Vivimos un ritmo acelerado en nuestras vidas, la mayoría estamos atrapados en el pedal del acelerador, conduciendo sin descansar ni detenernos.
Estamos sumergidos no en un correo eléctronico sino en un mar de correos electrónicos cada día; no en un proyecto de trabajo sino en decenas de proyectos, no en un día ocupado sino en cien días seguidos, no en una llamada sino en muchas llamadas más cien mensajes de texto.
Muchas veces nos encontramos tan ocupados que mantenemos el ruido y la adrenalina fluyendo porque realmente no queremos lidiar con lo que sucede en nuestra vida.
Avanzamos y avanzamos para no tener que enfrentar nuestra realidad sin embargo necesitamos la quietud para poder profundizar en nuestras vidas y una de las razones por las que no queremos estar quietos es porque en realidad no queremos enfrentar lo que sentimos dentro, nuestra ira, frustración, dolor, heridas, o temores.
La premura y la preocupación nos mantienen separados de Dios para no escuchar lo que él tiene que decirnos.
Juan 5:39-40 dice que escudriñamos las escrituras pero no nos acercamos a Dios para obtener la vida.
La quietud permite que profundicemos en nuestros corazones y en nuestras vidas: se ha preguntado algún vez que es lo que realmente piensa acerca de Dios? Que piensas acerca del propósito de tu vida?
Necesitamos permitir que suceda la quietud en nuestras vidas para poder ver realmente lo que sentimos y pensamos
“Aprendamos a estar quietos”
Dios desea darnos a conocer sus pensamientos pero si no nos detenemos no podremos escuchar lo que él tiene que decirnos, acerca de la situación actual, acerca de nosotros, de nuestra familia, de nuestro futuro, de nuestra economía.
Jeremías 29:11
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.
Sin embargo “estar quieto” no es una tarea fácil requiere de fortaleza interior, requiere disciplina, requiere de formar el hábito de contactar a Dios cada día, guardar silencio delante de Él , para que él nos hable.
Apreciemos el silencio para escuchar el pensamiento de Dios, él nos exhorta a amarle íntimamente para hacernos comprender sabiduría (Salmo 51:6)
Ciertamente necesitamos sabiduría en estos tiempos difíciles, en la actualidad somos bombardeados de tanta información, mucha de ella proviene de mentes enfermas, ignorantes o mal informadas, que simplemente manipulan la situación actual para satisfacer intereses personales o bien para generar miedo de forma intencional o simplemente porque buscan empatía de sus propios temores.
Sabemos que todo mundo tiene acceso a información via internet, llamese Twitter, Instagram, Facebook, Wha’ts up, las redes sociales están repletas de memes, de cadenas de oración, de imágenes de versículos, de supersticiones, de vana palabrería pero hagámonos esta pegunta: ¿quién escucha realmente a Dios? ¿Quién está atento a sus palabras?
¿Qué dice Dios en cuanto a la situación que estamos viviendo? Cierra la puerta de tu aposento y habla con Dios, necesitas dirección, necesitas ser fortalecido en este tiempo de crisis para contrarrestar el miedo, el temor, para poder guiar a tu familia para enseñarles lo que Salomón finalmente concluyó: “que el todo del hombre es temer Dios y guardar sus mandamientos” Eclesiastés 12:13-14
Dios tiene algo que decirte a ti, de manera personal e íntima, ¿como puedes saber qué es lo que tiene que decirte si no te detienes un poco para hablar con él y escucharle?
La quietud es algo que todos necesitamos aprender en nuestras vidas, necesitamos un corazón sabático para descansar cada día. Tomate 15 minutos diarios con Dios, camina con él, disfruta de un atardecer o de un amanecer, hemos estado marchitando y muriendo diariamente.
Aprovechemos este tiempo para alejarnos de todo y pensar realmente en lo que es importante en nuestra vida.
La quietud profundiza nuestra relación con Dios, nuestra comprensión del cansancio, la alegría, el dolor o la ira que sentimos.
Estar quieto no es una meditación trascendental, o un ejercicio de yoga o una práctica mindfullness, es un requisito para conectar con Dios, es un momento para dejar de esforzarnos, para dejar de luchar, para apreciar la belleza del Señor en su creación, para apreciar lo que él ha hecho para nuestro disfrute, para poder verlo, para detenernos y dejar de hacer lo que estamos haciendo, para sentarnos con él y permitirle que hable a nuestro corazón, para que nos dé a conocer que es lo que está pasando realmente y cuál es el deseo de su corazón, para autodescubrirnos y conocer cuales son las cargas que no podemos sobrellevar, lo que nos hace infelices, que nos enferma, que es lo Dios espera de nosotros, cuál es nuestra responsabilidad para con él, para con nuestra familia y para con su su creación.
Recordemos que Dios quiere brillar en nuestros momentos más oscuros, quiere hablarnos, quiere infundirnos con su paz.
No permitas que la quietud sea tu enemigo por el contrario busca a Dios
Salmos 34:4: Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores.