Cuando experimentamos circunstancias sobrecogedoras que no podemos cambiar y sobre las cuales no tenemos control es inevitable sentirnos tristes o desanimados, estos sentimientos casi siempre van acompañados de hostilidad e ira reprimida, y es lo que en la Biblia conocemos como “Raíces de Amargura”

Cuando la amargura se alberga  por un periodo largo de tiempo, el daño físico será inevitable y se podrán anticipar patrones de des-regulación biológica tales como alteraciones del metabolismo, del sistema hormonal y del sistema inmune.

La amargura que se vuelve angustia crónica, afectara el ánimo de la persona y  la llevara  a sentirse triste, desanimada, desesperada, decepcionada, sin esperanza y sin fe.

Eventualmente este  fuerte resentimiento se convertirá en  un veneno para el alma; y llegara  incluso a destruir o dañar la relación con Dios.

La amargura es la única contaminación que hace olvidar toda buena obra que Dios hace y lo que nuestra familia y amigos han hecho por nosotros, como consecuencia llega a convertirse en un campo fértil para el enemigo, el cual aprovechara ventajosamente para destruirnos.

La amargura es un sentimiento que crece con fuertes ramificaciones,  todas ellas echarán raíces que se incrustarán en lo más profundo de nuestro corazón y es debido a que su expansión es hacia adentro que esas raíces crecerán hasta ahogarnos.

Si permitimos que  la amargura  ramifique hasta llegar a convertirse en un árbol sus frutos serán: odio, resentimiento, ira y  frustración.

Hebreos 12:15

Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados;

Debemos aprender a “mirar bien” es decir identificar la amargura, la mayoría de las veces es claro para todos pero no lo es para nosotros,  por lo tanto debemos primeramente acercarnos a Dios en oración para que Él nos alumbre y nos muestre nuestra verdadera condición delante de Él.

Una vez que hayamos sido alumbrados, debemos ser inspirados por el espíritu de Dios a pedir perdón, tal vez hayamos herido a muchos y a nosotros mismos durante ese amargo proceso, por tanto será necesario arrepentirnos para que el Señor pueda sanar nuestras heridas.

Salmos 51:17

Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado;
Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.

Dios nunca rechaza la oración de un espíritu quebrantado, El ciertamente sanara tus heridas, arrancara de raíz  el árbol de la amargura  para que podamos nuevamente  disfrutar de días soleados.

Te invito a hacer un recorrido por tu  vida,  trata de rescatar y detenerte donde encuentres  bellos momentos, donde haya emociones sanas y vívelas otra vez.

Allá en tu mente están guardadas todas las imágenes,  decide cuáles has de volver a mirar…

Podrías visualizar aquel atardecer que te emocionó,  disfrutar nuevamente de la paz que ya has sentido.

Acuérdate de lo que has vivido, de lo que has dado con alegría, recuerda los regalos que te han hecho, los abrazos, los besos y las risas que has compartido.

Desecha los recuerdos tristes y dolorosos,  decide a partir de hoy,  ver cada día  como una nueva oportunidad para ser feliz, remueve esa densa cortina gris,  decide amar incondicionalmente sin esperar nada a cambio y sobretodo deléitate en el Señor,  para que el cumpla su promesa dada en el Salmo 37:4

“Deléitate asimismo en Jehová,
Y él te concederá las peticiones de tu corazón”.

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Nació en Parral, Chihuahua, México. Casada con Luis Ortega Madrid, es madre de tres hijas, Mirka, Aimee y Paola. Administra su propio negocio en la ciudad de San Diego Ca., ciudad donde radica. “Empecé esta maravillosa carrera de amar y servir al señor Jesucristo hace 38 años y ha sido durante este periodo de tiempo que Él ha enriquecido mi vida espiritual, la de mi familia y la de mis amigos, he recibido diversas capacitaciones y entrenamientos en denominaciones pentecostales, asambleas De Dios y en la iglesia local en Anaheim, Ca.”