2da Timoteo 1:7-9 es un  versículo  maravilloso porque dice claramente que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.

Cientos de situaciones en nuestra vida cotidiana requieren de estas tres características PODER, AMOR y DOMINIO PROPIO.

El poder en nuestro espíritu  que es el que nos capacita como dynamis;  es decir la potencialidad, la posibilidad de lo que podría ser o puede ser en contraste con lo actual o lo que ya es.

Dios ciertamente tiene el poder de transformar nuestra situación por muy caótica que sea, en algo totalmente diferente, puesto  que  El mismo  es la  energía (energeia) , como el poder vivificante, es la acción, la operación, y la fuerza que opera desde nuestro interior.

Esta clase de poder  seria el equivalente al de la semilla que tiene la fuerza para llegar a ser árbol en potencia.

El amor ágape  en nuestra alma es el que Dios ha derramado en nuestros corazones   y  causa que  nuestro amor ahora sea sin egoísmo,  incondicional y más incluyente, este amor derramado  es el mismo que se describe en 1 Corintios 13:4-8

Un amor que tolera el sufrimiento, que es benigno, que no tiene envidia, no se jacta, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad.

El amor que todo lo sufre, que  todo lo cree,  que todo lo espera, y que todo lo soporta.

EL dominio propio es  la capacidad de pensar y actuar con buen juicio, prudencia, sensatez, responsabilidad además de actuar con cordura  (un  estado psíquico que posee una  mente sana)

Cuantas veces no hemos sentido que carecemos de la fuerza, el poder,  el amor, el dominio propio y la cordura.

Cuántas veces hemos sido víctimas de nuestra propia irracionalidad  o de nuestra propia locura.

Valdrá entonces la pena prestar atención a  la palabra de Dios y creer que el poder, el amor y la cordura están  al alcance de nuestras manos, que no son atributos  imposibles de alcanzar  sino  que nos pertenecen,  que están dentro de nosotros y que nos fueron otorgados en el momento que  fuimos salvos y creímos, solo necesitamos activar el dynamo en nuestro espíritu,  que nos hace aptos para vencer cualquier situación  que requiera de estas tres virtudes.