Filipos, en Macedonia, al norte de Grecia, es hoy una zona arqueológica que desde el 2016 es reconocida como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco. La funda Filipo II, padre de Alejandro Magno, en el siglo IV a. C.
En el siglo primero de nuestra era fue una próspera ciudad, por la calidad de sus tierras y su posición privilegiada en la Vía Egnatia, ruta fundamental en la red de comunicación del imperio romano. El diseño del espacio y los vestigios de los edificios monumentales dan cuenta de la riqueza del sitio.
San Pablo, en su segundo viaje misional, visita la ciudad en el año 49 y aquí, acompañado de Silas, Timoteo y Lucas, el evangelista funda la que va a ser la primera comunidad cristiana en Europa.
En ese entonces aquí había una pequeña comunidad judía que no contaba con sinagoga y se reunía para el culto “fuera de la puerta, junto al río, donde solía hacerse la oración” (Hechos 16:13).
A este grupo es el que predica san Pablo. A quien primero bautiza es a Lidia, una comerciante en púrpura, y a su familia. Lo hace en un río al oeste de la ciudad. Después de eso se hospedan en su casa.
A él y a Silas los arrestan en la plaza acusados de ser judíos y predicar costumbres ajenas a los romanos. Después de golpearlos, los meten a la cárcel. El carcelero se convierte y se bautiza, él y su familia (Hechos 16:33).
Los magistrados de la ciudad, al saber que son ciudadanos romanos, les piden disculpas, los liberan y solicitan que salgan de la ciudad (Hechos 16:39) y “apenas dejaron la cárcel fueron a casa de Lidia. Allí se encontraron con los hermanos, a los que dieron ánimo antes de marcharse” (Hechos 16:40).
Entre los años 54-55 san Pablo estuvo encarcelado en Éfeso y cuando la nueva comunidad cristiana de Filipo se entera le envían dinero a través de Epafrodito. A su regreso, trae consigo una carta que san Pablo les envía.
Es la Carta a los Filipenses que es parte del Nuevo Testamento. El tono es íntimo y familiar. La relación de san Pablo con los cristianos de Filipos fue especialmente cordial. En ésta agradece la ayuda recibida y aprovecha para comunicarles algunas noticias personales.
Y también exhorta a la comunidad a vivir de acuerdo al ejemplo de Cristo. Les recomienda la armonía y la humildad. Les pide se mantengan firmes en la fe, a pesar de la hostilidad de sus enemigos.
Se pronuncia contra quienes pretenden imponer de nuevo la práctica de la circuncisión y la sumisión a la ley de Moisés, y les recuerda el ejemplo que él mismo les dio de liberarse de esas prácticas.
Entre la mitad del siglo IV y finales del siglo VI en Filipos se construyen siete iglesias. Los siglos V y VI son de gran prosperidad. En 619, la ciudad es casi totalmente destruida por un terremoto. Ya no se vuelven a levantar las grandes estructuras. En el siglo VII, el sitio queda reducido al tamaño de un pueblo.