre de aquel año funda en Duruelo (Ávila) el primer convento masculino del Carmelo Descalzo. Cambia su nombre religioso por el de fray Juan de la Cruz.

1580-1588: El Carmelo Descalzo es reconocido, primero como provincia externa, y después como Orden religiosa.

1577-1578: Fray Juan de la Cruz es recluido en la prisión conventual de los Carmelitas Calzados de Toledo. Comienza a escribir “Cántico Espiritual“.

1578: Comienza su ministerio en Andalucía.

1590: Es destituido de todos sus cargos.

1591: En la noche del 13 al 14 de diciembre, fallece en el Carmelo Descalzo de Úbeda (Jaén). Sus reliquias -cuerpo incorrupto- se trasladan a Segovia.

1657: Es beatificado por el Papa Clemente X.

1726: Es canonizado por el Papa Benedicto XIII.

1926: Es declarado doctor de la Iglesia por el Papa Pío X.

1952: Es proclamado patrono de los poetas españoles y de los escritores católicos.