El Estado Mexicano, -es decir sociedad y gobierno, todos nosotros conjuntamente-, estamos llamados a responder con vigor al complejo momento que vivimos. La educación es la piedra angular de todo proyecto de Nación. Frente a la emergencia educativa, sanitaria, económica y social, respondamos a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de México, con toda la fuerza del Estado. Necesitamos de un verdadero Estado Social, que resguarde y promueva en primer lugar, la educación, la salud, la seguridad y el bienestar de los más pequeños. Nuestra Constitución así lo mandata en su artículo 4o., recientemente reformado:

En todas las decisiones y actuaciones del Estado se velará y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos. Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral.

Es necesario reconocer que estamos ante una “catástrofe educativa” de dimensiones globales, que puede dejar fuera del sistema educativo a más de 250 millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes en todo el mundo, como lo señaló el pasado 15 de octubre, el Papa Francisco, en el lanzamiento del Pacto Educativo Global[1].

También señaló en aquella ocasión, que: “Ante esta dramática realidad, sabemos que las medidas sanitarias son insuficientes si no van acompañadas de un nuevo cambio en el modelo de desarrollo… para que se respete y proteja la dignidad de la persona humana. La crisis que atravesamos es una crisis global, que no se puede reducir ni limitar a un único ámbito o sector. Es general. El Covid ha hecho posible reconocer de forma global que lo que está en crisis es nuestro modo de entender la realidad y de relacionarnos”.

Frente a ello, proponemos con urgente apremio, considerar al sector educativo como prioritario dentro de la política nacional, gestionando conjuntamente un trabajo corresponsable, estratégico y solidario, que ordene las prioridades de nuestro entramado social, económico y político:

 

  1. Garantizar un Programa Estratégico General para el Regreso Presencial a la Comunidad Educativa,el próximo 30 de agosto, que parta de un diagnóstico serio, calificado y amplio, que recoja las realidades y las voces de la educación pública y privada, con especial atención a las dolorosas situaciones de inequidad, articulando una respuesta gradual y solidaria para todos, y que reincorpore a los más de tres millones de niños, niñas, adolescentes y jóvenes que han quedado fuera del Sistema Educativo Nacional, lo que exige un ajuste al Acuerdo de Salubridad General así como la revisión y socialización verdadera, incluyendo la participación de las familias, en la formulación de protocolos adecuados a cada contexto y confirmados por la comunidad de cada plantel. Por otro lado, se debe redoblar el esfuerzo pedagógico, tecnológico e instrumental, de los programas de educación continua, para aquellos que por distintas razones no pueden regresar de manera presencial a la comunidad educativa.
  2. Ofrecer un esquema de vacunación, abierto a las fuerzas de la sociedad civil organizada, para llegar más pronto a todos los que necesitan ya contar con la inmunización.Hoy más que nunca, se requieren los esfuerzos académicos, científicos y técnicos capaces de implementar, en el menor tiempo posible, una mayor cobertura de vacunas, así como de pruebas de detección de brotes de Covid-19 y sus variantes.
  3. Realizar un esfuerzo mayúsculo y proporcional en el gasto público, principalmente de la Federación, que es quien ha centralizado los recursos, para reconvertir los centros escolares públicos y privados, en espacios en donde la comunidad educativa pueda organizarse, colaborar y responder a los desafíos más básicos.Lo anterior, requiere también de los empresarios, industriales, comerciantes y profesionistas, que, viviendo en las mismas localidades, desaten una corriente de solidaridad, talento y responsabilidad social. La escuela debe estar abierta a actividades presenciales, en la amplia gama de interacción que puede ir desde las asesorías personalizadas y el uso de internet hasta sesiones con el escalonamiento debido, según el protocolo de bioseguridad, para estructurar grupos adecuados en tamaño, a cada situación.
  4. Hoy, más que nunca, urge atender el desarrollo integral de cada miembro de la sociedad. Lo anterior, es posible si nos enfocamos en la atención de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Al servirles, desatamos una fuerza reparadora también en los adultos. La corrupción, la injusta distribución del ingreso, la ilegalidad, no se resuelven con discursos y buenos propósitos, sino con una gestión adecuada que establezca claros principios y acciones concretas. Nos preocupa el seguimiento a sus vacunas, a su nutrición, a su seguridad ante el riesgo de maltrato o abuso; el complemento para materiales escolares o conectividad no son dádivas, sino justicia social distributiva, para atender a la compensación debida que favorezca la equidad.
  5. El desafío está, principalmente, en la reconversión física y social, de cada comunidad escolar, A TRAVÉS DE LA GENERACIÓN DE UN PACTO EDUCATIVO LOCAL, entre directivos, maestros, padres de familia, estudiantes, comunidad en general, incluyendo autoridades civiles, académicos, asociaciones religiosas, entre otros.Hoy, como nos lo recordó recientemente el Secretario de Estado de la Santa Sede, se requiere una “laicidad positiva y constructiva”[2], sin prejuicios, capaz de desatar las más altas responsabilidades sociales. Cada comunidad escolar requiere desarrollar sus protocolos de seguridad sanitaria, promoción de la solidaridad e implantación de una cultura del cuidado, según sus circunstancias, recursos y máxima creatividad.
  6. Es urgente recuperar toda una estructura para la educación temprana, que antes de la Pandemia ya había sido restringida. No podemos arriesgar el porvenir de esta generación. Se requieren guarderías, estancias infantiles, pre-escolares, así como una atención integral y de calidad que garanticen las futuras condiciones educativas.
  7. La educación requiere fortalecer la infraestructura tecnológica necesaria, pues solamente a través de una comunicación bidireccional, el niño, la niña, el adolescente o joven pueden entablar un diálogo corresponsable, participativo y personalizante, con su educador designado. La tecnología es fruto del ingenio humano y está al servicio de la equidad y la justicia, lo cual se logra cuando se dejan de lado las barreras, el afán de ganancia de las empresas o el de notoriedad por las instancias oficiales. Es momento de que ganen los niños. Finalmente, nuestros jóvenes requieren mucha atención para insertarlos con suficientes habilidades para un empleo digno, tanto aquellos que están en el sistema formal, como los que están fuera de él.

La educación nos convoca a todos, sin excepción. El presente y futuro de México puede cambiar, si colocamos a la educación formal y no formal en el centro de nuestra preocupación nacional. La educación,  no debe ser un instrumento de ideologización,  ni tampoco un botín para favorecer a un gremio, sino que es la acción más noble y auténtica que puede tener el ser humano con sus semejantes.

A todas las comunidades religiosas dedicadas a la educación, así como a todos los que están al frente de proyectos diocesanos educativos, los llamamos a vivir en la esperanza, la fe y la caridad. Que su presencia sea bálsamo para muchas personas, que su tesón sea fuente de creatividad, generosidad y compasión. Sabemos de su esfuerzo, que aplaudimos y agradecemos. El Señor les recompensará al ciento por uno.

A todos los agentes educativos de la escuela pública que se han esforzado en responder a la emergencia, nuestro reconocimiento y gratitud. Su testimonio como verdaderos educadores, es invaluable.

Pidamos la gracia de responder todos juntos, con una respuesta serena, eficaz y generosa, como la que nos inspira Nuestro Señor Jesucristo a nosotros creyentes, en la promoción de la dignidad y el bienestar de todo ser humano.

+ Rogelio Cabrera López
Arzobispo de Monterrey y Presidente de la CEM.

+ Alfonso G. Miranda Guardiola
Obispo Auxiliar de Monterrey y Secretario General de la CEM.

+ Enrique Díaz Díaz
Obispo de Irapuato y Responsable de la Dimensión de Pastoral Educativa y de Cultura de la CEM.

[1]    Dimensión de Pastoral Educativa y de Cultura de la CEM, Subsidio sobre el Pacto Educativo Global, Pág. 3, https://drive.google.com/file/d/1tnVw5IBPT3KwEOF6L2FD9TZJTToASMPJ/view?usp=sharing