Detrás de cada migrante que intenta cruzar las fronteras de su país en busca de «un futuro mejor» hay una historia de vida que deja entrever sentimientos encontrados: el miedo, la incertidumbre y la angustia tras abandonar la propia tierra, dan paso a la esperanza de encontrar un trabajo y un sueldo dignos.
En los últimos años, cientos de miles de personas provenientes de varios países de Centro y Latinoamérica, han intentado cruzar la frontera que separa México de los Estados Unidos con el deseo de poder realizar en estas tierras el llamado «sueño americano» que promete alcanzar el éxito, a quien se esfuerza y trabaja para merecerlo.
Detenciones arbitrarias y deportaciones masivas
Pero la realidad es que durante el viaje, la mayoría pone en riesgo sus vidas en medio de peligrosas travesías clandestinas donde deben protegerse de factores como la inseguridad, el robo, la explotación, la violencia, el hambre y los controles policiales.
En este contexto, la organización Médicos Sin Fronteras (MSF) denuncia que los acuerdos alcanzados el pasado mes de abril entre Estados Unidos, México, Honduras y Guatemala para reforzar la militarización de las fronteras, «suponen una mayor criminalización de los migrantes y solicitantes de asilo y, en consecuencia, los exponen más al crimen organizado y al Covid-19».
Es por ello, que en las últimas semanas se han producido detenciones arbitrarias en la frontera sur de México, así como deportaciones masivas perpetradas desde Estados Unidos en la frontera norte, justificadas por «motivos de salud a causa de la pandemia», lo cual constituye- dice la organización- «un bloqueo de facto del derecho de asilo».
Un ejemplo de ello, es lo que vivió María de 33 años, oriunda de Guatemala, quien cruzó el río limítrofe en mitad de la noche, sin luz y con su hija de tan solo cuatro años hasta que fue interceptada por la patrulla policial.
«Pasar el río fue bien difícil porque tienes que subirte a unas balsas y todo está oscuro, sin luz ni nada», relata la joven, puntualizado que ya en tierra firme, comenzaron a caminar durante unos 20 minutos hasta que se toparon con la policía fronteriza que las iluminaba con linternas.
La gran desilusión: el destino no era el imaginado
Al día siguiente, María estaba agotada y hambrienta con su pequeña descompuesta por los vómitos. Luego, la policía las condujo hasta un autobús donde realizaron un viaje de aproximadamente 40 minutos sin comprender bien hacia dónde se dirigían.
La gran desilusión fue descubrir que el destino a donde llegaron no era el imaginado: al bajar del vehículo fueron recibidas por policías que les indicaron que debían circular por unas calles, donde la joven reconoció nuevamente el río que había atravesado el día anterior.
Al ver el puente por el que teníamos que pasar me dije «vamos de regreso al río», explica la joven guatemalteca. «Al final del puente vi a un hombre que tenía una camiseta negra con la bandera de México. Estábamos regresando a México -añade- pero yo no tenía teléfono, ni un centavo».
«No sabía a dónde ir, ni qué hacer, tenía solo a mi hija. Además me di cuenta de que esta frontera era la de Nuevo Laredo, en Tamaulipas, pero nosotras habíamos entrado por la frontera de Reynosa, por lo que estábamos del otro lado del río», concluye María quien finalmente fue asistida por MSF y decidió compartir su testimonio.
Los migrantes son deportados sin protocolos anti-Covid
Historias similares a estas se repiten cada día: migrantes desesperados por construir un futuro mejor se dan de bruces al ver que sus sueños no podrán realizarse.
Al respecto, MSF informa en su página web, sobre las deportaciones masivas de solicitantes de asilo en el norte de México, como en el caso de María y su hija, «a quienes que se les niega el derecho a una audiencia ante un juez».
Y todo ello, ocurre lamentablemente, en el actual escenario de pandemia en el que la asistencia humanitaria a los migrantes está colapsada «debido a que los principales albergues y campamentos destinados a acogerlos, han tenido que cerrar temporalmente sus puertas o reducir el aforo».